La xana Galinda

Cultura Astur – España

 

Tras el colapso del reino visigodo de Toledo con la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica en el año 711 E.C., los pueblos del norte de la península intentaron organizar la resistencia con la creación de diversos reinos. Uno de ellos fue el Reino de los Astures.

Entre sus reyes, a finales del siglo VIII, estuvo un tal Mauregato, hombre de nefasto recuerdo por haber acordado el Tributo de las Cien Doncellas. Según la leyenda, el rey astur se había comprometido con el emir andalusí de Córdoba, Abd ar-Rahman I, a entregarle anualmente 100 doncellas astures a cambio de su apoyo. Y dice la leyenda que, siendo así las cosas, los soldados del rey recorrían las tierras astures una vez al año en busca de las jóvenes más hermosas, las cuales se llevaban a la fuerza para enviarlas al serrallo del emir.

En cierta ocasión, cuando se dirigían a la población de Illas, una adolescente del lugar llamada Galinda, doncella de gran belleza, dio en verles llegar y huyó en dirección al bosque. Angustiada, buscó escondrijo en una fuente que, desde tiempos inmemoriales, se tenía por sagrada. Pero, al acercarse al estanque, le pareció ver el reflejo de una hermosa dama en sus nítidas aguas.

―No tengas miedo. Yo te protegeré –oyó una voz dulce procedente del estanque–. Si quieres ser mi xana, te proporcionaré una vida dichosa.

Galinda había oído hablar de las xanas de fuentes, arroyos y cascadas, pero nunca había visto a ninguna. La propuesta de la dama de la fuente la llenaba de inquietud, pero el sonido en las cercanías de los soldados del rey la colmaba de una intensa angustia.

―¿Qué debo hacer para que me protejas? –dijo al fin la joven.

―Bebe un sorbo de mis aguas y te liberarás de los soldados –fue la respuesta.

La muchacha obedeció, justo a tiempo para transformarse en una hermosa xana. Y, cuando los soldados la descubrieron y se abalanzaron sobre ella, sólo con mirarles los convirtió en corderos.

Al día siguiente, el rey Mauregato partió con sus guerreros más aguerridos y fieles en busca de la partida de soldados que había salido en busca de doncellas y no había regresado, y dio la casualidad de ir a parar a la fuente sagrada de las cercanías de Illas. Allí se encontró cara a cara con la xana Galinda.

Intuyendo que el misterioso espíritu de las aguas había empleado un hechizo mágico con sus tropas, el rey gritó a Galinda no sin cierta aprensión:

―¿Dónde están mis soldados? ¿Qué has hecho con ellos?

Y Galinda, habituada ya a su nueva condición, respondió con otras dos preguntas:

―¿Qué soldados? ¿Te refieres a esos corderos?

Mauregato se volvió hacia donde miraba Galinda y se horrorizó al ver que toda su hueste se había transformado en un rebaño de corderos.

Aterrorizado ante el poder de la xana, el rey bajó rápidamente de su caballo e, hincando una rodilla en el suelo, le suplicó que no le hiciera daño y que liberara a sus hombres del hechizo, jurando a continuación por sus antepasados que cumpliría con lo que ella le conminara.

―Sí, voy a liberar a todos tus soldados –respondió serenamente Galinda―, pero tú quebrarás el pacto que estableciste con el emir de Córdoba, y nunca más volverás a entregar a una doncella astur para gozo de hombre alguno, sea cual sea su religión o procedencia. Y, si no cumples con tu compromiso, toda vez que un soldado toque a una mujer de tu reino se convertirá en un cordero, aunque eso suponga convertir a todo tu ejército un rebaño de borregos… y a ti en su pastor.

Mauregato no se atrevió a romper su compromiso con Galinda, tal fue el terror que la hermosa xana le provocó. Pero, con todo, el rey resultaría muerto poco después, durante la rebelión que los condes Arias y Oveco levantaron contra él en venganza por haber accedido a tal pacto con el emir andalusí.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2019).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Esta leyenda medieval asturiana toma como protagonista a una mujer, transformada en espíritu de la naturaleza de las tradiciones del norte de España, la xana, espíritu habitante de aguas puras y cristalinas, de aguas corrientes como ríos, arroyos y cascadas. Y también de los manantiales y fuentes, como podemos ver en esta leyenda. Algunos autores vinculan a la xana con la diosa Artemisa, diosa de la caza y los animales salvajes, de la naturaleza, la virginidad y las doncellas, capaz de aliviar las enfermedades de las mujeres. Probablemente no sea una coincidencia que el antiguo nombre con que se designaba a las hechiceras en la Edad Media fuera también el de janas.

En cualquier caso, la vinculación de estos espíritus o deidades naturales con lo femenino y la defensa (o salud) de lo femenino no parece ser una casualidad. No en vano, las tribus astures, de origen celta, se construían sobre clanes donde las unidades familiares eran esencialmente matriarcales.

 

Fuentes

  • Ceniza, A. (2017). Leyenda de la xana Galinda. Misterios y Leyendas de Galicia y Asturias. Retrieved 3 Sept. 2019 from http://tierra-leyendas.blogspot.co.uk/2010/01/la-xana-galinda.html.
  • Tierra de Leyendas (2010). “La xana Galinda”. Tierra de Leyendas (Blog). Retrieved 2 Nov. 2013 from http://tierra-leyendas.blogspot.co.uk/2010/01/la-xana-galinda.html.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 11a: Asegurar los derechos humanos de las mujeres y las niñas y terminar con toda la violencia contra ellas.