Krishna y la serpiente Kaliya

Hinduismo- India

 

Krishna, octava encarnación del dios Visnú para el hinduismo, y dios supremo del krishnaísmo, gustaba de su oficio como vaquero, ya que le permitía deambular por los bosques con sus vacas. Y es que a Krishna le atraían sobremanera los árboles, ya que, creciendo como hijo adoptivo de Nanda y Yashoda, nunca había dejado de disfrutar de los bosques de Vrindavan.

         Sin embargo, Krishna había descendido desde el mundo espiritual con el cometido específico de someter a los envidiosos demonios, por lo que, en muchas ocasiones, tuvo que dejar a sus queridas vacas paciendo mientras él se ocupaba de aquellos seres que tanto daño hacían.

         En cierta ocasión, supo de las maldades que una serpiente negra, la serpiente Kaliya, estaba haciendo en un lago perteneciente al río Yamuna, a su paso por Vrindavan. Con su ígneo veneno, Kaliya hacía hervir las aguas del lago, dando muerte a todos los peces y plantas acuáticas, y los vapores que emanaban del lago eran tan venenosos que hacían caer a sus aguas a las aves que, por desgracia, transitaban sobre él. Por otra parte, el viento transportaba las minúsculas gotitas venenosas del lago hasta las orillas, haciendo que toda la vegetación y todas las criaturas de los alrededores se agostaran y fallecieran.

         Al ver la destrucción y el dolor que Kaliya había traído a la región con su veneno, el Señor Krishna se subió al ápice de un altísimo árbol kadam y se preparó para el combate. Se ajustó el cinturón, se calentó los brazos dándose unas palmadas y saltó sobre el agua venenosa del lago.

         Cuando Krishna se zambulló en las aguas, las serpientes en su interior se agitaron nerviosas y comenzaron a respirar con fuerza, contaminando aún más el lago. Y, por desgracia, la zambullida de Krishna provocó un oleaje que expandió las venenosas aguas hasta un centenar de arcos de distancia, tal era la fuerza del Señor Supremo.

         Para llamar la atención de Kaliya, Krishna se puso a jugar en el agua, dando vueltas con sus poderosos brazos para hacer resonar el agua de diversas formas, hasta que la serpiente escuchó el sonido y subió a ver quién osaba alborotar en su lago.

         Cuando Kaliya vio al Señor Krishna, ataviado con sedas amarillas y sonriendo como un loto sobre las aguas, se abalanzó sobre él y le mordió en el pecho para, a continuación, envolverlo en su mortal abrazo.

         Cuando los miembros de la comunidad de vaqueros, que habían aceptado a Krishna como un amigo bien querido, le vieron desde la distancia, inmóvil entre los aros de Kaliya, se sumieron en la desesperación y cayeron de rodillas al suelo. Incluso las vacas, los toros y las terneras, angustiadas, le llamaban lastimeramente, temiendo lo peor por él. Y es que se daba la circunstancia de que nadie en la comunidad, ni siquiera sus progenitores adoptivos, eran conscientes aún de con quién habían estado conviviendo todo aquel tiempo. No sabiendo del inmenso poder de Krishna, todo el mundo pensó que el Señor Supremo iba a ser una víctima más de la maligna serpiente.

         Sin embargo, su hermano mayor, el Señor Supremo Balarama, hijo de Nanda y Yashoda, maestro de todo conocimiento trascendental, sonrió y no dijo nada cuando vio a todo el mundo aterrorizado ante el suceso, dado que conocía bien el extraordinario poder de su hermano pequeño. De hecho, retuvo a Nanda y al resto de vaqueros cuando intentaron adentrarse en el venenoso lago en su intento por ayudar a su querido amigo.

         Krishna aún permaneció algún tiempo entre los bucles de Kaliya, simulando ser un simple mortal. Pero, cuando vio la angustia reflejada en los ojos de todos sus amigos y amigas en la aldea de Gokula, decidió, por amor a ellos, soltarse de la trampa mortal de la serpiente.

         Krishna expandió su cuerpo poderosamente bajo el abrazo de la serpiente y, Kaliya, ante el intenso dolor que sentía, se vio obligado a dejarle ir, elevándose entonces sobre las aguas con sus múltiples cabezas, llena de cólera, respirando pesadamente. Sus fosas nasales parecían vasijas de veneno hirviente. Sus bífidas lenguas tanteaban el aire preparándose para el ataque, mientras sus ojos, semejantes a tizones, se posaban fieramente sobre la figura del Señor Krishna. Pero éste, divertido, comenzó a darle vueltas velozmente, al igual que hubiera hecho Garuda jugando con una serpiente.

         Kaliya comenzó a dar vueltas con sus cabezas, buscando la ocasión de darle una dentellada al Señor Supremo, pero comenzó a marearse y agotarse con tanta vuelta. En ese momento, Krishna aprovechó la ocasión para, de un potente salto, posarse sobre las grandes cabezas del venenoso ser. Y, sin darle tiempo para percatarse de lo ocurrido, el señor de las bellas artes se puso a danzar sobre las cabezas engalanadas con joyas de Kaliya.

         La maligna Kaliya tenía 101 cabezas y, si alguna de ellas no se prosternaba, Krishna saltaba sobre ella y le infligía el duro castigo de sus pies danzantes.

         Y así estuvo Krishna domando a la testaruda serpiente, hasta que sus cabezas comenzaron a girar desvaídas y a vomitar sangre por bocas y orificios nasales. De vez en cuando, alguna de las cabezas intentaba elevarse furiosa sobre el Señor Supremo, pero éste saltaba sobre ella y la sometía de nuevo con su danza. Finalmente, Kaliya reconoció el poder de Krishna como señor de todos los seres, los que se mueven y los que no se mueven, de tal modo que, vencida, tomó refugio en el Señor.

         Cuando las esposas de Kaliya vieron caer a la extraordinaria serpiente bajo el peso del Señor Krishna, que porta el universo entero sobre su abdomen, se sintieron terriblemente angustiadas. Con sus ropas, adornos y cabellos desordenados, se acercaron al Señor Supremo y se postraron en el suelo todo lo largo de sus cuerpos, para pedirle refugio y que liberara a su pérfido marido.

         ―Es justo lo que habéis hecho con él –dijeron–, pues sus pecados han sido tantos y tan grandes que adoptó el cuerpo de una serpiente. Sin embargo, vuestra cólera con él debe ser entendida como un gran acto de misericordia, pues le habéis dado la oportunidad de ser tocado por el polvo de vuestros pies de loto, un privilegio que muy pocos alcanzan. Os reverenciamos por ello.

         »Pero, al menos una vez –continuaron diciendo las esposas de Kaliya–, todo señor debe tolerar una ofensa cometida por su hijo. Por ello os pedimos que perdonéis a nuestro necio esposo, que no sabía quién erais. Sed misericordioso y compadeceos de nosotras. Devolvednos a nuestro marido, que es nuestra vida y nuestra alma.»

         Y, tras escuchar a las mujeres, Krishna liberó a la serpiente Kaliya, que yacía inconsciente bajo sus pies. Poco a poco, ésta recuperó el aliento, la fuerza vital y los sentidos; y, respirando fatigosamente, se dirigió al Señor Krishna humildemente:

         ―Nací envidioso, ignorante y colérico. Pero, oh Señor, no es fácil renunciar a la propia naturaleza, por la cual uno se identifica con lo irreal. Por favor, tú que liberas de toda ilusión, haz lo que consideres oportuno, tanto si me duele como si no.

         Y Krishna, la Suprema Personalidad de la Divinidad, que estaba interpretando el papel de un ser humano, respondió:

         ―Oh, serpiente, no vas a poder quedarte aquí. Vuelve al océano de inmediato, acompañado por tu comitiva de hijos, esposas, familiares y amigos. Deja que vacas y seres humanos disfruten de este río. Y contén para siempre tu horrible veneno y deja de emponzoñar el mundo a tu alrededor o, de lo contrario, te buscaré para hacerte pagar por tus fechorías de una vez y para siempre.

         Y, tras recibir el permiso del Señor, Kaliya le ofreció reverencias y, tomando a su comitiva, se fue a la Isla de Ramanaka, en el mar. Y, en el mismo instante en que Kaliya se fue, el río Yamuna recobró su estado original, libre de todo veneno.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2021).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Este relato de la tradición hindú puede servir de metáfora para ilustrar el Principio 10d de la Carta de la Tierra, que insta a «Involucrar e informar a las corporaciones multinacionales y a los organismos financieros internacionales para que actúen transparentemente por el bien público y exigirles responsabilidad por las consecuencias de sus actividades». Y puede ilustrarlo adecuadamente porque, en muchos países del Sur Global, las grandes corporaciones petroleras y mineras del Norte Global están convirtiendo extensas zonas en eriales debido a la destrucción ambiental y la contaminación que provocan.

         Por otra parte, la industria del fracking y la megaminería están contaminando miles de millones de litros de agua, incluso en regiones áridas, donde a la población se le está cortando el suministro de agua en beneficio de las multinacionales. Estas industrias contaminan las aguas con más de seiscientas sustancias químicas, muchas de ellas tóxicas, en el caso del fracking, o con mercurio o cianuro, en el caso de la megaminería. El resultado de todas estas actividades industriales es lo que denominan eufemísticamente como «zonas de sacrificio»; es decir, regiones en las que se decide sacrificar a sus poblaciones y sus especies animales y vegetales, para beneficio económico, supuestamente, de todo el país. Pero la realidad es que los datos no apoyan esta idea, puesto que la mayor parte del inmenso beneficio que generan estas actividades va a parar a las arcas de la gran corporación multinacional encargada de la explotación.

         Las «poblaciones de sacrificio» de las regiones de Mendoza, Chubut o Vaca Muerta, en Argentina, de las orillas del Río Colorado, en la Patagonia, y de tantos y tantos lugares de América Latina, África y el resto del Sur Global son testigos de las andanzas de las actuales «serpientes Kaliyas» de las multinacionales mineras y petroleras del Norte Global y de los políticos locales a sueldo de éstas en sus regiones.

 

Fuentes

  • Bhagavata Purana (2010). Krishna chastises the serpent Kaliya. En el Bhagavata Purana, Canto 10, Cáp. 16, 1-67. Recuperado de: http://srimadbhagavatam.com/10/16/en.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 10d: Involucrar e informar a las corporaciones multinacionales y a los organismos financieros internacionales para que actúen transparentemente por el bien público y exigirles responsabilidad por las consecuencias de sus actividades.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Principio 5: Proteger y restaurar la integridad de los sistemas ecológicos de la Tierra, con especial preocupación por la diversidad biológica y los procesos naturales que sustentan la vida.

Principio 5d: Controlar y erradicar los organismos exógenos o genéticamente modificados, que sean dañinos para las especies autóctonas y el medio ambiente; y además, prevenir la introducción de tales organismos dañinos.

Principio 6b: Imponer las pruebas respectivas y hacer que las partes responsables asuman las consecuencias de reparar el daño ambiental, principalmente para quienes argumenten que una actividad propuesta no causará ningún daño significativo.

Principio 6d: Prevenir la contaminación de cualquier parte del medio ambiente y no permitir la acumulación de sustancias radioactivas, tóxicas u otras sustancias peligrosas.