La iglesia del Sheij Salih

Pueblo Kurdo y Pueblo Armenio – Turquía

 

El Sheij Salih Ziyareti era tenido por un hombre de Allâh, fuera cual fuera el nombre que se le diese al Clemente y Misericordioso. Para los kurdos musulmanes de la región era un wali, un «amigo» o «conocedor» de Allâh, en tanto que para los armenios cristianos que habitaban la comarca desde antiguo era un «santo» de Dios.

Pero, como afirmaba Isa en los evangelios cristianos, «Un profeta sólo en su patria y en su casa carece de prestigio». De ahí que, por algún motivo que la leyenda no explica, el Sheij Salih no era bien querido ni en entre su familia ni en su población natal de Ziyaret.

El caso es que, un día, el buen Salih apareció muerto en el fondo de un barranco, a los pies de un camino. Alguien le había asesinado y había arrojado su cuerpo al vacío, quizás con la esperanza de que nadie le encontrara allí abajo. Pero un pastor lo encontró.

Como nadie de la familia vino a hacerse cargo de su cuerpo, el vartabed[1] de la Iglesia de San Jorge, en el pueblo de Ehub, se responsabilizó de los despojos del santo y lo enterró en el cementerio de su propia iglesia, mientras los habitantes kurdos de la región, musulmanes como Salih, proponían la construcción de una mezquita donde acoger sus reliquias y dar culto al Compasivo.

Sin embargo, las circunstancias históricas fueron demorando la construcción de la mezquita, mientras, con el paso de los años, muchos peregrinos, tanto musulmanes como cristianos, venían a Ehub para rendir sus respetos al wali-santo y pedirle que intercediera ante Allâh-Dios por sus desventuras. Y milagrosa debió ser la intercesión de Salih cuando no sólo desde las regiones circundantes, sino desde toda Armenia, venían peregrinos para postrarse ante su tumba.

El peregrinaje tomó tal magnitud que, finalmente, el nuevo vartabed de la Iglesia de San Jorge propuso a los fieles musulmanes kurdos el traslado de los restos del santo musulmán desde el cementerio parroquial hasta el interior de la iglesia, a la espera de que aquéllos dispusieran de los medios necesarios para poder construir su mezquita. El sacerdote adujo, para convencerles, que no era de recibo tener las reliquias del Sheij Salih en la tierra húmeda durante las temporadas de lluvias ni bajo el sol abrasador de los meses estivales. Y ante la premura de sus palabras y, por encima de todo, habiendo buenas relaciones de vecindad entre musulmanes y cristianos, kurdos y armenios, ambas comunidades aceptaron la propuesta del vartabed y los restos de Salih pasaron a custodiarse en el interior de la Iglesia de San Jorge.

Transcurrieron los años y, a la vista de la imposibilidad de construir la anhelada mezquita, la costumbre terminó por convertir en tradición el uso de la iglesia para el culto de fieles de dos religiones distintas, que fraternalmente cuidaban de la tumba del wali-santo que les había unido en el espíritu de aquel Allâh-Dios único que ambos adoraban.

[1] Sacerdote cristiano armenio.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2023).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

La antigua aldea de Ehub, o Eyub, como la llamaban los armenios –Eskar para los kurdos– es la actual Yaylak, una población de algo más de 200 habitantes a los pies de la montaña Dorşin, perteneciente a la provincia de Diyarbakir, en la región oriental de la actual Turquía. Aquí se sitúa esta leyenda, que debió forjarse a partir del siglo XV, cuando los armenios, únicos habitantes de la región hasta entonces, vieron llegar algunas tribus nómadas kurdas que terminaron asentándose en la zona.

Por desgracia, tanto armenios como kurdos, venían sufriendo ya, y han sufrido hasta nuestros tiempos, las vicisitudes de las políticas geoestratégicas de una región del mundo situada entre Europa y Asia, entre Mesopotamia y las estepas euroasiáticas, en el puente terrestre entre el Mar Negro y el Mar Caspio. Es por ello que esta leyenda, sobre la tolerancia, el encuentro y la hermandad entre dos etnias y dos religiones distintas, adquiere en esta zona del mundo una dimensión extraordinaria.

Las pugnas entre los distintos imperios de la región –el Imperio Persa, el Imperio Otomano, el Imperio Ruso– y posteriormente entre las potencias mundiales a partir de la I Guerra Mundial, ya en el siglo XX, han llevado a kurdos y armenios a una situación de mera lucha por la supervivencia.

El pueblo kurdo no ha cejado en su búsqueda de un territorio donde vivir y un estado propio, siendo su mayor logro el del reconocimiento, en 2005, de la Región Autónoma del Kurdistán, dentro de las fronteras de Irak, reconocimiento propiciado por Estados Unidos en respuesta al apoyo de los kurdos en el derrocamiento de Sadam Husein. Sin embargo, el pueblo kurdo sigue sufriendo en el resto de países donde tiene presencia –Turquía, Siria e Irán–, e incluso ha mantenido una denodada lucha frente al Estado Islámico, que invadió también sus territorios en 2014. Este combate les granjeó las simpatías de la comunidad internacional –sobre todo, y nuevamente, de los Estados Unidos–, con lo que las posibilidades de creación de un estado propio se han incrementado desde entonces, si bien «nada garantiza que no sean “traicionados” una vez más» (Garzón-García, 2017, p. 108).

Por su parte, el pueblo armenio, si bien dispone de estado propio, se enfrenta una vez más, mientras estamos escribiendo estas líneas (3 de octubre de 2023), a una nueva amenaza de genocidio, con la invasión de Nagorno Karabaj por parte de las tropas del gobierno de Azerbaiyán, apoyado por Turquía. Para la historia queda la inmensa tragedia del Genocidio Armenio (1915-1923), en la que el Imperio Otomano deportó al desierto de Siria, a través de marchas forzadas en condiciones extremas, a en torno a dos millones de armenios residentes en el imperio. De ellos, hacia 1922, quedaban con vida menos de 400.000. Pero el genocidio no quedó oculto bajo las arenas de la historia, pues el gobierno otomano no pudo evitar que misioneros, diplomáticos, periodistas y oficiales militares extranjeros fueran testigos de tan gran exterminio. De hecho, The New York Times contaba, en agosto de 1916, lo siguiente:

Los testigos han visto a miles de armenios deportados bajo tiendas de campaña al aire libre, en caravanas en marcha, descendiendo el río en botes y en todas las fases de su miserable vida. Solo en algunos lugares el gobierno emite raciones, y esas son bastante insuficientes. Naturalmente, la tasa de mortalidad por inanición y enfermedad es muy alta y se ve aumentada por el trato brutal de las autoridades, cuya relación con los exiliados cuando son conducidos de un lado a otro del desierto no es diferente a la de los conductores de esclavos (Sadurní, 2021)

Sin embargo, las primeras señales de aquel genocidio perpetrado por el Imperio Otomano habían tenido lugar dos décadas antes, con las Masacres Hamidianas, entre 1894 y 1896, en las que fueron asesinados entre 200.000 y 300.000 armenios, y en 1909, con la Masacre de Adana, donde los otomanos dieron muerte a entre 20.000 y 30.000 armenios.

Resulta llamativo que, aún en nuestros días, en la misma región del planeta donde se perpetraron tales atrocidades, peregrinos armenios y kurdos, cristianos y musulmanes, sigan visitando juntos una iglesia en la que, ante la tumba del Sheij Salih, pronuncian sus juramentos mientras encienden una vela.

 

Desde The Earth Stories Collection, queremos dar las gracias a la Dra. Anastasiia Zherdieva, experta en mitología y folklore de la Universidad de Ankara, por las valiosas indicaciones que nos ha transmitido para documentar esta leyenda de la actual Turquía.

 

Fuentes

  • Bebiroğlu, M. (2004). Düşlerimdeki Surp Kevork (Surp Kevork in my dreams). HyeTert. Disponible en https://hyetert.org/2004/01/02/duslerimdeki-surp-kevork/
  • Garzón-García, D. E. (2017). El Estado Islámico: Catalizador del irredentismo kurdo. Revista Logos, Ciencia & Tecnología, 8(2), 103-118.
  • Sadurní, J. M. (2021 Abril 22). El Genocidio Armenio: Un olvido histórico. National Geographic. Disponible en  https://historia.nationalgeographic.com.es/a/genocidio-armenio_16665
  • Yavuz, M. (2007). Diyarbakır Efsaneleri. Estambul: Cumhuriyet Kitapları.
  • Zherdieva, A. (2014). The interethnic and interreligious values in Turkish and Crimean legends. Approaching Religion, 4(1), 45-54.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Preámbulo: Responsabilidad universal.- Necesitamos urgentemente una visión compartida sobre los valores básicos que brinden un fundamento ético para la comunidad mundial emergente. Por lo tanto, juntos y con una gran esperanza, afirmamos los siguientes principios interdependientes, para una forma de vida sostenible, como un fundamento común mediante el cual se deberá guiar y valorar la conducta de las personas, organizaciones, empresas, gobiernos e instituciones transnacionales.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Preámbulo: En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras.

Preámbulo: Los retos venideros.- El surgimiento de una sociedad civil global, está creando nuevas oportunidades para construir un mundo democrático y humanitario.

Preámbulo: Responsabilidad universal.- El espíritu de solidaridad humana y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.

Principio 12a: Eliminar la discriminación en todas sus formas, tales como aquellas basadas en la raza, el color, el género, la orientación sexual, la religión, el idioma y el origen nacional, étnico o social.

Principio 16: Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.

El camino hacia adelante: Las artes, las ciencias, las religiones, las instituciones educativas, los medios de comunicación, las empresas, las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos, están llamados a ofrecer un liderazgo creativo.