El legado
Pueblo Jing – Islas Jing, China
Hubo un tiempo en que el océano era un caos, un lugar donde imperaba el miedo, y los seres acuáticos más débiles y de carne más blanda vivían con el alma en vilo. Los tiburones y las ballenas, en su voraz apetito, tragaban y engullían cantidades masivas de aquellas criaturas más blanditas, y amenazaban con exterminarlas de una vez y para siempre.
Fue entonces cuando el Rey Dragón Marino decidió tomar cartas en el asunto y convocó a todos los seres del océano en el Palacio de Cristal.
Cuando hubieron llegado todos, el Rey Dragón Marino se sentó en su trono y miró a la multitud, enarcando una ceja y estirándose suavemente la barba.
—¿Cómo es que hay tantos peces grandes y tan pocos peces y criaturas chicos? –preguntó mirando a la asamblea.
Las ballenas y los tiburones se echaron a temblar. Conocían bien de lo que era capaz el Rey Dragón Marino en su cólera, y eran conscientes de sus propios desmanes, tanto entre las olas como en las profundidades. Además, estaban muy gordos, y eso les delataba.
—¿Y bien? –dijo el Rey Dragón Marino esperando una respuesta.
De pronto, las criaturas marinas más débiles –camarones, pulpos, cangrejos, calamares y cangrejos herradura– salieron de entre la multitud y se presentaron ante el rey. Y, uno por uno, le fueron contando al soberano de los mares el temor y la angustia en la que vivían, y la tristeza que cubría sus corazones sabiendo que su destino los llevaba a extinguirse a no mucho tardar.
—Me paso el día llorando en los agujeros profundos de los arrecifes –dijo un calamar de tierna carne blanca –, escondiéndome de las ballenas y los tiburones, que han devorado a toda mi familia ya. Y, mientras, el hambre me atormenta… pero no me atrevo a salir de mi escondrijo en busca de alimento, pues sé que esos bárbaros me devorarían también a mí antes siquiera de darme cuenta.
El Rey Dragón Marino levantó la vista y miró con dureza a los tiburones y las ballenas, que, sin dejar de temblar, se pusieron a mirar al techo y a las paredes del Palacio de Cristal, disimulando.
—¿Es cierto esto? –tronó la voz del rey.
Silencio. Los glotones miraban ahora al suelo, intentando pasar desapercibidos, sin atreverse a cruzar su mirada con el gran señor de los mares. Una burbuja brotó involuntariamente de una de las agallas de un tiburón, y éste, sintiéndose delatado al llamar la atención, pensó que su destino estaba sellado.
Pero el señor de los mares no era un ser malvado; de lo contrario, las criaturas marinas no le habrían elegido como rey cuando se fundaron los océanos.
—A partir de ahora –volvió a hablar el Rey Dragón Marino, esta vez en tono calmado–, ballenas y tiburones vais a dejar de alimentaros de estas pequeñas y blandas criaturas que tantas dificultades tienen para nadar…
—Pero, señor –le interrumpió el calamar que había hablado el último–, si no estáis vos para vigilarles, nos van a engullir de todos modos… ¡y nadie se va a atrever a contároslo!
El Rey Dragón Marino volvió a enarcar la ceja mientras bajaba la cabeza, reflexivo. Lo que decía aquel calamar blandito era cierto. ¿Cómo controlar las inmensidades del océano antes de que fuera demasiado tarde y hubiera que lamentar la extinción de alguna de aquellas especies?
—Bien… –dijo el rey levantando la cabeza de nuevo y haciendo señas para que las criaturas más débiles del océano se le acercaran.
Y, hablando en voz baja, dijo:
—A cada uno de vosotros, por especies, os voy a conceder unas defensas.
Las criaturas desamparadas se miraron entre sí sin entender de qué podría estar hablando el rey.
—A vosotros, calamares –continuó el Rey Dragón Marino–, os concedo una bolsa de tinta. Os la vais a esconder en la barriga y, en caso de peligro, tenéis que disparar esa tinta a los ojos de vuestro atacante. Eso le dejará cegado momentáneamente y, entre tanto, podréis escapar.
Los calamares se llenaron de júbilo, mientras el resto de criaturas miraban al rey con semblante esperanzado, anhelando saber cuál sería su defensa.
—A vosotros, cangrejos –prosiguió el señor del mar–, os concedo un par de pinzas. Las llevaréis en las patas delanteras, y con ellas haréis retroceder a vuestros agresores.
Y los cangrejos dieron un brinco y una voltereta de alegría.
—A vosotros, cangrejos herradura, que no veis bien, os concedo una espada, que la llevaréis oculta en la parte de detrás. Con ella, esos glotones no se atreverán a engulliros.
Los cangrejos herradura no pudieron dar una voltereta, pero su regocijo los llevó a elevarse del lecho marino para descender de nuevo suavemente.
—A vosotros, pulpos, que, como los calamares, tenéis un cuerpo suave y tierno, os concedo ocho largas patas, con las que podréis intimidar a vuestros perseguidores, y con las que adquiriréis gran velocidad en la huida.
Y los pulpos se revolcaron de júbilo en la arena.
Finalmente, el Rey Dragón Marino miró a los camarones con ojos tristes y les dijo tiernamente:
—Y a vosotros, camarones, os voy a pedir un favor. Justo es que los tiburones y las ballenas sobrevivan también, pues ellos cumplen un importante papel en los océanos. Y si ahora les resulta mucho más difícil engullir al resto de criaturas débiles, ¿de qué se van a alimentar?
Los camarones bajaron la cabeza, apesadumbrados, sabiendo lo que el Rey Dragón Marino les iba a solicitar.
—A vosotros os pido que seáis el alimento principal de muchas especies en los mares –les dijo compungido–. Pero, a cambio, os concedo que tengáis más de un millón de huevos en cada cría; para, así, no sólo deis sustento a muchos de vuestros hermanos de otras especies en los mares, sino que preservéis vuestra estirpe y no perezcáis.
Y los camarones, con semblante triste, aceptaron su misión responsablemente por el bien de toda la vida en los océanos.
Y, para terminar, el Rey Dragón Marino dijo solemnemente a aquellas criaturas que se congregaban a su alrededor:
—Todas las defensas que os he concedido serán vuestro legado, una herencia que deberéis pasar de generación en generación hasta el final de los tiempos, por vuestro bien y por el bien de vuestros descendientes… así como por el justo discurrir del océano vivo.
Adaptación de Grian A. Cutanda y Xueping Luo (2023).
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
Comentarios
Un relato tradicional como éste sólo podía nacer en un pueblo con una rica cultura pescadora, como es el Pueblo Jing del sur de China.
Su población apenas alcanza las 30.000 personas, pero tienen una cultura bien diferenciada. En primer lugar, por su origen, pues son vietnamitas que se trasladaron en el siglo xvi a las costas de Guangxi, en el sur de China, junto a la frontera de Vietnam; aunque, según la tradición, ya contaban para entonces con alrededor de 500 años de existencia como pueblo. Y, en segundo lugar, por su lengua, básicamente vietnamita, pero con muchas palabras tomadas del cantonés, el zhuang y el mandarín. Sin embargo, según estudios genéticos, esta diferencia lingüística parece no ser «un fenómeno cultural, sino que parece originado por difusión demográfica» (Huang, Zhou et al., 2018, p. 638). Esto apuntaría a que las diferencias lingüísticas no serían tanto un producto de la interrelación entre culturas como de los matrimonios interraciales que hubieran tenido lugar a lo largo de cinco siglos, pues «comparados con los vietnamitas, [los Jing] muestran evidencias de flujo genético de los asiáticos orientales del entorno» (íbid.).
El Pueblo Jing vive en su mayor parte en tres pequeñas islas del Golfo de Tonkin, las islas de Wutou, Wanwei y Shanxin, en la Prefectura de Fangchenggang, una región subtropical con una vida marina exuberante, con más de 700 especies de peces. De ello se aprovechan los pescadores del Pueblo Jing, que dedican gran parte de su tiempo a la pesca de ostras y de caballitos de mar –estos últimos por su valor medicinal en las tradiciones de esta región del mundo.
En cuanto a sus creencias y visión espiritual, los jing son en su mayoría practicantes del taoísmo, si bien con elementos del budismo, pero no por ello dejan de conservar un importante culto a los antepasados y a diversos espíritus de la naturaleza, como el Dios del Mar.
Fuentes
- Facts & Details (2019). Jing minority. Disponible en https://factsanddetails.com/china/cat5/sub30/entry-4364.html
- Huang, X.; Zhou, Q. et al. (2018). The genetic assimilation in language borrowing inferred from Jing People. American Journal of Physical Anthropology, 166(3), 638-648.
- Yao, B. (ed.). (2014). 中国各民族神话 (Mitos de grupos étnicos chinos). Editorial Shuhai.
Texto asociado de la Carta de la Tierra
Principio 8c: Asegurar que la información de vital importancia para la salud humana y la protección ambiental, incluyendo la información genética, esté disponible en el dominio público.
Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar
Principio 4b: Transmitir a las futuras generaciones valores, tradiciones e instituciones, que apoyen la prosperidad a largo plazo, de las comunidades humanas y ecológicas de la Tierra.
Principio 5c: Promover la recuperación de especies y ecosistemas en peligro.
Principio 5e: Manejar el uso de recursos renovables como el agua, la tierra, los productos forestales y la vida marina, de manera que no se excedan las posibilidades de regeneración y se proteja la salud de los ecosistemas.
Principio 9c: Reconocer a los ignorados, proteger a los vulnerables, servir a aquellos que sufren y posibilitar el desarrollo de sus capacidades y perseguir sus aspiraciones.