De cómo Kyldysin se convirtió en un dios

Pueblo Udmurta – Rusia

 

Inmar, el dios creador, necesitando ayuda para orientar a los campesinos con sus cosechas, hizo que para Kyldysin no transcurrieran los años, ni siquiera los siglos. Kyldysin dejó de cambiar con el paso del tiempo, dejó de secarse y de envejecer, para conservar permanentemente la salud, recuperando incluso su fuerza y su vigor de antaño.

Poco a poco, los agricultores se fueron enterando de la existencia de Kyldysin y empezaron a buscarle con el fin de pedirle consejo sobre las complejidades de las plantas y su cultivo.

Mientras tanto, Inmar permanecía atento a lo que ocurría en los campos, y empezó a escuchar a muchos agricultores decir que «Kyldysin me ayudó mucho», o bien «Kyldysin salvó mi cosecha», palabras que le satisfacían enormemente y que le llevaron a entrometerse cada vez menos en los asuntos del campo.

Y así, con el tiempo, la gente llegó a amar entrañablemente a Kyldysin, a quien invitaban a sus casas, a sus reuniones y fiestas; y no sólo eso, sino que muchos de ellos intentaban parecerse a él y, por encima de todo, no disgustarle ni decepcionarle en modo alguno.

En aquellos tiempos, las tierras de cultivo eran muy espaciosas, tan espaciosas que las lindes entre los cultivos parecían caminos por su amplitud. Por esos «caminos» gustaba Kyldysin de recorrer los campos, examinando los brotes de las plantas, dilucidando cómo les afectaban los cambios en la atmósfera y, llegado el tiempo, evaluando los frutos de las cosechas según estuvieran en una región u otra y según las horas de sol o las lluvias que hubieran recibido unos y otros.

La gente se acostumbró a ver a Kyldysin deambulando por los campos. Alto y robusto, con cabellos y barba blanca, Kyldysin, caminaba lentamente, para no perderse nada de lo que pudiera suceder en los cultivos. Siempre iba vestido de blanco, un blanco que, a veces, viéndole contra el horizonte en un día soleado, le hacía desaparecer en el mismo cielo. Quizás de ahí viniera el nombre por el que la gente llegó a conocerle, un nombre que podría ser traducido como «el hombre hecho de cielo». ¿Quién sabe? Quizás es que Inmar lo recreó con la misma materia del cielo.

El caso es que los udmurtas comenzaron a vestir de blanco por parecerse a él. Se hacían coser camisas blancas, y por encima, en la primavera y el otoño, se cubrían con un grueso sukman blanco. También, los hombres comenzaron a vestir pantalones blancos y, tanto hombres como mujeres, en los meses más fríos, se envolvían las piernas con telas blancas para formar sus típicos onuchi.

Pero todas aquellas atenciones y detalles por parte de las gentes del campo no hicieron cambiar a Kyldysin. Al igual que cuando era sólo un hombre, se levantaba antes de la salida del sol, para irse de inmediato a recorrer los campos y no volver a casa hasta que el último de los agricultores y sus familias se hubieran recogido en sus hogares, pues toda vez que alguien necesitaba de él, Kyldysin se mostraba dispuesto a prestar su ayuda.

Kyldysin no gustaba de pisar las tierras de cultivo a menos que fuera absolutamente necesario. Y si alguien perdía un solo grano de cereal, Kyldysin lo encontraba y lo recogía del suelo con un cuidado exquisito, incluso con ternura, pues pensaba que dentro de cada grano se hallaban comprimidas cientos, miles de cosechas, y pensaba que eso no debía ni podía perderse. Pensaba que había demasiada gente en el mundo que no tenía qué comer como para desperdiciar tanta riqueza de alimentos. Incluso, en ocasiones, cuando se encontraba con un tallo de trigo en un camino, rodeaba el pie del tallo con piedrecitas para señalarlo y que nadie lo pisara.

La gente, al ver el cuidado y la ternura con la que Kyldysin trataba a las plantas, terminó por imitarle, por apreciar lo que aquellas humildes plantas les daban y por proteger cada semilla, cada espiga de sus campos.

Kyldysin no tenía secretos para los agricultores. Toda vez que le preguntaran, daba con gusto sus consejos sobre cuándo sembrar, en qué campo y con qué especie de grano, todo dependiendo del carácter de las plantas y de sus peculiaridades, pues trigo, avena y cebada eran familiares entre ellas, pero cada una tenía sus manías y sus costumbres. Sin embargo, también les aconsejaba según el tipo de clima que traía cada año, porque hay veces que la primavera llega antes, o se alarga, en tanto que, otras veces, las lluvias tardan o incluso no llegan a tiempo.

―Cada año tiene sus peculiaridades y su personalidad –les decía Kyldysin–, y lo mismo ocurre con la tierra de cada campo: unas son más generosas, en tanto que otras son más bien ariscas; algunas se dejan sembrar para no dar nada, mientras que otras ofrecen sus frutos abundantemente.

Pero lo mejor de todo es que no sólo no guardaba secretos de plantas y cosechas, sino que, al mismo tiempo, mantenía una actitud humilde y receptiva, siempre dispuesto a aprender. Hasta entonces, los ancianos eran los que observaban las señales del invierno, la lluvia, las nieves, cómo y cuándo crecían las setas, cuándo maduraban las bayas, cuándo hacían sus nidos los pájaros y cuándo se apareaban los animales. Y de este modo se hacían una idea de cómo sería la primavera y el verano. Esto les hacía valiosos para su comunidad. Pero, consciente de que, con su aparición, los agricultores podrían llegar a prescindir de los ancianos y olvidarse de ellos, Kyldysin pensó que no sería bueno que los ancianos perdieran su papel, cuando, por otra parte, él sentía que todavía tenía mucho que aprender. De modo que acudía también a los ancianos y ancianas de cada aldea en busca de consejo, y hablaba con todos y cada uno de ellos, manteniendo una actitud humilde, que hacía que todo el mundo, desde los más pequeños hasta los más viejos, le quisieran entrañablemente.

Con el tiempo, aquella actitud sencilla le llevó a buscar consejo también en las voces de la naturaleza, en todos los seres con los que se encontraba, con los que habitaban los campos, los bosques y las colinas. Le veían hablar con las ramas de los árboles, con las aves y los insectos, con las ranas y los peces de los ríos, y con los animales que se ocultaban en los bosques.

Y así, con la sabiduría de Kyldysin, la gente vivió bien en Udmurtia, disponiendo de comida entre cosecha y cosecha, habiendo siempre pan en la despensa de cada casa. No en vano se situó a Kyldysin finalmente entre las tres deidades principales udmurtas, junto a Inmar y Kvaz’, como dios de la agricultura y la fertilidad, de las mujeres, los partos y los niños, y como protector de los pobres.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2022).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Parece ser que, en sus orígenes ancestrales, posiblemente neolíticos, Kyldysin no fue un dios, sino una diosa, y de ahí su patronazgo sobre la fertilidad, las mujeres, los nacimientos y los niños. Por otra parte, en tanto que, en muchas tradiciones, Kyldysin aparece directamente como un dios que, antiguamente, vivía entre los humanos, según los materiales de campo de Uno Holmberg (1914), «Inmar es un dios, Kylchin [Kyldysin] es un santo. Inmar le dio poder a Kylchin para crear todo, y él creó. Enseñó a la gente cómo vivir, trabajar y orar a dios». Es ésta la perspectiva que hemos utilizado en esta adaptación, la de un ser humano que termina siendo divinizado.

La mitología udmurta es una mitología animista antropomórfica en la que bosques, montañas, ríos, casas e incluso los graneros tienen su propio espíritu, a cuyo nombre se añade la palabra murt, que significa «hombre» (Domokos, 2018).

El origen étnico finés de los udmurtas se puede rastrear en su principal deidad, el creador Inmar, que es la versión udmurta del finlandés Ilmarinen. Pero en cada zona se daba culto a una combinación propia de deidades que podía cambiar también con el tiempo. Entre las deidades más difundidas de la espiritualidad udmurta se hallan, además de Inmar, dios del cielo, Kyldysin, dios de la tierra, Kvaz’, dios de la atmósfera y el clima, Lud o Keremet, dios de las praderas y los campos, Njulesmurt, señor de los bosques, así como una gran diversidad de guardianes de la familia (Frog, Siikala y Stepanova, 2012).

Esta forma de paganismo se mostró especialmente resistente al influjo del islam turco y del cristianismo ortodoxo ruso, que comenzó a introducirse en la región entre los siglos XIII y XIV. Pero la cristianización fue más por imposición política que por conversión, puesto que, a partir de 1557, con la llegada de Iván el Terrible, fue cuando el paganismo comenzó a ser reprimido, al tiempo que se destruían sus arboledas sagradas, sus lugares de oración y sus enterramientos (Filatov y Shchipkov, 1997).

Para 1917, el paganismo udmurta dejó de ser reprimido por las autoridades, reavivándose con ello el nacionalismo étnico de Udmurtia. Pero, en la década de 1930, la represión volvió y con mucha más violencia. Los sumos sacerdotes y los chamanes fueron declarados enemigos del pueblo, y el culto fue prohibido, destruyéndose los grandes graneros donde se congregaban los fieles, así como los santuarios familiares, y talándose y desarraigando las arboledas sagradas de nuevo (ibíd.).

Cuando llegó la perestroika, la situación del pueblo udmurta era dramática. Para entonces sólo constituían un tercio de la población de la República de Udmurtia, y el trauma histórico, así como el desarraigo masivo de sus raíces culturales tradicionales, los había llevado a unos índices de alcoholismo y de suicidio sumamente elevados (ibíd.). Es éste un fenómeno similar al observado en otros pueblos tradicionales del mundo que sufrieron traumas históricos colectivos y a los que se les desconectó de sus raíces culturales, como los pueblos originarios de América (Yellow Horse Brave Heart, 2011), especialmente el Pueblo Lakota en los Estados Unidos, que sigue inmerso en tal pesadilla (Bosman, 2015).

Fue a partir de la década de 1990 cuando se produjo el despertar de la identidad étnica y cultural del Pueblo Udmurta, convirtiéndose su religión nativa en el fundamento de este movimiento. De hecho, en 1994, un nutrido grupo de intelectuales, artistas, académicos y empresarios fundaron el Udmurt Vos –«Fe udmurta»–, una institución que, acto seguido, buscó sumos sacerdotes genuinos del antiguo culto para reactivar la espiritualidad ancestral de este pueblo (Filatov y Shchipkov, 1997).

En la actualidad, la antigua religión udmurta está viva de nuevo, si bien se concentra en aldeas y entornos rurales, donde la población, casi en su totalidad, participa de los rituales (Toulouze y Niglas, 2017), muchos de ellos consistentes en ceremonias o fiestas en bosques sagrados. Sin embargo, los cambios en la Constitución rusa realizados en 2020 suponen un intento evidente de rusificación de la población udmurta, al reconocer a la lengua y la etnia rusas como «creadoras» del estado, sugiriendo que la cultura y la lengua rusas tienen prioridad sobre las otras 35 lenguas que se hablan en la federación, lo cual sitúa al idioma udmurta en las escuelas como lengua opcional. Esto pone en peligro la pervivencia de este idioma que, de hecho, se halla en peligro de desaparición, según el Atlas de la UNESCO (Bustos, 2021).

 

Gracias a la profesora Ольга Солодянкина (Olga Solodyankina) y al profesor Аверин Александр (Alexander Averin), por su generoso trabajo de búsqueda, desde la Universidad Estatal de Udmurtia, de relatos tradicionales de Udmurtia para la Colección de Historias de la Tierra. Gracias también a Lola Mazagaeva por la traducción de la fuente del relato, y muy en especial a Alena Kárpava, profesora de la Universidad de Granada, en España, por establecer el puente para esta colaboración, por la revisión de la traducción y por su ayuda en la comprensión de la mitología udmurta.

 

Fuentes

  • Bosman, J. (2015 May 1). Pine Ridge Indian Reservation struggles with suicides among its young. The New York Times. Disponible en https://www.nytimes.com/2015/05/02/us/pine-ridge-indian-reservation-struggles-with-suicides-among-young-people.html
  • Bustos, À. (2021 Feb. 25). El poble udmurt malda per mantenir la seva cultura al bell mig de Rússia. Nationalia. Disponible en https://www.nationalia.info/new/11381/el-poble-udmurt-malda-per-mantenir-la-seva-cultura-al-bell-mig-de-russia
  • Domokos, P. (2018). Udmurt. Encyclopedia of World Cultures. Disponible en Encyclopedia.com: https://www.encyclopedia.com/humanities/encyclopedias-almanacs-transcripts-and-maps/udmurt
  • Filatov, S. y Shchipkov, A. (1997). Udmurtia: Orthodoxy, paganism, authority. Religion, State & Society, 25(2), 177-183.
  • Frog, Siikala, A. L. y Stepanova, E. (2012). Mythic Discourses: Studies in Uralic Traditions. Helsinki: Finnish Literature Society.
  • Кралина Н. (лит. обработка) (1995). Мифы, легенды и сказки удмуртского народа. 2-я версия 2008. Ижевск, Удмуртия. (Kralina, N. (Ed.) (1995). Mitos, leyendas y cuentos del pueblo udmurta. II versión 2008. Izhevsk, Udmurtia.)
  • Toulouze, E. y Niglas, L. (2017). The Vös’as’, the Udmurt sacrificial priest: An old task for young men. Temenos, 53(1), 9-29.
  • Шестой Континент (2019 Mar. 23). УДМУРТСКАЯ МИФОЛОГИЯ (Mitología de Udmurtia). VK.com. Disponible en https://vk.com/@-162224239-udmurtskaya-mifologiya
  • Yellow Horse Brave Heart, M. (2011). The historical trauma response among natives and its relationship with substance abuse: A Lakota illustration. Journal of Psychoactive Drugs, 35(1), 7-13.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 9b: Habilitar a todos los seres humanos con la educación y con los recursos requeridos para que alcancen un modo de vida sostenible y proveer la seguridad social y las redes de apoyo requeridos para quienes no puedan mantenerse por sí mismos.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Principio 13a: Sostener el derecho de todos a recibir información clara y oportuna sobre asuntos ambientales, al igual que sobre todos los planes y actividades de desarrollo que los pueda afectar o en los que tengan interés.

Principio 13f: Fortalecer las comunidades locales, habilitándolas para que puedan cuidar sus propios ambientes y asignar la responsabilidad ambiental en aquellos niveles de gobierno en donde puedan llevarse a cabo de manera más efectiva.

Principio 14: Integrar en la educación formal y en el aprendizaje a lo largo de la vida, las habilidades, el conocimiento y los valores necesarios para un modo de vida sostenible.