La leyenda de la Creación del Pueblo Yup’ik
Pueblo Yup’ik – Alaska / Siberia
Cuervo sobrevoló las aguas preguntándose qué podría comer. Éste era un pensamiento habitual en él. Pero estaba cansado de pescar, y decidió que ya era hora de hacer algo más interesante.
Se acercó volando hasta Foca y le gritó:
—Foca, ¿no te cansa estar nadando sin cesar? ¿No te gustaría poder echarte a descansar sobre algo sólido?
A lo que Foca le contestó, evidentemente, que sí.
—Pues entonces intenta llegar al fondo del mar y tráete un poco de barro para que podamos hacer la tierra –dijo Cuervo.
Foca se sumergió y descendió más y más bajo las aguas; pero, antes de que pudiera alcanzar el fondo, se dio cuenta de que se iba a quedar sin aire y dio la vuelta. Foca se disculpó ante Cuervo, que la comprendió. Después, Cuervo se fue a buscar a Rata Almizclera.
—Rata, ¿podrías sumergirte hasta el fondo del mar y traerte un puñado de barro? Vamos a hacer un poco de tierra.
Rata Almizclera se sumergió también y descendió más y más, todo cuanto pudo, pero ni siquiera pudo llegar tan lejos como Foca, de modo que regresó y se disculpó ante Cuervo, que la comprendió también.
Cuervo recorrió el mar en busca de algún animal que pudiera llegar hasta el fondo para traer un poco de barro. Ya empezaba a pensar que no iba a encontrar un animal así cuando Castor se sumergió y descendió a toda velocidad, impulsándose con su potente cola hasta el fondo del océano. Allí recogió todo el barro que pudo y lo subió a la superficie.
—¡Magnífico! –exclamó Cuervo.
Cuervo le preguntó entonces a Tortuga si le dejaría poner el barro sobre su lomo para convertirse así en la tierra, y Tortuga accedió sin dudarlo un instante. A medida que la isla en la que se había convertido Tortuga iba creciendo, Cuervo iba de aquí para allá creando plantas y montañas, ríos y arroyos. Foca se puso a descansar en sus playas, y Rata Almizclera y Castor se fueron a vivir a sus ríos y arroyos.
Un día en que Cuervo iba sobrevolando la playa, se encontró con una vaina extraña en la orilla. Era bastante grande; de hecho, era mucho más grande que Cuervo, de modo que Cuervo descendió de inmediato para inspeccionarla. Pero, mientras daba saltos por la arena para acercarse a ella, la vaina se desgarró y una extraña criatura salió de ella. Cuervo observó con mucho interés a la criatura. Era ciertamente extraña, y no se parecía a ninguna otra que hubiera visto antes.
Cuervo se acercó aún más cuando vio que se movía. Aquella cosa se desperezó y se estiró por aquí y por allí hasta que se puso de pie sobre sus piernas, que eran muy largas. Mirando a su alrededor, la criatura preguntó:
—¿Qué estoy haciendo aquí?
Cuervo se quedó muy perplejo con aquella pregunta. Hasta donde él podía recordar, todas las criaturas sabían lo que estaban haciendo en el lugar donde estaban. No hacía falta hacerse esa pregunta. Pero Cuervo estaba tan encantado con la criatura que decidió que iba a ayudarla.
—Estás aquí para ser –le dijo Cuervo.
—¿Ser qué? –preguntó la criatura.
—Ser tú mismo –respondió Cuervo.
—¿Y quién soy yo? –preguntó la criatura.
Cuervo, ciertamente asombrado, ladeó la cabeza. La pregunta de la criatura le había provocado un escalofrío. Nunca antes, ningún animal se había pensado a sí mismo como un «quién». Todos se habían identificado a sí mismos como «qués». Cuervo no quería pasar por mezquino, pero tenía que admitir que la mayoría de los animales ya le aburrían. No pensaban en otra cosa que en comer y dormir. Cuervo tenía, por otra parte, muchos y diferentes pensamientos, pero no tenía con quién compartirlos, nadie que fuera un «quién».
—Bueno –dijo Cuervo después de pensárselo un poco–, tú eres un ser humano.
La criatura, el humano, se mostró moderadamente impresionado con aquella revelación, pero no demasiado impresionado. Cuervo sabía que lo que había dicho no era suficiente, de modo que siguió pensando. Quería que el humano comprendiera en qué se diferenciaba del resto de animales; es decir, el hecho de que fuera algo más que un «qué», que era un «quién». Pero, ¿cómo podría transmitirle aquello al humano? Al final, le dijo:
—Tú eres un ser humano. Tu forma es humana, esa parte de ti que tiene el aspecto que tiene y se mueve de la forma que se mueve. Es la parte física de quién eres, pero no lo es todo en ti. Al preguntar quién eres demuestras que sabes que eres algo más que tu forma, algo más que una cosa física. Ese algo más es el ser. Es tu seridad lo que te hace diferente, lo que te hace especial.
Y el ser humano sonrió.
Al cabo de un rato, el ser humano dijo la primera cosa importante:
—Tengo hambre.
«Bueno –pensó Cuervo–, tenía que pasar tarde o temprano que tuviera hambre.» Cuervo le mostró al ser humano unas bayas, y éste se puso a comer y comer. Pero Cuervo sabía que aquello no le duraría demasiado. A algo que es un ser le agrada la variedad, como al Cuervo. De modo que Cuervo se fue a un río y moldeó un par de montones de barro. Mientras el ser humano le miraba, Cuervo pasó una de sus alas sobre los montones de barro, y estos cobraron vida y se escabulleron. El ser humano se puso muy nervioso.
—¡Cázalos! ¡Puedes comértelos! –dijo Cuervo.
El ser humano salió corriendo, intentando pillar a aquellas pequeñas criaturas. Regresó al cabo de un rato, masticando ruidosamente ratones y musarañas. Pero Cuervo se percató de que ni siquiera aquello sería suficiente, de modo que hizo unos montones de barro más grandes y, después de pasar el ala sobre ellos, les dio una patada y los envió al agua.
—¡Píllalos! ¡También puedes comértelos!
Y, una vez más, el ser humano salió corriendo para meterse chapoteando en el río.
—¡No, no! –le gritó Cuervo– Para pillar a éstos tendrás que ser paciente. Los peces son más rápidos que tú en el agua. Pero, si esperas pacientemente, si esperas muy quieto, se olvidarán de que estás ahí y podrás pillarlos cuando se acerquen.
El ser humano le dio las gracias a Cuervo y, al cabo de un rato, estaba masticando peces.
No mucho tiempo después, el ser humano dijo la segunda cosa importante:
—Tengo frío.
Cuervo reflexionó durante unos instantes y volvió al río, e hizo un gran montón de barro. Después, se acercó a un sauce y tomó de él cuatro largas y delgadas ramas, y las clavó en el montón de barro. Tras pasar sobre él el ala, el montón de barro se convirtió en un caribú, que saltó sobre sus largas patas y salió zumbando.
—Para pillar a éste vas a tener que ser rápido y fuerte. Y tienes que ser muy listo. Aunque eres rápido y fuerte, no eres lo suficientemente rápido y fuerte como para pillar al caribú así como así. Vas a necesitar herramientas. Y tendrás que saber cómo se mueve el caribú para poder saber dónde va a estar cuando tu arma le alcance. Te va a suponer un gran esfuerzo, pero puedes hacerlo. Y, cuando lo hagas, podrás tomar su piel para calentarte.
El ser humano le dio las gracias a Cuervo y, una vez más, al cabo de un rato, estaba caliente.
Al cabo de no mucho tiempo, el ser humano le dijo a Cuervo:
—Me siento solo.
Al principio, Cuervo se sintió ofendido. ¿Acaso él no era una compañía suficientemente interesante? Pero Cuervo no tardó en comprenderle: el humano no tenía una compañía tan grande como él mismo.
Cuervo regresó otra vez al río e hizo otro montón de barro, mientras miraba al ser humano intentando moldearlo a semejanza de él. Estaba a punto de pasarle el ala por encima cuando, de repente, se detuvo. Aquel nuevo humano necesitaría también una seridad. Miró al humano y se dio cuenta de que tenía un brillo en los ojos.
«¡Ajá!», pensó Cuervo, y remontándose en el cielo arrancó una estrella. Puso la estrella en la frente del nuevo ser humano y le pasó el ala por encima.
El nuevo ser humano se puso de pie y miró al hombre. Se miraron el uno al otro, pero eran diferentes. Al principio, Cuervo se sintió culpable por no haber sido capaz de hacer un nuevo ser humano idéntico al que ya tenía, pero los dos seres humanos lo tranquilizaron diciéndole que todo estaba bien, y que les gustaban las diferencias que había entre ellos.
Entonces, Cuervo tuvo una idea, e hizo que los dos seres humanos tuvieran el poder de crear a otros como ellos mismos. Cuando los dos seres humanos estaban cerca uno del otro, su seridad, las estrellas dentro de ellos, se hacían más intensas y brillantes. Cuervo le llamó a eso amor y, cuando el amor era lo suficientemente intenso, el amor hacía un nuevo ser y éste crecía en la mujer hasta que tenía su propio cuerpo.
El hombre y la mujer le dieron las gracias a Cuervo y, al cabo de un tiempo, ya eran una gran familia.
La familia no tenía un lugar donde vivir, de modo que Cuervo les enseñó cómo Castor y Rata Almizclera hacían sus casas. No mucho después había un pequeño poblado lleno de casas, y Cuervo se puso a hacer más caribús y más peces.
Pero, no mucho después, los seres humanos estaban tomando muchas más cosas de las que necesitaban. Cuervo intentó hablar con ellos, pero les dio igual, pues no le tenían miedo a él ni a nada. De modo que Cuervo volvió al río e hizo un gran montón de barro. Tomó algunas conchas vacías, las rompió y clavó los afilados trocitos en varios lugares del montón de barro. En vez de finas ramas de sauce para las patas, le hizo unas gruesas patas de barro, y una enorme boca con más trocitos cortantes de conchas como dientes. Los seres humanos habían acudido al río para ver lo que Cuervo estaba haciendo; pero, cuando Cuervo pasó su ala sobre aquel montón de barro, el montón dio un salto, lanzó un gruñido y echó a correr detrás de los humanos. Pilló a uno y lo mató de inmediato. Cuando el oso se fue, los humanos se precipitaron sobre el humano muerto y se congregaron alrededor sobrecogidos y temerosos. Cuervo llegó volando y tomó la estrella de su frente mientras el resto de humanos lloraba, y luego devolvió la estrella al firmamento. Cuando volvió, les dijo a los humanos:
—Podéis ser muy felices. Podéis ser tan felices como deseéis. Pero no debéis olvidar que todos los demás también tienen derecho a ser felices. Y, además, si no sois cuidadosos con lo que tomáis, si tomáis más cosas de las que necesitáis, o bien os hacéis demasiados, lo que tenéis a vuestra disposición se agotará. Y entonces pasaréis hambre y moriréis.
Los seres humanos temblaban de miedo.
—No os digo esto para asustaros. Os lo digo para que comprendáis cómo funcionan las cosas, para que conozcáis el camino. Si vivís de este modo, seréis muy felices y durante tanto tiempo como queráis. Y, cuando estéis preparados para morir, yo tomaré vuestras estrellas y las devolveré al firmamento.
Los seres humanos se sintieron reconfortados por sus palabras, y a partir de entonces vivieron con un mayor sentido de reverencia por todo aquello que tenían a su alrededor. No mucho después comenzaron a hacer kayaks para cazar focas en el mar. Y las mujeres comenzaron a ingeniárselas para utilizar todas las partes de los animales para hacer ropa. Hicieron canastos para las hierbas estivales, enseñaron a los hombres a utilizar las partes de los animales para hacer sus kayaks, y se inventaron ropas en las que no entraba el agua.
Pero, al cabo de un tiempo, los seres humanos se habían vuelto a olvidar del camino, porque no había nada que temieran en el mar, como el oso en la tierra. De modo que Cuervo volvió al río y esta vez hizo un montón de barro aún más grande. Encontró dos tocones grandes de sauce y los afiló con su pico. Luego los puso en el lugar donde debería estar la boca y pasó el ala sobre el montón de barro para infundirle vida. El montón de barro se introdujo pesadamente en el mar y, cuando el primer ser humano se encontró con él, la morsa destrozó su kayak y ensartó su cuerpo repetidas veces con sus colmillos. Cuando el cadáver apareció en la playa, los otros seres humanos se congregaron a su alrededor, y Cuervo devolvió la estrella de su frente al firmamento.
—Acordaos del camino –les advirtió, y ya no dijo nada más.
Hasta el día de hoy, todos los seres humanos conocen la historia de Cuervo y del camino de los seres humanos; reverencian a Cuervo por todo lo que hizo por ellos, todo lo que les enseñó, aun cuando pudiera hacerles daño o asustarles. Los seres humanos siempre supieron que Cuervo estaba haciendo lo mejor que podía hacer por ellos
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Adaptación de Jack Dalton (1999), Portador de las Tradiciones del Pueblo Yup’ik.
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
Comentarios
El adaptador de esta deliciosa historia, el Portador de la Tradición del Pueblo Yup’ik, Jack Dalton, nos dice que el relato está basado en una leyenda transmitida por la gente de Paimiut, en el extremo occidental de Alaska. En esta historia, se observa claramente la intención educativa de los relatos Yup’ik, cuando transmiten la necesidad de cuidar el entorno, así como a las especies con las que conviven.
Los Yup’ik son un grupo de pueblos aborígenes esquimales de las regiones de Alaska y Siberia, que se extienden principalmente a ambos lados del Estrecho de Bering, y de su profundo sentido ecológico tradicional dan cuenta no sólo sus relatos, sino directamente sus valores y costumbres, pues, para ellos, «Todos los seres vivos deben ser respetados» (Ayunerak et al., 2014). De hecho, y al igual que otras muchas culturas originarias del norte de América, los Yup’ik disponían de toda una serie de rituales y comportamientos en los que mostraban su respeto a los animales que cazaban para su sustento.
Los peces se llevaban siempre a casa en una bandeja, para asegurarse de que no cayeran accidentalmente en algún lugar por donde la gente caminara. De este modo se impedía la falta de respeto por los peces. También se le ponía agua en la boca a la foca, cuando la llevaban a casa o a la aldea, con el fin de calmar su sed, dado que es un animal de agua. Ésta era la manera de mostrar un profundo respeto por la foca, que había sido muerta para poder alimentarse. (Ayunerak et al., 2014)
Pero este código de comportamientos éticos con los animales se basaba en una manera de entender las relaciones entre las especies.
La subsistencia precisaba de unas buenas relaciones entre los seres humanos y los animales, y mantener esta relación fue la única manera en que el pueblo pudo sobrevivir antiguamente. El respeto por la tierra, así como por el mar, aseguraba la provisión estacional de alimentos que Ellam Yua nos daba. (Ayunerak et al., 2014)
Ellam Yua es, para los Yup’ik tradicionales, el Espíritu del Universo/el Invisible, «Él fue el creador que lo hizo todo».
La vida comunitaria de los Yup’ik giraba en torno al qasgiq. Era ésta una construcción altamente respetada que, si bien servía de vivienda comunitaria de los hombres –mujeres y niños vivían en otras casas situadas alrededor del qasgiq–, la comunidad al completo la utilizaba con fines ceremoniales y de entretenimiento. En ella, la comunidad escuchaba a los ancianos hablar de Yuuyaraq (el Camino de la Vida), Alerquun (las Reglas de la Vida) y Piciryaraq (la Verdad de la Vida). Era el lugar donde se enseñaba la ética y los valores Yup’ik, donde se instruía a los niños y las niñas en el ciclo de la vida y la muerte, pero también en las habilidades de supervivencia, en las que se formaba no sólo a los niños, sino también a las niñas. La enseñanza se realizaba por modelado de roles, a través del propio comportamiento de los progenitores, demostrando con sus actos cómo deben hacerse las cosas.
Los qasgiq eran, así pues, el centro espiritual y comunitario de los Yup’ik, pero se abandonaron con la llegada de las epidemias, que hicieron necesario el uso del terreno del qasgiq para hacer fosas comunes. No obstante, coincidiendo con esto, los misioneros cristianos fomentaron la construcción de hogares unifamiliares que, con el paso del tiempo, terminarían por desmoronar el modo de vida comunitario de los Yup’ik, alterando también notablemente sus sistemas de valores. Sobre el efecto que los misioneros tuvieron en la población Yup’ik, dicen Ayunerak et al. (2014):
A los misioneros se les dio la bienvenida en las comunidades; pero, echando la vista atrás, es evidente que algunas de las políticas que los misioneros instituyeron tuvieron efectos perdurables en el pueblo Yup’ik. Por ejemplo, en algunas comunidades hoy en día, los niños y las niñas en edad escolar ya no pueden hablar su lengua originaria Yup’ik, mientras que, en otras comunidades, ya no se realizan danzas esquimales. Pero entre los resultados más perjudiciales del contacto y de la influencia exterior se halla la erosión de los valores nucleares de nuestro pueblo, la pérdida de lo que hizo del pueblo Yup’ik tradicional una comunidad.
Es evidente que las visiones del mundo transmitidas por los misioneros y por la propia modernidad de la colonización occidental, han sumido a esta ancestral cultura en una crisis existencial de consecuencias muy negativas para la humanidad en general, habida cuenta de la necesidad que nuestra especie tiene de la multiculturalidad para su supervivencia.
Queremos reflejar aquí nuestro profundo agradecimiento a Jack Dalton por habernos permitido incluir su versión de este relato Yup’ik en The Earth Stories Collection.
Fuentes
- Ayunerak, P.; Alstrom, D.; Moses, C.; Charlie, J. & Rasmus, S. (2014). Yup’ik Culture and Context in Southwest Alaska: Community Member Perspectives of Tradition, Social Change, and Prevention. American Journal of Community Psychology, 54(0), 91-99. doi: 10.1007/s10464-014-9652-4
- Dalton, J. (1999). The Creation Legend of the Yup’ik People: When Raven Met the First Human Being. Raven Feathers & the Wind Website. Disponible en http://www.angelfire.com/bc/yupik/create.html.
Texto asociado de la Carta de la Tierra
Preámbulo: La Tierra, nuestro hogar.- La protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra es un deber sagrado.
Otros pasajes de la Carta que puede ilustrar
Preámbulo: Responsabilidad universal.- Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales.
Principio 5e: Manejar el uso de recursos renovables como el agua, la tierra, los productos forestales y la vida marina, de manera que no se excedan las posibilidades de regeneración y se proteja la salud de los ecosistemas.
Principio 6b: Imponer las pruebas respectivas y hacer que las partes responsables asuman las consecuencias de reparar el daño ambiental, principalmente para quienes argumenten que una actividad propuesta no causará ningún daño significativo.
Principio 7e: Asegurar el acceso universal al cuidado de la salud que fomente la salud reproductiva y la reproducción responsable.
Principio 7f: Adoptar formas de vida que pongan énfasis en la calidad de vida y en la suficiencia material en un mundo finito.
Principio 8b: Reconocer y preservar el conocimiento tradicional y la sabiduría espiritual en todas las culturas que contribuyen a la protección ambiental y al bienestar humano.
El camino hacia delante: [El proceso] requiere también de un nuevo sentido de interdependencia global y responsabilidad universal.