Tortuga y la sabiduría del mundo
Pueblo Yoruba – Nigeria, Benín y Togo
Cuando el mundo era joven, Tortuga se pasó bastante tiempo acumulando sabiduría. Aquel trabajo le llevó muchos años, pero, al final, echando un vistazo a todo cuanto había reunido, se dio cuenta de que tenía allí toda la sabiduría del mundo.
Al principio, Tortuga se sintió muy feliz por ello, y puso todos los pedazos de sabiduría en una enorme olla de barro, que después ocultó en un rincón de su casa. Pero tenía mucho miedo de que alguien pudiera descubrir su secreto y le robara la olla.
Durante tres noches fue incapaz de dormir, pensando dónde podría ocultar la olla para que nadie la encontrara.
«Si la entierro –razonaba–, alguien podría verme cavando el agujero y escarbar allí cuando yo me haya ido. Y, si escondo la olla en el mar, quizás no vuelva a encontrar jamás el lugar exacto, y de nada me habrá servido tanto trabajo.»
Pero al final encontró la solución.
—¡Esconderé la olla en la copa de un árbol! –exclamó dichoso en voz alta– A nadie se le ocurrirá buscar ahí mi tesoro, y estará a salvo hasta que necesite utilizarlo.
—¿Qué estabas diciendo, querido? –le preguntó Yannibo, su esposa, que se había despertado al oírle hablar.
—¡Sigue durmiendo! Sólo estaba calculando cuántos racimos de bananas podría darnos el árbol –respondió precipitadamente, pues estaba tan ansioso por ocultar su secreto que ni siquiera se lo había contado a Yannibo.
A la mañana siguiente, ató una fuerte soga en torno a la olla y se la colgó delante del pecho. A continuación, se fue hasta el árbol más alto de la región y, cuando se aseguró de que no había nadie a la vista, comenzó a trepar por su tronco.
Pero la pesada olla no le dejaba moverse con libertad, de tal manera que le resultaba casi imposible ascender. De manera que, al cabo de un rato, tuvo que deslizarse por el tronco hasta el suelo para descansar un poco.
Tras recuperar el aliento lo volvió a intentar, pero nuevamente sin éxito. Y estaba aún a escasa distancia del suelo cuando salió su hijo de la casa y se quedó mirándole.
—¡Vete! –dijo Tortuga con una mueca de disgusto– ¿No ves que estoy ocupado?
—Pero, padre –respondió el hijo–, no vas a poder llegar a la copa del árbol si llevas la olla en la parte de delante. ¿Por qué no te la cuelgas detrás? De ese modo, no te estorbará y podrás trepar fácilmente.
Tortuga se detuvo por un instante y pensó:
«¡Vaya! Tengo toda la sabiduría del mundo en la olla y, sin embargo, soy tan estúpido que mi propio hijo me tiene que decir como trepar al árbol. ¡Parece que no le ha dado mucho uso a todos los pedazos de sabiduría que he acumulado!
Le perturbó tanto lo que acababa de pensar que dejó caer la olla y, cuando ésta se quebró en el suelo, todos los pedazos de sabiduría se esparcieron por el mundo. Ése es el motivo por el cual, ahora, se pueden encontrar fragmentos de sabiduría en toda la tierra.
Adaptación de Margaret Irene Ogumefu (1929).
Dominio Público.
Comentarios
En La Colección de Historias de la Tierra tenemos por norma no hacer adaptaciones de relatos tradicionales de pueblos aborígenes de las Américas, del África Subsahariana y de Austalia. El hecho de que las personas que gestionamos la Colección seamos europeas nos hace contemplar con sumo cuidado estas historias para intentar no caer en la apropiación cultural de la que hemos sido acusados –y con razón– los europeos y los descendientes de colonizadores europeos.
Sin embargo, en el caso de esta historia hemos hecho una ligera excepción que creemos se comprenderá. La autora de la adaptación era en realidad británica, pero fue esposa de un ciudadano nigeriano, por lo que adoptó el apellido de su marido, además de conocer en profundidad las culturas de la región por vivir largo tiempo en Nigeria.
La autora, nacida en 1905 en Manchester, recibió el nombre original de Margaret Irene Sarah Baumann, y adoptaría el apellido Ogumefu tras casarse con Michael Gladstone Ogumefu, de Lagos, Nigeria. De la relación con su marido y de su estancia en Nigeria, Margaret haría una recopilación de relatos tradicionales de esta región africana, que publicaría en 1929 en dos libros, uno con su nombre de casada, Yoruba Legends, y otro con su nombre de soltera, Ajapa the Tortoise.
Posteriormente, Margaret escribiría todavía más de 40 libros bajo el pseudónimo de Marguerite Lees, principalmente novelas románticas en entornos hospitalarios con enfermeras como protagonistas.
Debemos señalar que en esta adaptación de Margaret Ogumefu hemos cambiado el nombre de la esposa de Tortuga, Nyanribo, por el de Yannibo, con el fin de dotar al relato de una mayor fidelidad a las tradiciones yoruba, según Victoria Ibiwoye.
Fuentes
- Baumann, M. (2003). Tortoise and the world’s wisdom. In Ajapa the Tortoise: A Book of Nigerian Folk Tales (pp. 53-54). Mineola, NY: Dover Publications.
- Ogumefu, M. I. (1929). Ajapa the Tortoise: A Book of Nigerian Folk Tales. London: A. & C. Black. Disponible en archive.org/details/in.ernet.dli.2015.54438
- Pszczolińska, M. (2021). Margaret I. Ogumefu (Baumann) [Margerite Lees], 1905-1990. Our Mythical Childhood Survey. http://www.omc.obta.al.uw.edu.pl/myth-survey/creator/1369.
Texto asociado de la Carta de la Tierra
Principio 8: Impulsar el estudio de la sostenibilidad ecológica y promover el intercambio abierto y la extensa aplicación del conocimiento adquirido.
Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar
Principio 2b: Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.
Principio 8b: Reconocer y preservar el conocimiento tradicional y la sabiduría espiritual en todas las culturas que contribuyen a la protección ambiental y al bienestar humano.
Principio 8c: Asegurar que la información de vital importancia para la salud humana y la protección ambiental, incluyendo la información genética, esté disponible en el dominio público.
El camino hacia adelante: Nuestra diversidad cultural es una herencia preciosa y las diferentes culturas encontrarán sus propias formas para concretar lo establecido. Debemos profundizar y ampliar el diálogo global que generó la Carta de la Tierra, puesto que tenemos mucho que aprender en la búsqueda colaboradora de la verdad y la sabiduría.