El saco de tierra
Palestina
Una vez, un rabí muy respetado vio pasar por las calles de Nazaret a una mujer musulmana con su hijo, llevando de las riendas a un burro con un saco vacío sobre su lomo. La mujer iba llorando y el rabí, siendo un hombre compasivo, se acercó a ella para preguntarle qué le sucedía.
—¡Oh, rabí! Mi marido falleció hace pocos meses y, poco antes de morir, me pidió que nunca vendiera nuestras tierras porque, siendo pobres, nuestro hijo podría necesitarlas para cultivarse su propia comida en un futuro.
»Pero, a los pocos días de su muerte –continuó la mujer enjugándose las lágrimas–, el gobernador me envió a un emisario para decirme que quería comprar nuestras tierras para hacer allí una nueva colonia para los judíos. Yo le dije que no podía hacerlo por habérselo prometido a mi marido, así como por el bien de mi hijo, pero el gobernador me mandó entonces una misiva diciéndome que, si me negaba a vender mis tierras, perdería el derecho a toda compensación, porque de todos modos me las iban a arrebatar. Pero no acepté de todos modos»
—¿Y qué pasó entonces? –preguntó el rabí con gesto horrorizado.
—Que vinieron unos colonos y nos echaron a mi hijo y a mí de nuestra casa y de nuestras tierras… –respondió la mujer rompiendo en sollozos de nuevo– y nos dijeron que no volviéramos por allí o lo lamentaríamos. Sólo nos dejaron llevarnos el burro…
El rabí se mordió los labios y se le empañaron los ojos.
—No desesperes –dijo cuando se recompuso y pudo hablar–. Yo conozco al gobernador. Veré lo que puedo hacer.
Dando cobijo a la mujer y al niño en su propia casa, el rabí partió hacia el edificio del gobernador y pidió audiencia con él. El gobernador, que tenía en alta estima al rabí, lo recibió de inmediato, y el rabí pasó a explicarle el motivo que le había llevado allí, pidiéndole que revocara su decisión y que hiciera salir a los colonos de las tierras de aquella viuda. El gobernador se negó a complacerle e intentó explicarle las necesidades que aquejaban a los nuevos pobladores judíos.
—Las injusticias prosperan en los semilleros de la injusticia –le dijo el rabí mirándole severamente–. No podéis hacer eso con nadie, y no saquéis la excusa de que es una gentil.
Pero el gobernador no quiso dar su brazo a torcer, de modo que el rabí le emplazó a que acudiera a la casa y las tierras de la viuda aquel mismo día al atardecer. Después, regresó a su casa e invitó a la mujer y a su hijo a que le acompañaran con el burro y el saco de vuelta a sus tierras.
El gobernador, confuso con lo sucedido, hubiera preferido zanjar el asunto y olvidarse de todo tras el desencuentro con el rabí. Pero éste era un hombre sumamente respetado en su comunidad debido a su sabiduría y su bondad, por lo que finalmente decidió ir a su encuentro en la casa de la mujer a la que había desahuciado.
Cuando llegó se los encontró a todos allí, incluidos los colonos a los que había entregado las tierras de la mujer.
—Si vais a reafirmaros en vuestra decisión –le dijo el rabí al gobernador–, hacedle al menos un regalo a esta mujer. Entregadle, por lo menos, este saco lleno con la tierra que fue suya.
Y el rabí le tendió al gobernador el saco que había llevado el burro en su lomo hasta aquel momento.
—No entiendo a qué viene esto –respondió el gobernador haciéndose el ofendido–. ¿Y por qué no le decís a ella misma que llene su saco de tierra?
—Si no lo hicierais vos mismo, el regalo perdería su valor –respondió el rabí mirándole fijamente.
El gobernador, mirando molesto al rabí, tomó el saco de sus manos y agarrando una pala de los colonos, comenzó a echar tierra en él.
Cuando el saco estuvo lleno, intentó levantarlo para llevárselo a la viuda musulmana, pero no tuvo fuerza suficiente para despegarlo del suelo.
—La tierra… pesa demasiado –se quejó.
Y el rabí le dijo:
—Si un solo saco de tierra que estáis dispuesto a devolver a sus legítimos dueños os resulta tan pesado, ¿cómo va a llevar vuestra alma la carga de todas las tierras que les habéis arrebatado violentamente?
Estupefacto, el gobernador soltó el saco y, enderezándose, bajó los ojos, mudo de estupor. Y, al cabo de unos segundos, se dirigió a la mujer y a su hijo y les pidió perdón, dando finalmente orden a los colonos de que abandonaran aquellas tierras.
Adaptación de Grian A. Cutanda (2024).
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
Comentarios
Esta historia es una adaptación de un cuento palestino del Arab Educational Institute de Belén titulado «The Bag of Sand» (El saco de arena). El cuento original está situado en Bagdad, durante el reinado del califa abasí Al-Mansur, entre 754 y 775 e.c., y, en él, quien ayuda a la viuda y al niño es Abdullah al-Mustakim, un juez sabio y justo que hizo retractarse al propio califa de la expropiación de las tierras de la mujer.
Sin embargo, en nuestra adaptación hemos aprovechado la idea de otro relato palestino de la misma institución titulado «The Rabbi and the Moslem» (El rabí y el musulmán), en el que un tendero palestino acude a un rabino judío para pedirle que le ayude ante el robo en su tienda de un anillo de oro, robo perpetrado por otro judío. En esta historia, el rabino hace llamar al judío ladrón y le obliga a devolver lo robado al tendero palestino.
Entre estas dos historias hemos compuesto la adaptación que se ofrece arriba convirtiendo al juez bagdadí en un rabino y al califa en un gobernador judío en Palestina. También lo hemos situado lejos de Bagdad, concretamente en Nazaret, a escasos 25 kilómetros del límite palestino de Cisjordania, donde los colonos judíos siguen arrebatando territorios a los palestinos con el beneplácito de las autoridades hebreas.
Y hemos querido incluir este relato en el actual volumen de The Earth Stories Collection como una forma de protesta ante lo ocurrido en los últimos tiempos en esta zona del planeta. A este respecto queremos manifestar, desde nuestro más profundo y sincero respeto y valoración de las culturas hebrea y árabe, judía y musulmana, y de los pueblos israelí y palestino:
- Que los asesinatos de más de 1.200 personas –junto con la toma de más de 250 rehenes– perpetrados por Hamás el 7 de octubre de 2023 fueron y siguen siendo a día de hoy (8 diciembre 2024) una atrocidad injustificable.
- Que los asesinatos de más de 44.000 personas en Gaza –junto con los 11.000 palestinos desaparecidos– perpetrados por el ejército de Israel desde el 7 de octubre de 2023 fueron y siguen siendo una atrocidad injustificable. Podríamos decir que una atrocidad sistemáticamente prolongada.
En el Talmud judío, concretamente en la Mishná, Sanedrín 4, 5, dice:
Sólo un hombre [Adán] fue creado en el mundo, para enseñarnos que, con solo un alma que un hombre haga perecer, la Escritura se lo imputará como si hubiera hecho perecer a todo un mundo; y con solo un alma al que le salve la vida un hombre, la Escritura se lo imputará como si hubiera salvado a todo un mundo. (Grian, 2003, p. 109)
Por su parte, en el Corán musulmán, concretamente en Qorán 5. 32, dice:
Por esta razón, prescribimos a los Hijos de Israel que quien matara a una persona que no hubiera matado a nadie ni corrompido en la tierra, fuera como si hubiera matado a toda la Humanidad. Y que quien salvara una vida, fuera como si hubiera salvado las vidas de toda la Humanidad. (ibid.)
En los textos sagrados de ambas religiones nos encontramos con el mismo precepto.
El que tenga oídos que oiga.
Fuentes
- Arab Educational Institute (1999). Moral Stories from Palestine. Bethlehem: Culture Palestine Series. http://www.palestine-family.net/index.php?nav=5-12 (Accedido el 27 Sep 2013)
- Grian (2003). La rosa de la paz. Barcelona: Ediciones Obelisco.
Texto asociado de la Carta de la Tierra
Principio 3a: Asegurar que las comunidades, a todo nivel, garanticen los derechos humanos y las libertades fundamentales y brinden a todos la oportunidad de desarrollar su pleno potencial.
Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar
Preámbulo – La situación global: Las comunidades están siendo destruidas. Los beneficios del desarrollo no se comparten equitativamente y la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando. La injusticia, la pobreza, la ignorancia y los conflictos violentos se manifiestan por doquier y son la causa de grandes sufrimientos. Un aumento sin precedentes de la población humana ha sobrecargado los sistemas ecológicos y sociales. Los fundamentos de la seguridad global están siendo amenazados. Estas tendencias son peligrosas, pero no inevitables.
Principio 3b: Promover la justicia social y económica, posibilitando que todos alcancen un modo de vida seguro y digno, pero ecológicamente responsable.
Principio 9c: Reconocer a los ignorados, proteger a los vulnerables, servir a aquellos que sufren y posibilitar el desarrollo de sus capacidades y perseguir sus aspiraciones.
Principio 12: Defender el derecho de todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías.
Principio 13: Fortalecer las instituciones democráticas en todos los niveles y brindar transparencia y rendimiento de cuentas en la gobernabilidad, participación inclusiva en la toma de decisiones y acceso a la justicia
Principio 13d: Instituir el acceso efectivo y eficiente de procedimientos administrativos y judiciales independientes, incluyendo las soluciones y compensaciones por daños ambientales y por la amenaza de tales daños.
Principio 13e: Eliminar la corrupción en todas las instituciones públicas y privadas.