Lindu, la reina de las aves

Estonia

 

Lindu era la reina de las aves, hija del Cielo. Vivía en una lejana isla en el Mar Báltico donde ella y multitudes de aves se susurraban secretos al oído. Cada primavera, Lindu las llamaba con sus cantos para que regresaran a casa, dirigiendo su tránsito hacia el norte desde los confines de la tierra. Y, cada otoño, les volvía a llamar de uno en uno, al cuco, a la curruca, al petrel, para decirles que había llegado el momento de partir. La última era siempre la pardela.

Lindu se sumía en una nostálgica tristeza cuando todas las aves habían partido, quedándose sola delante del fuego en su hermosa casita de la isla. Echaba de menos la alegría de las aves y la determinación que mostraban por aferrarse a la vida… pero Lindu también disfrutaba de la paz y la soledad, mientras alimentaba la certeza de que sus amigas las aves pronto regresarían. De hecho, en las noches de invierno, Lindu gustaba de salir al exterior de la casa para cantar a las estrellas.

Siendo así, no debía resultar difícil enamorarse de ella, como le ocurrió a Estrella Polar, para quien Lindu no pasó desapercibida. Estrella Polar descendió del cielo con su mejor surtido de finas joyas, dispuesto a cortejarla con aquel regalo. Bajó por el sendero que llevaba hasta su cabaña con la quietud y el silencio que sólo la Estrella Polar puede invocar, y llamó suavemente a la puerta.

―Adelante ‒dijo ella.

Él entró, pero se sintió vacilar ante el resplandor de su belleza.

―¡Estrella Polar! ‒exclamó Lindu‒ ¿Qué he hecho yo para merecer el honor de tu presencia?

Y él respondió quedamente, con toda la dignidad de la que pudo hacer acopio:

―Lindu, ¿te quieres casar conmigo?

Lindu sonrió y, a continuación, sacudió la cabeza desestimando su petición.

―Estrella Polar ‒respondió‒, tu luz en la noche es encantadora, pero no puedo casarme contigo, pues eres demasiado predecible y te pasas la vida atascado siempre en el mismo sitio.

Luna vio regresar al cielo a su abatido compañero y pensó, «Lindu se casará conmigo, porque yo me muevo, cambio de lugar y brillo». De modo que introdujo unos minúsculos regalitos de plata en un fino medallón y cruzó también el umbral de la casa de Lindu.

―Luna ‒dijo ella‒ ¿a qué debo tal honor?

Pero Luna se sintió tan impactado por su belleza que lo único que salió de su boca fue un «Cásate conmigo» ligeramente altivo.

Lindu le miró fijamente y le dijo:

―Luna, tú iluminas mis noches oscuras, pero ¿cómo podría casarme contigo? Siempre recorres el mismo camino, sólo que a veces estás ahí del todo y otras veces no estás nada. No, Luna, no me voy a casar contigo.

Así pues, Luna se marchó tan compungido que sus rayos apenas iluminaron la tierra durante semanas.

Pero Sol no se perdió nada de cuanto estaba sucediendo.

«¿Cómo me va a rechazar a mí ‒pensó‒, si soy el ser más brillante del universo? No me dejaré turbar por su resplandor.»

De modo que tomó un collar de oro e irrumpió en casa de Lindu con todo su poder.

―Cásate conmigo ‒dijo en medio de su poderoso resplandor, antes de ver mermada su seguridad ante la agreste presencia de ella.

Pero, para su sorpresa, Lindu se enojó. ¿Quiénes se creían que eran todos aquellos seres, para pensar que podrían poseerla sin saber siquiera quién era ella?

―¿Cómo me voy a casar contigo, imponiendo  tu presencia sobre mí con todo tu brillo? ‒respondió Lindu‒ Además, también tú eres predecible, trazando el mismo arco en el cielo todos los días. ¡Vete de aquí!

Sol no salía de su asombro. Nunca le habían tratado de aquella manera, de modo que, avergonzado, se escondió trás una nube.

Lindu volvió a sentarse junto al fuego del hogar mientras pasaban los meses invernales, hasta que, en una noche oscura, vio danzar luces de todos los colores en una de las paredes de su casa. Abrió la puerta y salió al exterior, y allí estaba: Aurora Boreal. Se quedó contemplándolo, casi sin aliento, hasta que acertó a decir:

―Entra.

Y Aurora Boreal entró con tal gracia en su casa que Lindu casi perdió el sentido.

Charlaron, rieron, cantaron y danzaron hasta el alba; y, cuando él se fue, tan calladamente como había llegado, Lindu se dio cuenta de que no había nada predecible en él, ni siquiera cuando regresó a la noche siguiente, y a la siguiente; y Lindu no quería otra cosa que estar con él.

Entonces, una noche, Aurora Boreal le dijo:

―Cásate conmigo.

Y rieron y danzaron aún más, y anunciaron su compromiso a los cuatro vientos en los cielos.

Las aves le hicieron a Lindu un traje de novia con las más brillantes de sus plumas, y las montañas le hicieron un velo con el agua centelleante de un torrente. Lindu era feliz, era tan feliz…

Pero, entonces, sin previo aviso, Aurora Boreal no regresó.

Lindu le estuvo esperando en la puerta de su casa, oteando el cielo, pero no vio ni el más mínimo rastro de él. Las aves regresaron e intentaron animarla, pero ella apenas las escuchaba. No hacía más que llorar y llorar, mientras las lágrimas derramadas se agarraban relucientes a su velo.

Su padre, el Cielo, el poderoso Urr, que lo había visto todo, se apiadó de ella y llamó a los vientos para que la levantaran a las alturas, mientras su velo dejaba una estela de lágrimas tras ella, iluminando el firmamento hasta convertirse en la Vía Láctea… y allí, en la negrura del espacio, Lindu le vio al fin: Aurora Boreal, resplandeciente, fluido y hermoso, como siempre.

―¿Dónde has estado? ‒le preguntó ella aún entre lágrimas.

―Lo siento ‒respondió él‒. Es que yo soy así. A veces estoy aquí y a veces no… Impredecible.

Y ella sonrió, y se dieron la mano a través del cielo.

Y ahora, Lindu está en el cielo, desde donde vela por todas las aves, mientras las lágrimas desplegadas por su velo, la Vía Láctea, orienta a todas las aves en sus viajes.

 

Adaptación de Malcolm Green (2022).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Malcolm Green termina el relato de esta historia en el Volumen 2 de The Earth Stories Collection diciendo:

Este mito da a entender, como hacen otros muchos mitos, que en la naturaleza no hay separatividad. Lindu es a la vez humana y es parte del cosmos, habla con las aves y ellas la escuchan. Pero, al mismo tiempo, dispone de fuerza de voluntad, tiene sentido del humor y es obstinada, sufre decepciones, conoce la soledad y sufre transformaciones. Dicho de otro modo, es plenamente humana, y eso hace que podamos conectar con ella. Además, es mítica, pues se transforma en una galaxia. No sabemos si las personas que contaban esta historia en sus orígenes eran conscientes de la importancia de las estrellas para el sistema de orientación y navegación de las aves, pero la transformación de Lindu desde su original forma humana hasta convertirse en parte del cosmos nos indica que sí eran conscientes de la interconexión existente entre todas las cosas, y de que la naturaleza es fluida y no estática. Este mensaje subyacente es esencial en esta pieza escénica.

La idea de no-separatividad del entorno que nos rodea, que plantea Green en este relato, podría articularse con el principio binario/mediación que propugna el filósofo de la educación irlandés Kieran Egan (2012). Egan sostiene que, en la estructura subyacente de las historias, se observa siempre una oposición binaria simple del tipo bien/mal, coraje/cobardía, seguridad/temor, etc. Hablando de cómo se construye la comprensión del mundo en la infancia, afirma que estas estructuras binarias muestran tres características: que son abstractas, que son afectivas y que pueden «expandir» la comprensión del niño o niña hasta cualquier otra cosa del universo que pueda organizarse según conceptos afectivos básicos.

Los niños captan el mundo, es decir, mediante conceptos como el bien y el mal y todas sus variantes, con la alegría, la tristeza y la ira, con el amor y el odio, con el miedo y la seguridad, etcétera. Uno se siente tentado a sugerir que la comprensión del mundo por parte de los niños es más afectiva y moral que lógica y racional…  (Egan, 2012, p. 103)

Según Egan, estos pares de opuestos, constituyen una de las características principales del pensamiento, tanto en la infancia como en la edad adulta, pues recurrimos a la producción de oposiciones para construir el pensamiento. Pero afirma a continuación que estas oposiciones son más metafóricas que lógicas.

Dividirlo todo en pares de opuestos es la forma más fácil de poner orden en la realidad que nos rodea, y esto es precisamente lo que los relatos tradicionales nos enseñan a hacer desde la infancia, algo que es sumamente necesario para la supervivencia, donde, por ejemplo, toda especie tiene que aprender a discriminar entre lo que es comida y lo que es no-comida.

Sin embargo, por otra parte, esta diferenciación binaria de la realidad sería perjudicial si se lleva más allá de unos límites adecuados, como lo demuestra la diferenciación ser humano/naturaleza o cultura/naturaleza establecida por la visión del mundo occidental. Es ésta una diferenciación binaria que es responsable, en buena parte, de la actual crisis global climática y de extinción de especies, como señala el filósofo francés Bruno Latour al apuntar a la visión del mundo modernista, racional, materialista, mecanicista y reduccionista como el origen de tal crisis (Latour, 1993). Como señala Egan,

Los opuestos binarios son increíblemente eficaces para obtener una primera visión del mundo y de la experiencia, pero si dominan demasiado tiempo, garantizan reducciones y simplificaciones inadecuadas. (ibíd.., p. 141)

La diferenciación binaria estaría por tanto bien en la fase inicial de adquisición de conocimiento para ordenar la experiencia de la realidad, pero después conviene llevar el aprendizaje a los puntos intermedios entre los pares de opuestos. Lo frío y lo caliente, señala Egan, dejan paso a la idea de lo templado, lo fresco, lo cálido, etc. Pero, qué ocurre con los opuestos binarios de categorías empíricas discretas, como vida/muerte, animal/humano o naturaleza/cultura, donde no hay elementos mediadores, se pregunta Egan. Es aquí, precisamente, donde los relatos tradicionales de todas las culturas aparecen de nuevo para, de la mano de la imaginación, ofrecernos esos elementos mediadores, como es el caso de «Lindu, la Reina de las Aves». Así, las historias nos hablan de fantasmas ‒para mediar entre vida/muerte‒, de centauros ‒para mediar entre animal/humano‒ y de «osos de clase media» (ibid., p. 144), que se comportan como humanos ‒para mediar entre naturaleza/cultura. Con el tiempo y el influjo social, estas categorías mediadoras no empíricas se diluyen, pero han dejado una huella inapreciable en el alma del niño o la niña, un mensaje que conviene no olvidar, sobre todo en tiempos de polarización social: que, con un poco de imaginación, quizás encontremos el modo de reconciliar los opuestos.

De este modo, el principio binario/mediación de Egan se convierte en una explicación clave no sólo para justificar la importancia decisiva de los relatos tradicionales en la educación temprana del ser humano, sino también en el desarrollo de la imaginación como herramienta mediadora de opuestos que nos permite superar la visión del mundo disyuntiva y simplificadora que nos ha traído al desastre climático y de extinción que estamos viviendo, y nos puede ayudar a desarrollar la visión del mundo sistémica que necesitamos, donde las interrelaciones entre los elementos de la realidad no son visibles y hay que imaginarlas.

Por eso son tan importantes historias como la que Malcolm Green nos ofrece aquí, porque resalta la no-separatividad de la naturaleza, no sólo ofreciéndonos la imagen de una «gaviota de clase media» con opiniones y capaz de enamorarse, sino también porque, después, la mitifica al convertirla en la Vía Láctea, conciliando así la efímera transitoriedad de la vida mortal en el mundo con la eternidad de la vida en el cielo estrellado.

Para ver cómo Malcolm Green utiliza este relato tradicional en sus interpretaciones escénicas como narrador de Historias de la Tierra, véase su capítulo titulado «Donde lo ecológico se encuentra con lo mítico», en The Earth Stories Collection – Volume 2: ¡Historias de la Tierra en Acción!

 

Fuentes

  • Cutanda, G. A. (2016). Relatos tradicionales y Carta de la Tierra: Hacia una educación en la visión del mundo sistémico-compleja (Traditional Stories and Earth Charter: Towards a Complex-Systems Worldview Education) (PhD dissertation). Granada: University of Granada, Spain.
  • Egan, K. (2012). Primary Understanding: Education in Eartly Childhood. London: Routledge.
  • Green, M. (2018). Lindu, Queen of the Birds. Available on https://static1.squarespace.com/static/5b30fb323e2d09fe11bc5947/t/5f76fa635107591177e4bbf1/1601632933424/Lindu+-+Queen+Of+The+Birds.pdf
  • Kirby, W. F. (1895). The Milky Way. In The Hero of Esthonia and Other Studies in the Romantic Literature of That Country, Vol. 1, pp. 147-152. London: John C. Nimmo.
  • Latour, B. (1993). We Have Never Been Modern. Cambridge, MA: Harvard University Press.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Preámbulo: La Tierra, nuestro hogar.- La Tierra, nuestro hogar, está viva con una comunidad singular de vida. Las fuerzas de la naturaleza promueven a que la existencia sea una aventura exigente e incierta, pero la Tierra ha brindado las condiciones esenciales para la evolución de la vida.

 

Otros pasajes de la Carta que puede ilustrar

Preámbulo: Responsabilidad universal.- El espíritu de solidaridad humana y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.

Principio 16f: Reconocer que la paz es la integridad creada por relaciones correctas con uno mismo, otras personas, otras culturas, otras formas de vida, la Tierra y con el todo más grande, del cual somos parte.