Lobos en el vecindario
Pueblo Naukan – Siberia, Rusia
En la cultura occidental, los viejos cuentos infantiles nos pintan a los lobos como seres malignos y peligrosos; y, aunque no cabe duda de que se trata de animales fieros, no obstante es bien cierto que tal fama es inmerecida. Eso transmiten, además, los relatos de otros pueblos del mundo que han tenido un contacto más directo y prolongado con los lobos.
Aún no hace un siglo, en la aldea de Nynyamo, en los territorios del extremo oriente de Siberia, un anciano del Pueblo Naukan contaba una antigua historia de lobos que, según decía, le había contado a él su abuela. Según el relato, en la tundra de Enmelenskaya, vivía una humilde familia de pastores de renos con un rebaño ciertamente exiguo. Dado que no tenían vecinos, no podían mezclar sus renos con otros rebaños, para hacerlos así crecer y mejorar sus condiciones de vida; pero, al menos, tenían lo justo y suficiente para alimentarse con la carne de los renos y vestirse con sus pieles.
Los únicos vecinos que tenían en las desoladas extensiones árticas era una manada de lobos, cuya madriguera se hallaba en las laderas de una elevada montaña en dirección al mar. Pero, curiosamente, a pesar de que el rebaño del viejo pastor pacía en las cercanías de aquella montaña, los lobos nunca habían atacado a sus renos y la familia había terminado por considerar a los lobos como unos buenos vecinos, al punto que, toda vez que sacrificaban a alguno de sus renos, siempre les dejaban carne fresca en las inmediaciones de la madriguera, para hacerles saber que valoraban su comedida actitud.
De todos modos, y con el fin de que los renos no se desperdigasen por la tundra, los dos hijos varones del pastor cuidaban del ganado durante el día y él mismo acudía a sustituirles cuando se aproximaba la noche.
Un día, los dos hijos llegaron corriendo a la cabaña de la familia, con los ojos empañados en lágrimas.
—¡Dos lobos han espantado a los renos y no hemos podido darles alcance! ¡Han desaparecido! –dijeron con el rostro desencajado por la preocupación.
El pastor se pertrechó con su mejor ropa de abrigo y provisiones, y partió en busca de lo que pudiera quedar del rebaño. Siguiendo sus huellas, no tardó en descubrir los cadáveres a medio devorar de dos renos, mientras, en las cercanías, el resto del pequeño rebaño deambulaba desorientado.
El hombre reagrupó a los animales, cargó en el trineo los dos cadáveres de los renos muertos y regresó a casa. Una vez allí, entre los cuatro miembros de la familia despellejaron los cuerpos y prepararon la carne y, acto seguido, el pastor cargó en el trineo de nuevo la carne de los dos renos y se dirigió a la montaña donde los lobos tenían su guarida.
—¡Hola! ¿Hay alguien aquí? –dijo levantando la voz cuando llegó a las inmediaciones de la madriguera– Los lobos mataron a dos de mis renos… y he pensado que quizás nos los podríamos repartir… Al fin y al cabo, ¡qué más da ahora!
En la entrada de la madriguera le pareció entrever dos ojos brillantes, y un instante después escuchó:
—Pase a nuestro hogar, por favor.
El pastor entró y se sorprendió enormemente al ver el espacioso interior de la madriguera, que estaba muy bien iluminada. Casi parecía una cabaña.
—Lamento mucho lo que mis hijos le han hecho –le dijo humildemente un lobo grande, de un color casi blanco, con la parte superior del lomo gris–. Les tengo dicho a mis hijos que dejen a sus renos en paz, que su rebaño es pequeño y todos merecemos un sustento. ¡Pero mis hijos no escuchan!
El lobo guardó silencio por un instante, mirando a los ojos al pastor, compasivo, y añadió:
—Sí, han sido mis hijos quienes han atacado y dispersado a sus renos. Por favor, siéntese aquí con nosotros. Mis hijos están a punto de llegar.
No mucho más tarde, el pastor escuchó un rumor en el exterior y, poco después, dos lobos jóvenes entraron en la madriguera.
—¿Qué habéis hecho? –les espetó el lobo adulto con un gruñido que le erizó la piel al pastor– ¿Cuántas veces os he dicho que dejéis en paz el rebaño de este hombre? ¿Por qué teníais que causar tantos trastornos a esta familia? ¿O es que sois tan cobardes que no os atrevéis a alejaros de casa para buscar comida?
Los dos lobos jóvenes bajaron la cabeza y escondieron el rabo entre las piernas, sabiendo que, ante su padre, no quedaba otra opción que el sometimiento, y más sabiéndose culpables de no haber seguido las indicaciones de sus mayores.
Pero aquella actitud sumisa no aplacó al gran lobo.
—¿Acaso esta familia no nos ha traído comida cada vez que sacrificaban alguno de sus renos? –les gritó en medio de un gruñido atronador– ¿Es así como tratamos a unos buenos vecinos?
El pastor estaba impresionado con la furia de la reprimenda que el lobo había descargado sobre sus hijos.
—Pues, bien –prosiguió el lobo adulto–, esta noche os vais a ir lejos, hacia el norte, donde vive aquel pastor de renos rico. Tiene un rebaño inmenso, y casi no le presta atención. De modo que vais a ir allí y vais a conducir hasta aquí un buen rebaño de renos… ¡aunque no demasiados! ¡No os excedáis! … para que se junten con el rebaño de esta familia.
Y añadió con firmeza:
—¡Ésta es mi palabra!
Y tras despedir amablemente al pastor y pedirle que esperara en casa a los acontecimientos, se volvió a sus hijos y les dijo:
—¡Ahora, comed bien, ataviaos para el trabajo y partid!
El hombre regresó a casa y le contó a su familia lo que había sucedido, y aquella misma noche, cuando las primeras luces del alba perfilaron el horizonte, la mujer del pastor se despertó con el leve rumor de unas pisadas lejanas. Se levantó de la cama sin hacer ruido y se asomó a la puerta de su hogar. Y, de pronto, abrió los ojos sin dar crédito a lo que veía: un gran rebaño de renos se acercaba a la cabaña conducido por dos lobos que, como si se tratara de perros pastores, no dejaban que se salieran del grupo.
En aquel momento, el pastor se unió a su mujer en la puerta de la casa, y aún pudo observar a los dos lobos alejándose hacia la montaña.
—Estos renos… ¿son ahora nuestros? –preguntó la mujer todavía atónita.
—Nuestros propios renos, los que sobrevivieron, están entre ellos –respondió el hombre–. Los lobos los han juntado y nos los han traído a la puerta de casa.
Aquella misma tarde, la familia sacrificó a dos renos y se los llevaron, ya limpios, a la familia de lobos del vecindario. Y así hicieron cada vez que tenían que sacrificar renos para alimentarse y vestirse, y los lobos nunca más volvieron a atacar el rebaño de la familia de pastores.
Con el tiempo, otros pastores pobres con pequeños rebaños se acercarían a la tundra de Enmelenskaya para juntar sus rebaños con los de la familia, con lo que todos los pastores pudieron beneficiarse de aquel rebaño grande que, de la noche a la mañana, había aparecido en el lugar.
—Y las gentes de la costa comenzaron a visitar a los pastores de renos –concluía siempre su relato el anciano naukan de la aldea de Nynyamo–. Éstos les proporcionaban carne y pieles, y las gentes de la costa traían consigo impermeables de tripa de foca, botas, escarpines y grasa de animales marinos. Los hijos del pastor de renos se hicieron mayores y se casaron, y tuvieron muchos hijos; y, en la tundra, se incrementó el número de pastores.
Y el hombre concluía siempre su relato diciendo:
—Este cuento se lo escuché a mi abuela.
Mientras, entre los lobos de la región, se transmitió de generación en generación la historia de cómo los lobos nunca volvieron a pasar hambre en la tundra de Enmelenskaya.
Adaptación de Grian A. Cutanda, a partir del relato del anciano naukan Ykaluk (2023).
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
Comentarios
Según acredita Alexander Dolitsky en su magnífico libro, Ancient Tales of Chukotka, esta historia la contó en 1971 un habitante de la aldea de Nynyamo, Ykaluk, de 65 años, un hombre que hablaba en lengua naukan. Su relato se grabó en un magnetófono y lo tradujo al ruso G. A. Menovshchikov, con la ayuda de la hija de Ykaluk, Alma Ykaluk-Ivanova.
El Pueblo Naukan es uno de los tres grupos culturales –Chaplino, Sireniki y Naukan– en que se suele dividir a la etnia Yupighyt o Yupiks de Siberia, así llamados por estar estrechamente emparentados con el Pueblo Yupik de Alaska, emparentados a su vez con el Pueblo Inuit del norte de Canadá y Groenlandia. Todos ellos hablan las denominadas lenguas esquimo-aleutianas, si bien una de estas lenguas, la del Pueblo Sireniki, se extinguió con la muerte de su último hablante, en 1997. De todos modos, se trata de lenguas que se hallan en grave peligro de extinción, debido a que sólo las hablan ya los miembros más mayores de estas etnias y, como ocurre con la lengua naukan, muchas de ellas no se transmiten en las escuelas (Naukan Yupik language, 2023). De hecho, la lengua naukan sólo la hablaban, en el año 2010, en torno a 70 personas (ELP, s.f.).
Las evidencias arqueológicas indican que el Pueblo Naukan habita en la Península de Chukotka, en el Mar de Bering, desde hace alrededor de 2.000 años, tiempo suficiente como para conocer a sus vecinos lobos y valorar su presencia.
Por desgracia, y quizás debido a unos relatos tradicionales tendenciosos, que generaron un evidente prejuicio contra el lobo en las sociedades de los países occidentales, sigue habiendo polémicas en nuestros días toda vez que se reintroduce a estos animales en sus antiguos ecosistemas. Un ejemplo de ello lo tenemos en España, donde los ganaderos de Castilla y León se enfrentaron en 2022 al Tribunal Constitucional por anular algunos apartados de una ley que buscaba blindar la caza del lobo al norte del Río Duero y permitir, en palabras de los propios ganaderos, “que el lobo les eche”» (Francés, 2022).
Es evidente que existe mucha ignorancia en determinados sectores de las sociedades con respecto al verdadero papel que el lobo juega en los ecosistemas. A este respecto, sugerimos el estudio de lo sucedido en el ecosistema del Parque Nacional de Yellowstone, en Estados Unidos, desde que se aniquiló al lobo en 1926 y desde su reintroducción en 1995 (Cutanda, 2023; Hope, 2023; One Minute Explore, 2021).
Queremos mostrar nuestro más encarecido agradecimiento a nuestro colaborador Martí Plá, por su magnífico trabajo en la búsqueda y selección de historias siberianas, entre las cuales se encontraba este hermoso relato.
Fuentes
- Cutanda, G. A. (2023 Nov 20). Dime cómo ves el mundo y te diré lo que has hecho con él (2): Interdependencias. Midnight Sun – El Sol de Medianoche [pódcast]. Disponible en https://www.patreon.com/posts/006-20-11-203-el-93266215
- Dolitsky, A. B. (2019). The Reindeer Herder and the Wolves’ Family. In Ancient Tales of Chukotka (pp. 30-31). Juneau, AK: Alaska-Siberia Research Center.
- ELP (s.f.). Naukan Yupik. Endangered Languages Project. Disponible en https://www.endangeredlanguages.com/lang/1714
- Francés, J. (2022 Jul 15). Ganaderos de Castilla y León cargan contra el TC por permitir «que el lobo les eche». El Confidencial. Disponible en https://www.elconfidencial.com/espana/2022-07-15/ganaderos-constitucional-lobo-ley-caza_3461350/
- Hope (2023 Nov 7). Cómo los lobos cambiaron el curso de los ríos. YouTube [vídeo]. https://youtu.be/5QvtYwyHpfc
- Naukan Yupik language (2023 Sep 25). En Wikipedia. Disponible en https://en.wikipedia.org/wiki/Naukan_Yupik_language
- One Minute Explore (2021 Ene 5). Los lobos salvaron el Parque Nacional de Yellowstone – The Northern Range. YouTube. https://youtu.be/fTPt70vA39k
Texto asociado de la Carta de la Tierra
Principio 8a: Apoyar la cooperación internacional científica y técnica sobre sostenibilidad, con especial atención a las necesidades de las naciones en desarrollo.
Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar
Principio 2b: Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.
Principio 3b: Promover la justicia social y económica, posibilitando que todos alcancen un modo de vida seguro y digno, pero ecológicamente responsable.
Principio 8b: Reconocer y preservar el conocimiento tradicional y la sabiduría espiritual en todas las culturas que contribuyen a la protección ambiental y al bienestar humano.
Principio 9b: Habilitar a todos los seres humanos con la educación y con los recursos requeridos para que alcancen un modo de vida sostenible y proveer la seguridad social y las redes de apoyo requeridos para quienes no puedan mantenerse por sí mismos.
Principio 12: Defender el derecho de todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye la dignidad humana, la salud física y el bienestar espiritual, con especial atención a los derechos de los pueblos indígenas y las minorías.
Principio 15c: Evitar o eliminar, hasta donde sea posible, la toma o destrucción de especies por simple diversión, negligencia o desconocimiento.
Principio 16b: Implementar estrategias amplias y comprensivas para prevenir los conflictos violentos y utilizar la colaboración en la resolución de problemas para gestionar y resolver conflictos ambientales y otras disputas.
Principio 16f: Reconocer que la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual somos parte.