Naiguatá y las gaviotas

Pueblo Caribe Caraca – Venezuela

 

Dicen que el cacique de los caracas, una de las tribus caribes que poblaban las regiones costeras, era un hombre soñador. Quizás aquello le viniera del nombre que le habían dado sus progenitores, Naiguatá, que significaba «pico» o «atalaya» en su lengua, pues lo cierto es que su mirada se perdía en el horizonte azul del Caribe todos los atardeceres desde las laderas de la cordillera de la costa.

Fornido y de constitución robusta, era la imagen que cabría esperar de un jefe guerrero caribe. Sin embargo, era de carácter afable y poco dado al alarde y el conflicto, silencioso y proclive a la vida contemplativa. De hecho, desde muy joven había sido entrenado como piache o chamán, al ver en él las características de un hombre de poder, capaz de curar enfermedades, pero también de tener visiones de futuro. Y no sólo eso: también se decía que era capaz de conversar con los animales, los árboles y las plantas.

Quizás esto explicara los largos períodos que pasaba contemplando a las gaviotas y relacionándose con ellas. Las miraba danzar con las brisas del mar como un enamorado, extasiado con los giros, los picados y las cabriolas de su vuelo. Incluso, decían que era capaz de interpretar sus movimientos en el cielo para presagiar el futuro, dependiendo de las danzas que representaran las aves con el viento.

Un día, llegó un numeroso grupo de aquellos forasteros que pocos años atrás habían aparecido por sus costas; unos emigrantes que parecían avergonzarse de sus cuerpos, pues siempre iban cubiertos con tejidos y metales. El cacique de ellos, al que los forasteros llamaban «capitán», se presentó ante Naiguatá diciendo que se llamaba Juanrodriguezsuárez, lo cual se le antojó a Naiguatá un nombre demasiado largo para un cacique. Pero, entendiendo que no era asunto suyo lo que los forasteros quisieran hacer con sus cuerpos y con sus nombres, Naiguatá indicó a las gentes de su tribu que los trataran de forma amable y hospitalaria.

Les ofrecieron yuca y maíz, y también pescado recién sacado de las olas, mientras los forasteros les ofrecían a cambio algunas cuentas de colores y «espejitos», que hacían las delicias de los niños en la tribu –aunque también de algunas de las jóvenes en edad núbil, que gustaban de mirar sus rostros durante horas en aquellos cristales mágicos.

Pero hubo un día en que las buenas relaciones con aquellos extranjeros se torcieron. Aquel día, Naiguatá había salido temprano en dirección al Guaraira-Repa-no, la cordillera que se elevaba a espaldas de la costa; y, cuando regresó, le contaron que los forasteros habían estado allí y que uno de ellos había matado a una gaviota con una de aquellas gruesas y atronadoras cañas de fuego. Luego, le mostraron el cadáver del animal.

Naiguatá tomó el cuerpo de la gaviota delicadamente entre sus manos, y una lágrima asomó en sus ojos, mientras un fuego visceral se abría paso en su interior en un arrebato de furor.

Sin pronunciar ni una sola palabra, Naiguatá se fue con la ensangrentada gaviota al campamento de los forasteros. Sabía dónde encontrarles. Desde las alturas del Guaraira-Repa-no se podía ver todo, de modo que no le costó mucho dar con ellos.

En cuanto llegó, le salió al encuentro el cacique, Juanrodriguezsuarez, y Naiguatá, colérico, le exigió que le entregara al estúpido de su tribu que había dado muerte a la gaviota. El «capitán» se irguió arrogantemente y, poniendo la mano en la empuñadura de su espada, le dijo a Naiguatá. levantando la voz:

—¡No te voy a entregar a ninguno de mis hombres por la muerte de una asquerosa gaviota! No sé a qué viene tanto alboroto por un estúpido animal.

Y aún no había terminado de pronunciar aquellas palabras cuando, alertados por las voces, no menos de diez extranjeros llegaron con sus cañas de fuego. En actitud amenazadora, se situaron junto a su jefe, mirando con dureza al caribe.

Naiguatá no dijo nada. Simplemente, les devolvió la mirada uno a uno y, dando media vuelta, se alejó de allí con la ensangrentada gaviota.

Aquella misma noche, cuando los forasteros estaban durmiendo, Naiguatá y sus caracas llegaron en el más absoluto silencio al campamento de los emigrantes y, tras poner a dormir a los centinelas, despertaron con el cuchillo en el cuello a todos los intrusos.

No tardaron mucho en apoderarse de las armas de los forasteros y en encontrar al autor del arcabuzazo que había dado muerte a la gaviota. Y tras maniatarlo, Naiguatá miró al «capitán» a los ojos con una mirada fiera, sin pronunciar palabra alguna, en una silenciosa advertencia de que no intentara seguirle. Y el «capitán» comprendió de inmediato la advertencia, siendo consciente de que Naiguatá podría haber matado a los centinelas y a todos sus hombres en el campamento sin levantar revuelo alguno, y no lo había hecho.

Al día siguiente, por la mañana, el forastero que había matado a la gaviota se hallaba sobre una gran roca en la orilla del mar, aún maniatado y con mirada temerosa. Frente a él, Naiguatá estaba debatiéndose en su interior sobre qué iba a hacer con él, qué clase de castigo le impondría. Se le pasó por la cabeza incluso el darle muerte por su soberbia y su estupidez al asesinar de forma tan gratuita y absurda a un ser tan fascinante y maravilloso. Pero comprendió de inmediato que no podía dejarse llevar por aquel furor ardiente que le había invadido al ver a la gaviota muerta.

—¿Qué voy a hacer contigo? –le dijo reflexivamente al forastero, con una mirada pétrea.

Y, en aquel mismo instante, una bandada de gaviotas, extraordinariamente numerosa, se cernió sobre ellos en el cielo. Las gaviotas cubrieron con su sombra al asustado forastero, y Naiguatá se quedó observando a sus amigas sobre sus cabezas.

Su mirada se suavizó y, un instante después, cerró los ojos comprendiendo. Bajó la cabeza y, mientras las gaviotas se alejaban en distintas direcciones, abrió de nuevo los ojos para mirar al extranjero.

—Te voy a dejar libre –le dijo–, porque las gaviotas te han perdonado y no quieren que sufras mal alguno.

Y, endureciendo de nuevo su mirada al punto que el extranjero se sumió en el pavor, añadió:

—Pero, como vuelvas a quitar una vida sin necesidad, si no es por hambre y para sobrevivir, iré a buscarte y haré que te comas tu caña de fuego.

Los españoles se sorprendieron mucho al ver regresar al campamento al asesino de gaviotas. Estaban convencidos de que los caracas lo iban a sacrificar y, de hecho, eso fue lo que contaron después en sus crónicas, donde siempre intentaron dejar a los pobladores de la zona por salvajes sin escrúpulos, mientras exageraban los detalles de sus incidentes para aparentar ser más «civilizados» y «heroicos» que los pueblos invadidos. Al fin y al cabo, la historia la escriben siempre los que terminan imponiendo su cultura y sus visiones de las cosas.

En cuanto a Naiguatá, aún tendría que sacar a relucir su faceta guerrera pocos años más tarde, pero pasaría a la historia de su pueblo, e incluso a la historia de los invasores, como un líder prudente y conciliador, sabio y respetado por todos.

Ya viejo, desapareció un día y nadie lo encontró jamás. Algunos dicen que se convirtió en gaviota.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2025).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Es para mí (GC) un honor haber escrito esta adaptación de la historia de Naiguatá. En primer lugar, porque, a pesar de ser españoles mis progenitores, yo nací en las tierras que otrora pertenecieron a los caracas. Y, en segundo lugar, porque el nombre de Naiguatá lo tengo asociado a los recuerdos más maravillosos de una infancia prodigiosa. Pues, de niño, solía ir con mi familia a nadar a las maravillosas playas caribeñas de la población de Naiguatá, al norte de Caracas. Quizás esta población deba su nombre al hecho de que fuera allí donde vivió el legendario cacique caribe.

Y, tras señalar todo esto, quiero justificar el hecho de haber compuesto una adaptación de un relato de los pueblos originarios de las Américas, para que no se me acuse de haber caído en la falta de la apropiación cultural. En The Earth Stories Collection intentamos ser muy escrupulosos a la hora de determinar si podemos hacer una adaptación o no de un relato tradicional, y tenemos la norma de no hacer adaptaciones de historias de aquellos pueblos que sufrieron con la colonización europea en distintas partes del globo.

Sin embargo, en este caso, y por desgracia, no existe ya el Pueblo Caribe Caraca del que Naiguatá fuera líder. De hecho, de los pueblos caribes, sólo quedan aquellas tribus que lograron sobrevivir en unas pocas islas del Caribe, concretamente en Dominica y Guadalupe, a los que se denomina actualmente kalinagos. En el resto de casos, las tribus caribes se fusionaron con otros pueblos originarios, en Venezuela, Brasil y las Guayanas, con los propios españoles que invadieron la región del Caribe e, incluso, con los esclavos africanos traídos a América por los europeos, dando lugar a los garífunas o «caribes negros» de la Isla de San Vicente.

Como señalan Antczak et al. (2020), la continuidad histórica de algunas de las comunidades indígenas de las que se hablan en las crónicas del siglo xvi persistió hasta bien entrado el siglo xx, «cuando el mestizaje biológico y cultural prácticamente borró su sentido de identidad indígena» (p. 519). Todo esto en unas poblaciones aborígenes terriblemente diezmadas –textualmente– por las enfermedades traídas por los españoles, pues las epidemias de viruela de 1580-1581 y de 1587-1590 «en vastas áreas del norte de América del Sur acabaron con el 90% de la población indígena» (ibid., p. 523).

Podría decirse, sin caer en la más mínima exageración, que los caribes no fueron vencidos por los conquistadores españoles, sino por las enfermedades que éstos les inocularon.

Así pues, no habiendo representante alguno del Pueblo Caribe Caraca a quién pedir permiso ni a quién pedir una adaptación para incluir esta leyenda en nuestra Colección, quise asumir la adaptación de este relato de Naiguatá a modo de pago y retribución por la deuda colectiva que, como español de sangre, tengo con el pueblo que cuidó de la tierra donde yo nací. Sirva este relato como punto de partida para la inexcusable petición de perdón que algún día tendrán que hacer los representantes de la nación española ante todos los pueblos de las Américas a los que tanto daño hicieron.

En cuanto al personaje, su pueblo y su historia, sabemos que los territorios de Naiguatá y sus caracas se extendieron desde la región de la actual Caracas y su litoral hasta la ciudad que conocemos hoy como Puerto la Cruz, en el este de Venezuela. Como señala Villalba (2009):

Los conquistadores ya venían haciendo uso del término Caracas, para significar con él no sólo a una vasta región que delimitaba una provincia –también llamada de Venezuela– por ellos creada, además y especialmente, querían referirse a los temibles indios Caracas.

Al final, los invasores españoles terminarían denominando «caracas» a «cualquier etnia o pueblo aborigen que los confrontara con determinación» (ibid.).

En cuanto al supuesto encuentro que, según la leyenda, tuvo lugar entre Naiguatá y el capitán Juan Rodríguez Suárez, éste debió tener lugar, en todo caso, en el verano de 1561. Pues se sabe que el militar español entró en los territorios de los caracas a finales de junio de 1561 y que falleció a finales de septiembre del mismo año a manos de otro pueblo aborigen de la región noroccidental del centro de Venezuela, en el actual Estado de Lara.

 

Fuentes

  • Antczak, A. T.; Biord Castillo, H.; Rivas, P. y Antczak, M. M. (2020). History of the indigenous peoples of the sixteenth-century province of Caracas, Venezuela. Colonial Latin American Review, 29(4), pp. 518-553.
  • Colotordoc (2012 Ene 12). Naiguatá. Ambos lados del Atlántico. http://caracasylondresmedieval.blogspot.com/2012/01/naiguata.html
  • Natera Amundarain, F. (2020). El cacique Naiguatá. Scribd. Disponible en https://es.scribd.com/document/471740391/EL-CACIQUE-NAIGUATA
  • Reyes, A. (1953). Caciques aborígenes venezolanos (3ª ed.). Caracas: Imprenta Nacional.
  • Villalba, F. (2009). El libro de Caricuao. Caracas: Centro Nacional de Historia. Disponible en https://issuu.com/centronacionaldehistoria/docs/libro_caricuao_villalba/23

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 15c: Evitar o eliminar, hasta donde sea posible, la toma o destrucción de especies por simple diversión, negligencia o desconocimiento.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Preámbulo: Para seguir adelante, debemos reconocer que, en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común.

Preámbulo – Responsabilidad universal: Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales.

Preámbulo – Responsabilidad universal: Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud.

Preámbulo – Responsabilidad universal: El espíritu de solidaridad humana y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.

Principio 16: Promover una cultura de tolerancia, no violencia y paz.