Por qué no podemos verlos

Cristianismo islandés

 

No muchos años después de que creara el mundo, Dios regresó al Paraíso para hacer una visita a Adán y Eva. Éstos se alegraron sinceramente al verle, cosa que satisfizo al Supremo Hacedor, pero éste se percató también de la existencia de una leve sombra de preocupación e incomodidad en sus rostros. Con todo, no dijo nada por no violentarlos, e intentó facilitar la situación sugiriéndoles que le mostraran todas las cosas que habían inventado para hacer su vida más agradable.

Eva y Adán le enseñaron las cabañas de madera que se habían construido en las copas de un frondoso y enorme árbol, y le mostraron también los utensilios que se habían fabricado para facilitar los trabajos cotidianos. Sin embargo, Dios se extrañó de que no le presentaran a sus hijos, siendo evidente que había más utensilios y cachivaches por aquí y por allí de los que pudieran necesitar dos personas. Así que, finalmente, y dado que ellos no decían nada al respecto, el Creador les pidió que le presentaran a sus hijos.

En ese momento, la expresión de incomodidad en los dos humanos se hizo del todo patente.

—Sí, claro –dijo Eva con una sonrisa forzada–. Guardábamos esta sorpresa para el final –añadió, mientras veía cómo Adán se iba calladamente en dirección al río.

Al cabo de un par de minutos, Adán regresó con dos niños y dos niñas de edades no muy distintas y se los presentó al Todopoderoso. Dios les sonrió con afecto y, agachándose a su altura, los abrazó tiernamente, para preguntarles después cómo se llamaban. Al cabo, se puso en pie de nuevo y preguntó a los dos adultos:

—¿Éstos son todos vuestros hijos? ¿No falta ninguno aquí?

Eva y Adán tragaron saliva y esbozaron una sonrisa profundamente incómoda.

—No –respondió Adán con la voz entrecortada–. No falta ninguno.

Sin embargo, otros tantos niños habían quedado a orillas del río, niños que el primer hombre y la primera mujer no se habían atrevido a mostrar al Hacedor. Eran conscientes de que habían tenido demasiados hijos en muy poco tiempo y, aquel día, como tantos otros, no habían tenido tiempo siquiera de lavarlos a todos y darles los cuidados que precisaban, de modo que sólo le habían mostrado a Dios a aquéllos que en mejores condiciones y más presentables estaban.

Dios miró a Adán y a Eva con una mirada triste y dijo:

—Lo que el ser humano le oculta a Dios, Dios lo ocultará a los ojos humanos.

Con el tiempo, los niños que Eva y Adán no habían mostrado al Todopoderoso terminarían haciéndose invisibles, y establecerían sus moradas en montículos, colinas y parajes rocosos, en bosques, lagos y ríos. De ellos descienden los elfos, en tanto que los seres humanos procedemos de aquellos cuatro hijos que Adán y Eva sí le mostraron a Dios. Éste es el motivo por el cual los seres humanos sólo podemos ver a los elfos cuando ellos mismos deciden dejarse ver.

Algunos dicen que aquel lejano día en el Paraíso, cuando se marchó del lugar donde vivían los primeros seres humanos, Dios caminó largo tiempo cabizbajo, con las manos en la espalda, pensando que quizás debería haber diseñado de otra manera el método de procreación de los seres humanos y las necesidades y cuidados que éste exige.

—Eso tendrán que aprenderlo por sí solos –murmuró para sí a la postre con un suspiro compasivo.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2024).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

En la versión de este relato de Arnason (1864) en la que nos hemos basado, la carga de la culpa, así como la carga del cuidado de los hijos, recae sobre el personaje de Eva. En esta nueva versión, hemos hecho los cambios oportunos para actualizar la historia y adecuarla a los nuevos enfoques educativos y al actual contexto social e histórico.

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El sincretismo religioso de algunos de los antiguos pobladores de Islandia se hace patente en este relato, donde se combinan elementos judeo-cristianos, como los aparecidos en el relato del Génesis, con elementos paganos relacionados con los espíritus de la naturaleza. Y es que el proceso de cristianización de los países nórdicos de Europa fue un proceso lento, que se desarrolló a lo largo de varios siglos, permitiendo a algunas personas cierta fusión de creencias durante largo tiempo.

De entrada, hemos de tener en cuenta que la sociedad islandesa no existió como tal hasta finales del siglo IX, cuando la cristianización de la Europa septentrional llevaba ya un par de siglos en lento proceso de desarrollo (Kristjándóttir, 2004). Esto posiblemente hizo que cierto sincretismo religioso pudiera llegar ya desde las penínsulas escandinavas. Si a esto le sumamos el hecho de que el proceso de cristianización de Islandia llevara también varios siglos –entre principios del siglo X y principios del siglo XIII–, bien podríamos concluir que Islandia fue, durante mucho tiempo, un lugar de encuentro para dos tradiciones espirituales bastante diferentes; un encuentro que, según muchos autores, parece haber seguido líneas más o menos pacíficas.

Sin embargo, no piensan lo mismo otros autores más recientes, entre ellos Kathleen M. Self (2010), profesora de Estudios Religiosos en la St. Lawrence University de Nueva York. Según esta autora, aunque no hubo un conflicto físico violento declarado en estos siglos de «conversión», sí que hubo algunos episodios violentos, así como grandes dosis de «agresión verbal… considerada como una fuerza destructiva a la par que la agresión física» para los islandeses. Según Self, «las narraciones revelan que [los islandeses] pensaban que su conversion había sido el resultado de un grave conflicto entre los misioneros cristianos y los partidarios del paganismo».

En cuanto a episodios de violencia física real, se sabe del asesinato de dos hombres por parte de Thorvaldur Kodransson, un misionero cristiano que intentó convertir a los islandeses sin éxito –como sería de esperar por la «metodología» empleada. Un poco menos violento, pero igualmente díscolo en sus modos de proceder, Stefnir Þórgilsson, misionero enviado por el rey Olaf I de Noruega, no tuvo mejor ocurrencia que destruir representaciones y santuarios que los paganos en la isla tenían por sagrados. Otro misionero enviado por Olaf I, un tal Thangbrand, dejó varios muertos tras de sí durante su misión evangelizadora de dos años, entre 997 y 999. Y, para terminar de «congraciarse» con los habitantes de Islandia, el rey Olaf I decidió negar el acceso a sus puertos a los marinos islandeses, impidiendo el comercio con la isla, que dependía totalmente de los puertos del rey Olaf, y tomando como rehenes a los islandeses que vivían en su territorio (Haywood, 2015).

Sea como sea, el sincretismo religioso del relato que ofrecemos aquí quizás beba de otras fuentes, como pudo ser el mundo celta, donde los espíritus de la naturaleza –elfos, duendes, ondinas y demás– siguen arraigados en el inconsciente –y en el consciente– popular. De hecho, Ari Þorgilsson, autor del Íslendingabók, escrito entre c. 1122-1133 e.c., afirma que, antes de la llegada de los islandeses, en Islandia habían vivido cristianos irlandeses. Pero el conflicto entre el paganismo vinculado a la naturaleza y el cristianismo, que veía a la naturaleza como algo pecaminoso en esencia, se hace patente en otros textos, donde se sugiere que los santuarios y templos paganos debían ser destruidos para que el cristianismo pudiera arraigar en Islandia. Así, en uno de los relatos, el Obispo Friðrekr tuvo que sacar a un espíritu maligno de una roca para poder hacer su primer converso, en tanto que el profeta Þórhallr era testigo de cómo los espíritus de la naturaleza recogían sus bártulos y se marchaban de Islandia ante la noticia de la llegada del misionero Þangbrandr desde Noruega (Grønlie, 2017).

Esto podría hacernos pensar que el relato de «Por qué no podemos verlos» quizás fuera el intento de una mente lúcida, abierta y tolerante por ofrecer puntos de encuentro entre paganos y cristianos en una sociedad dividida como parece haber sido la sociedad islandesa de entre los siglos X y XII e.c.

 

Fuentes

  • Arnason, J. (1864). «The Genesis of the Hid-Folk». En Icelandic Legends (pp. 19-20). Londres: R. Bentley.
  • Ashliman, D. L. (2004). Folk and Fairy Tales: A Handbook. Westport, CT: Greenwood Press. (pp. 117-118)
  • Grønlie, S. (2017). Conversion narrative and Christian identity: «How Christianity came to Iceland». Medium Ævum, 86(1), 123-146.
  • Haywood, J. (2015). Northmen: The Viking Saga AD 793-1241. Nueva York: St. Martin’s Press.
  • Kristjándóttir, S. (2004). The Awakening of Christianity in Iceland. Discovery of a Timber Church and Graveyard at Þórarinsstaðir in Seyðisfjörður. Gotarc, Gothenburg Archaeological Thesis, Series B, (31).
  • Self, K. M. (2010). Remembering our violent conversion: Conflict in the Icelandic conversion narrative. Religion, 40(3), 182-192.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 7e: Asegurar el acceso universal al cuidado de la salud que fomente la salud reproductiva y la reproducción responsable.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Preámbulo: Para seguir adelante, debemos reconocer que, en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común.

Preámbulo: La situación global.- Un aumento sin precedentes de la población humana ha sobrecargado los sistemas ecológicos y sociales.

Preámbulo: Responsabilidad universal.- Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud.

Principio 9b: Habilitar a todos los seres humanos con la educación y con los recursos requeridos para que alcancen un modo de vida sostenible y proveer la seguridad social y las redes de apoyo requeridos para quienes no puedan mantenerse por sí mismos.

Principio 11c: Fortalecer las familias y garantizar la seguridad y la crianza amorosa de todos sus miembros.