Androcles y el león
Egipto, Grecia y Roma
Había en la antigüedad un esclavo llamado Androcles que, una noche, añorando la vida del hombre libre que una vez había sido, decidió escapar de la casa de su amo y huyó adentrándose en el bosque.
Androcles pensó que quizás podría llegar al puerto y ocultarse como polizón en alguno de los barcos que de allí zarpaban. Era un hombre fuerte, pues sus años como esclavo le habían endurecido. Pero, además, era inteligente y hábil, por lo que no tuvo problemas para orientarse por los caminos que podían llevarle a su destino. Así pues, para no ser descubierto, tomó un sendero que sabía podría llevarle al puerto a través de la montaña, evitando el camino más concurrido de las cañadas.
Durante el ascenso, le pareció escuchar un lamento. Y, como el sonido provenía de la senda que tenía que cruzar, decidió acercarse sigilosamente, no fuera a verse sorprendido por sus perseguidores.
Al doblar un recodo vio la entrada de una cueva y, junto a ella, a un león tendido en el suelo. Tenía sangre en una de sus patas delanteras y, aguzando la vista, descubrió que el león llevaba clavada una astilla en la garra.
Androcles pensó en un principio en proseguir su camino. Viendo la situación en la que se encontraba el león, no temía que éste pudiera atacarle. Sin embargo, los lamentos del animal le encogieron el corazón, de modo que decidió acercarse, con extremada precaución, por ver si el animal se dejaba auxiliar. Cuando el león le vio, le mostró los dientes. Pero, viendo que Androcles se aproximaba a gatas, intuyó que no traía malas intenciones, por lo que le dejó acercarse y tocarlo.
Finalmente, Androcles le extrajo la astilla y, a continuación, recurriendo a sus conocimientos de hierbas curativas, le aplicó un emplasto en la herida, que le sujetó con un manojo de hierbas secas.
Viendo que el león había aceptado su presencia dócilmente, y viendo también que en el lugar en el que se hallaba iba a ser difícil que lo encontraran, decidió meterse en la cueva para descansar unas horas. Estando el león en la puerta, difícilmente se acercarían allí sus perseguidores. Finalmente, con el cansancio y la angustia de toda la jornada, Androcles se quedó profundamente dormido.
Cuando despertó, vio con sorpresa que el león le había dejado un trozo de carne junto a la cabeza, como si de un obsequio agradecido se tratara. Aquel gesto del león le conmovió, por lo que decidió quedarse un día más junto a su extraordinario compañero.
Al día siguiente, Androcles reemprendió su camino, pero con tan mala fortuna que fue descubierto por sus perseguidores cuando se había detenido a beber agua en un río. Maniatado y a empellones, lo llevaron ante el emperador, que estaba ya al tanto de la huida del esclavo por ser su dueño amigo suyo. Y, con la sonrisa propia del que no conoce la misericordia, el emperador condenó a Androcles a ser devorado por las fieras en la arena una semana más tarde.
El día señalado todos en la ciudad fueron a presenciar el trágico espectáculo. Se había corrido la voz y todo el mundo quería ver a Androcles, el esclavo que había burlado la guardia de una de las casas más respetadas de la ciudad, forcejeando inútilmente con una fiera.
Cuando sonaron los clarines, Androcles fue obligado a saltar a la arena. A pesar de la ansiedad, se dirigió lentamente y con paso firme hasta el centro de la palestra bajo el griterío del público en las gradas. En su mano izquierda sujetaba con fuerza el pequeño puñal que le habían dado como única defensa. Cuando llegó por fin al centro de la liza, se plantó con gesto grave, aunque orgulloso, a la espera de su destino.
No tardó el emperador en dar la orden para que hicieran entrar al primer animal. Era un león. Éste, después de moverse un tanto desorientado a derecha e izquierda por la arena buscando alguna escapatoria, divisó a Androcles y se dirigió hacia él. El público, ávido de emociones intensas y anticipando el desenlace, espoleaba al animal a gritos.
El león se acercó a Androcles lentamente para, finalmente, a escasos tres pasos de él, bajar la cerviz dócilmente y toparle suavemente con la cabeza, como un cachorro que buscara una caricia. Fue entonces cuando Androcles reconoció al león al que había curado la pata días atrás y, arrodillándose ante él, arrojó el puñal a un lado y se le abrazó al cuello.
Tanto se sorprendió el emperador que mandó llamar a Androcles para que le explicara lo sucedido y, después de escuchar la asombrosa historia que le contó, decidió perdonar al esclavo, dejándole en libertad, y ordenando así mismo que soltaran al león en el mismo lugar dónde lo habían encontrado.
Adaptación de Marta Ventura (2024).
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
Comentarios
Posiblemente un cuento popular en su origen, llama la atención que sea uno de los pocos relatos atribuidos a Esopo en el que aparece un nombre propio de personaje. Quizás, como afirman algunos, esta historia ni siquiera sea original de Esopo, pues «Fedro, desde luego, no lo incluyó entre las fábulas de su traducción latina de Esopo» (Marco, 2013).
De hecho, Marco afirma que la historia aparece por primera vez escrita en el Noctes Atticae (V, 14) de Aulo Gelio (s. II e.c.), que pone esta historia en boca de un tal Apión, que afirmaba haber presenciado personalmente el suceso, aunque Marco afirma que esta historia puede que fuera en su origen «un cuento tradicional que ya circulaba por el antiguo Egipto» (ibid.).
Por último, Marco localiza también este antiguo relato de Androcles y el león en el De Natura Animalium (7, 48), de Claudio Eliano (s. III e.c.).
Gracias a María Isabel Prieto Avilés y a Raquel Sáez Sebastián, estudiantes del Máster de Cultura de Paz, Conflictos, Educación y Derechos Humanos de la Universidad de Granada, que nos ayudaron en la búsqueda y selección de historias para la Colección, llamándonos la atención sobre el antiguo relato de Androcles entre las decenas de mitos, leyendas y cuentos investigados.
Fuentes
- Aesop (1912). Androcles. En The Fables of Aesop, edited by Joseph Jacbos (pp. 60-61). London: Macmillan & Co. Disponible en https://ia601301.us.archive.org/3/items/cu31924053968099/cu31924053968099.pdf
- Marco, A. (2013 Oct 25). Androcles y el león agradecido. Historia de Grecia y Roma. http://www.antiquitatem.com/androcles-y-el-leon-fabula-gelio/
Texto asociado de la Carta de la Tierra
Principio 1a: Reconocer que todos los seres son interdependientes y que toda forma de vida tiene valor, independientemente de su utilidad para los seres humanos.
Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar
Preámbulo: Para seguir adelante, debemos reconocer que, en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común.
Principio 1b: Afirmar la fe en la dignidad inherente a todos los seres humanos y en el potencial intelectual, artístico, ético y espiritual de la humanidad.
Principio 2: Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.
Principio 15: Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración.