Los hermanos herreros

Pueblo Lhoba – Tíbet, China

 

Hace mucho, mucho tiempo, en la región de Lhoyü, en las laderas soleadas de los pies de los Himalayas, vivieron dos hermanos que eran hijos de Shijin, la Tierra. Sus nombres eran Pusudadong y Luomadadang.

Los hermanos sobrevivían a duras penas con lo poco que podían cultivar en los claros del bosque y con los animales que cazaban. Y es que sus herramientas no eran buenas, ni para cultivar la tierra ni para la caza. Por aquel entonces, aún no se había descubierto el uso del hierro, y sus útiles y armas eran todos de madera y piedra, por lo que pronto perdían el filo o se rompían.

Los dos hermanos se encomendaron en su corazón a su madre, Shijin, diciéndole que muchas noches se acostaban con el estómago vacío porque no tenían qué comer, y le pidieron que les indicara qué podían hacer para vivir un poco mejor sobre su superficie. Y, aquella misma noche, Pusudadong tuvo un sueño.

Soñó con unas piedras oscuras esparcidas por el suelo, y las vio deshacerse con el fuego y convertirse en un líquido ardiente, rojo y espeso. Y a continuación vio a su hermano Luomadadang enfriando aquel líquido rojo con el agua de un río, y golpeando la masa negra y dúctil resultante con una maza de piedra, dándole formas distintas, según las herramientas que pudieran necesitar.

Cuando despertó, Pusudadong le dijo a su hermano:

—Nuestra madre me ha dado un sueño y me ha explicado cómo podemos hacer herramientas duraderas. Pero primero tendremos que encontrar las piedras que ella me ha enseñado.

Así pues, aquel mismo día, ambos hermanos se pusieron en marcha para recorrer la región de Lhoyü, buscando las piedras que Pusudadong había visto en su sueño y, una semana más tarde, las encontraron junto a un río. En las cercanías buscaron un abrigo bajo las rocas donde guarecerse de las inclemencias del tiempo y comenzaron a preparar los instrumentos necesarios para hacer todo lo que Pusudadong había visto en su sueño.

No muchos días después, un humo azulado comenzó a elevarse en el vallecillo que formaba el río entre las montañas, y otros pobladores de la zona se acercaron para ver qué estaba ocurriendo allí. Cuando llegaron, vieron a Pusudadong y a Luomadadang atareados y sudorosos, moviéndose entre las llamas y el humo mientras trajinaban con sumo cuidado con un extraño líquido rojo. Al cabo de un rato, vieron a Luomadadang sacar aquel líquido rojo convertido ahora en una barra incandescente, y le vieron golpear la barra con una gran maza de piedra, dándole forma hasta convertirla en algo parecido a un cuchillo largo. Al término de la jornada, aquel cuchillo largo había dejado de ser negro y brillaba resplandeciente en la mano de Luomadadang.

Pocos días después, los dos hermanos estaban haciendo toda clase de herramientas y de armas de caza, y habían comenzado a compartirlas con toda la gente que se acercaba a ellos atraídos por la curiosidad.

Pero a Luomadadang se le ocurrió también que podrían hacer unas pequeñas puntas de aquel metal para las flechas de bambú que utilizaban todos en la región. Las cañas finas de bambú, bien afiladas, podían atravesar la piel de muchos de los animales que podían cazar, pero difícilmente atravesaban la piel de los jabalíes, y éstos eran muy peligrosos cuando se sentían atacados y se revolvían para embestir. Muchos hombres en la zona habían muerto o habían quedado malheridos tras el ataque de uno de aquellos enormes animales.

Así pues, Luomadadang hizo también puntas de flecha de aquel metal para sujetarlas en el extremo de las flechas de bambú, y su idea tuvo mucho éxito en la región. Venían incluso de otras regiones en busca de las puntas de flecha que estaban forjando los dos hermanos, y todos decían que ahora podían alimentar mejor a sus familias.

Por desgracia, uno de los que vino en busca de las puntas de flecha de los dos hermanos fue el cazador Abinkenri, descendiente del Padre Celestial y de la Madre Terrestre, pero desalmado en grado extremo, pues no cazaba sólo lo que necesitaba para sustentarse, sino que cazaba por el placer de acertar con sus flechas y, por qué no decirlo, por el placer de matar. Pusudadong y Luomadadang no lo conocían, no sabían de él, de modo que le dieron todas las puntas de flecha que él les pidió, sin saber que dispararía sus flechas a diestro y siniestro apenas atisbara una presa.

Fueron tantas las flechas que Abinkenri disparó y tantos los animales que abatió, que el río junto al cual Pusudadong y Luomadadang habían inventado el hierro terminó llevando entre sus aguas muchas de aquellas pequeñas y afiladas puntas que los hermanos habían forjado. Y, un día en que llegaron al lugar para hacer nuevas herramientas para todos en la región, Pusudadong y Luomadadang llegaron tan cansados y sedientos que se pusieron a beber ávidamente del río, sin reparar en que, con las aguas, unas pocas puntas de flecha pasaban por sus gargantas.

Al día siguiente, cuando los lugareños fueron a buscarles al río para pedirles nuevas herramientas y armas de caza, encontraron a los dos hermanos muertos.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda y Xueping Luo (2024).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

El registro escrito más antiguo de este relato lhoba del que tenemos constancia es de 1989, habiendo sido recogido por un tal NA Dong y editado por YU Naichang (Yao, 2014).

Los lhoba constituyen la minoría más exigua de las 56 culturas que existen en la República Popular China, pues, según el censo oficial de este país, en 2017 quedaban 2.965 personas de esta etnia (SCIO, 2017). No obstante, diversos investigadores ofrecen cifras más elevadas.

Su lengua pertenece al grupo de lenguas tibetano-birmanas, pero no han llegado a desarrollar la escritura, siendo por tanto su tradición una tradición oral pura. En su mayor parte son animistas, con una minoría que sigue el budismo tibetano, aunque sin abandonar muchas de las prácticas animistas ancestrales.

El nombre que se le da a su étnia, «lhoba», proviene del tibetano, y significa «sureños», debido a que habitan en la esquina sudoriental del Tíbet, muy cerca del estado indio de Himachal Pradesh. Según fuentes del gobierno chino, los lhoba fueron marginados y oprimidos por la mayoría tibetana, con cuyos miembros tenían prohibido incluso casarse (SCIO, 2017; Hays, 2022).

 

Fuentes

  • Hays, J. (2022 Sep). Lhoba minority. Facts and Details. https://factsanddetails.com/china/cat5/sub87/entry-4404.html
  • SCIO (2017 Jun 7). Lhoba ethnic group. State Council Information Office–The People’s Republic of China. http://english.scio.gov.cn/m/chinafacts/2017-06/07/content_40982171.htm
  • Shijiba (nd). 宾肯日野史解密_记吧 (Abinkenri – Unofficial History Deciphered_Shiji Bar). Shijiba.com. http://www.shijiba.com/yeshi/yusi.shtml (acceso 8 Mar 2024)
  • Yao, B. (ed.). (2014). 中国各民族神话 (Mitos de grupos étnicos chinos). Editorial Shuhai.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 6: Evitar dañar como el mejor método de protección ambiental y cuando el conocimiento sea limitado, proceder con precaución.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Principio 2a: Aceptar que el derecho a poseer, administrar y utilizar los recursos naturales conduce hacia el deber de prevenir daños ambientales y proteger los derechos de las personas.

Principio 2b: Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.

Principio 5f: Manejar la extracción y el uso de los recursos no renovables, tales como minerales y combustibles fósiles, de forma que se minimice su agotamiento y no se causen serios daños ambientales.

Principio 6c: Asegurar que la toma de decisiones contemple las consecuencias acumulativas, a largo término, indirectas, de larga distancia y globales de las actividades humanas.

Principio 6d: Prevenir la contaminación de cualquier parte del medio ambiente y no permitir la acumulación de sustancias radioactivas, tóxicas u otras sustancias peligrosas.

Principio 8c: Asegurar que la información de vital importancia para la salud humana y la protección ambiental, incluyendo la información genética, esté disponible en el dominio público.