Una apuesta de nalgas
Polonia
Un aristócrata muy rico vivía en una mansión en medio de sus inmensas propiedades. Había conseguido comprar suficientes tierras como para poner distancia entre su mansión y el pueblo más cercano, e incluso había construido un muro alrededor de los jardines y el parque para aislarse del populacho. Sin embargo, a veces seguía oyendo ruidos procedentes del pueblo mientras estaba en su casa.
Todas las noches, después de cenar, el aristócrata se recluía en una habitación para hacer inventario de sus inversiones, de sus valores del capital y del dinero en efectivo. Le encantaba contar dinero, y recontarlo, al calor de un vaso de whisky. Pero, en las últimas noches, se había sentido incomodado por el sonido de la música que llegaba desde el pueblo. ¡Parecía el ruido de una fiesta! ¿A qué santo estaban tan contentos, habida cuenta de los alquileres que les cobraba? Sin embargo, parecía que, con el paso de los días, las fiestas eran cada vez más grandes y ruidosas.
Así pues, al día siguiente, el aristócrata ordenó que le llevaran al pueblo. El dueño del pub, donde las fiestas estaban teniendo lugar, salió a recibirle y a enseñarle el local.
—¿Cómo puede la gente permitirse fiestas en este pueblo? –preguntó el aristócrata en tono de queja.
—¡Oh! Las fiestas son gratis –respondió el tabernero.
—¡Gratis!
—¡Sip! Las pago yo con mis apuestas. Yo siempre gano alguna apuesta. ¡Mire!
Y le señaló unas cajas de cartón rebosantes de billetes usados.
—¿Por qué no hacemos una apuesta? Estoy dispuesto a apostarme con usted todo ese dinero.
—¿Cuánto hay ahí?
—Cien mil o así.
—¿Qué apostamos?
—Que para mañana por la mañana usted tendrá un grano en el culo.
—¿Cómo se atreve? ¿Con quién se cree usted que está hablando? Vengo de la sangre noble, la más pura y elevada… ¿Dice cien mil? De acuerdo, acepto. Venga a mi mansión mañana y traiga el dinero, ¡todo el dinero!
Y el rico aristócrata se marchó, todavía enfadado, pero obsesionado por la visión de todos aquellos billetes. Aquella noche no pudo concentrarse en contar. Se removía incómodo en su asiento. ¿Era un picor o una irritación lo que sentía?
Se fue a la cama pronto, pero no hacía más que dar vueltas. Se levantó y se fue a su lujoso baño, y estuvo forcejeando por obtener una imagen clara de su trasero con un espejo. No sentía inflamación alguna, pero, simplemente por estar seguro, se puso unas cremas y unas lociones suavizantes. Después, en la cama, tuvo que dormir de un lado, o del otro, y se levantó temprano para observarse el trasero con diversos espejos. Para su alivio, todo parecía en su sitio.
El dueño del pub llegó a la hora establecida y le hicieron pasar a una cámara privada, donde el aristócrata descubrió su inmaculada piel.
—¡Pues sí! –confirmó el tabernero alegremente– ¡Liso como el culito de un bebé! Voy a descargar el dinero.
El aristócrata no pudo esperar a contar los usados billetes: 103.769 libras. Estaba encantado, pero estaba cansado después de una noche que se le había hecho muy larga, de modo que pidió que le sirvieran pronto la cena. Al menos, no habría más fiestas en el pueblo.
Pero, justo cuando iba camino de la sala con su whisky, escuchó música. ¡No podía ser! Pero era, y sonaba más fuerte que nunca, como una banda de rock. Pero, ¿qué tenían que celebrar? El ruido se difundía por todas sus tierras.
Furioso, se subió al automóvil y partió a toda velocidad en dirección al pueblo. El pub estaba a rebosar de gente; había barras con grifos de cerveza y escenarios al aire libre, con varias bandas tocando en cada escenario. El local estaba lleno de gente de las ciudades y de los pueblos vecinos.
El tabernero le vio llegar y fue a recibirle.
—¿Qué demonios está pasando aquí? –preguntó el aristócrata gritando por encima del estruendo.
—¡He organizado una megafiesta! Todo el mundo ha venido al jolgorio.
—Ya lo veo, pero usted ha perdido su apuesta… ¡se la he ganado yo!
—Pero he ganado otra apuesta más grande, contra el rey.
—¿Qué apuesta?
—Aposté con el rey un millón de libras a que hoy me enseñaría usted el culo. No se lo podía creer. Pero usted me lo enseñó, y todo el mundo está hablando de eso ahora.
El aristócrata salió huyendo, conmocionado, y nunca más volvió a mostrar su rostro, ni ninguna otra parte de su anatomía, en el pueblo.
Adaptación de Donald Smith (2021).
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
Comentarios
Esta historia es la versión escocesa de Donald Smith de un cuento popular polaco que cuenta Michal Malinowski, fundador de The Storyteller Museum de Polonia. Donald Smith, reconocido dramaturgo, fundador y primer director del Teatro Nacional de Escocia y director del Scottish International Storytelling Festival, la incluyó en el libro Overturning the Narrative: Storytelling and Activism (Smith, 2024), libro publicado también por The Earth Stories Collection Press.
En este libro, Donald dice de «Una apuesta de nalgas» que «Este cuento recoge la absurda idea de algunos mil millonarios que creen que viven en un planeta diferente al del resto de la humanidad» (ibid., p. 140). Pero este divertido cuento es una ilustración de lo que Donald Smith explica previamente en la sección «The rebellion through laughter» (Hacia la rebelión a través de la risa):
El storytelling suele recurrir al humor para ser subversivo. Los cuentos populares socavan a las figuras de autoridad y hacen satira con la hipocresía. En ocasiones, esto se hace con anárquico y cómico entusiasmo, pues se invita a la audiencia a unirse a la rebelión a través de la risa.
Nasrudín, el embaucador y sabio de Oriente Próximo, es un ejemplo clásico de humor subversivo. Un día llegó por casualidad a la casa de un hombre rico justo cuando la fiesta estaba empezando. Pero no le permitieron entrar porque iba vestido con ropas raídas de diario. De modo que volvió a casa y se puso sus mejores galas. Luego, regresó a la casa del rico y le llevaron a la mesa más importante de la fiesta. Pero cuando le sirvieron la comida a Nasrudín, se lo echó todo sobre la ropa, pegándose algunos bocaditos en el turbante. El anfitrión se puso furioso y acusó a Nasrudín de echar a perder la fiesta.
—Ah –respondió Nasrudín–, no es a mí sino a mi ropa a quien se le ha dado la bienvenida hoy aquí, de modo que lo correcto será que mi ropa coma primero.
En Escocia, las historias subversivas son muy populares. (ibid., p. 139)
Fuentes
- Smith, D. (2024). The bum bet. In Cutanda et al., Overturning the Narrative: Storytelling and Activism (pp. 140-143). Barcelona: TESC Press.
Texto asociado de la Carta de la Tierra
El camino hacia adelante: Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde … por la alegre celebración de la vida.
Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar
Principio 10a: Promover la distribución equitativa de la riqueza dentro de las naciones y entre ellas.
Principio 10d: Involucrar e informar a las corporaciones multinacionales y a los organismos financieros internacionales para que actúen transparentemente por el bien público y exigirles responsabilidad por las consecuencias de sus actividades.