No es nuestro problema

Myanmar / Tailandia / Irán / Armenia

El rey y su primer ministro estaban contemplando la ciudad desde una ventana de palacio. Era el comienzo del verano y la próspera ciudad, envidia de los reinos vecinos, se veía majestuosa desde la altura. Ambos mandatarios observaban la vida de la calle mientras deleitaban su paladar con una fuente de arroz inflado con miel.

         De pronto, siguiendo el paso de una muchacha por la calle, el rey se inclinó sobre el alféizar de la ventana y se le cayó una gota de miel. El primer ministro estaba a punto de llamar a los sirvientes para que vinieran a limpiar el alféizar cuando el rey le detuvo con un gesto.

         —No os preocupéis. No es más que una gota de miel. No es problema nuestro. Ya limpiarán los sirvientes más tarde.

         Sin embargo, el primer ministro se quedó intrigado sin saber por qué con aquella gota de miel, viendo cómo poco a poco se iba deslizando por el alféizar hasta caer a la calle.

         En cuanto la gota de miel cayó en la acera, una mosca se apresuró a posarse sobre ella para darse un banquete, sin percatarse de la presencia de un geco, que venía vigilándola desde hacía unos minutos y ahora había encontrado la ocasión para cebarse por fin con ella.

         El rápido movimiento del geco llamó la atención de un gato, que de un salto se precipitó sobre el geco para atraparlo entre sus garras. Pero el salto del gato no le pasó desapercibido a un perro, que acompañaba a su dueña en su vespertina compra por el mercado. De pronto, una algarabía de ladridos y maullidos rompió la paz de la tarde estival.

         Viendo el alboroto en la calle, el primer ministro levantó la mano para decirle al asistente que mandara a alguien a detener la pelea, pero de pronto notó la mano del rey bajándole el brazo.

         —Relajaos —le dijo en tono afable—. No os inmiscuyáis en los asuntos del mercado. No debemos interferir. No es problema nuestro.

         Súbitamente apareció el dueño del gato y la emprendió a patadas con el perro, intentando que dejara en paz a su gato, y la dueña del perro, al ver esto, la emprendió asimismo a patadas con el dueño del gato. El alboroto de voces de animales y humanos llamó la atención de todos los vecinos y viandantes, que se congregaron alrededor para ver qué estaba ocurriendo. Hubo quienes tomaron partido por el dueño del gato y hubo quienes le dieron la razón a la dueña del perro, y las discusiones entre los espectadores se fueron caldeando hasta el punto de llegar a las manos. Poco después, una turba de más de cien personas la emprendían a golpes unos con otros.

         Y el rey, adelantándose al preocupado primer ministro, dijo:

         —Olvidaos. No es nuestro problema. Mirad, aquí tenemos más arroz con miel. Comed y disfrutad de la vista de la ciudad con el atardecer.

         Llegó la policía para intentar detener aquel enorme altercado, pero, con los primeros golpes de los policías, los alborotadores se revolvieron contra ellos. Vinieron más policías, y los amigos de los alborotadores se unieron también a la algarada. Cuando llegó el crepúsculo, el tumulto se había convertido en una cadena de disturbios callejeros que se iba extendiendo por toda la ciudad.

         —Sé lo que estáis pensando —le dijo el rey al primer ministro, que tenía el rostro lívido—. Pero no os preocupéis. No es problema nuestro. El ejército se ocupará de todo.

         Sin embargo, la llegada de los soldados no sirvió para otra cosa que para convertir los disturbios callejeros en una guerra civil. Durante la madrugada, el rey y el primer ministro miraban horrorizados desde la ventana la ciudad en llamas.

         Cuando llegó el alba, el rey y el primer ministro tuvieron que huir de la ciudad, cuando una turba enfurecida prendió fuego al palacio real.

         Mientras se abrían paso en una carroza por los suburbios, escoltados por la guardia del monarca, el rey le dijo al primer ministro en un murmullo, con los ojos empañados en lágrimas:

         —Quizás me equivoqué… Puede que la gota de miel sí fuera un problema nuestro.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2018).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

La actual adaptación se basa en las versiones del relato de Htin Aung y Trager (1968), Pearmain (1998) y Margaret MacDonald (2005). No obstante, existen otras dos versiones similares de esta misma historia de origen farsi (persa) (Heathfield, 2013) y armenio. Estas dos versiones son muy parecidas entre sí, si bien la armenia es más conocida por el poema que de ella escribió Hovhannes Tumanyan (1869-1923), titulado asimismo «Una gota de miel» (1909). Se dice que el poema está basado en una fábula armenia medieval, y se ha hecho tan popular en el país que ha terminado convirtiéndose en un proverbio: «Estás haciendo una gota de miel con todo eso». También existen dos películas basadas en esta misma historia, una armenia, de 12 minutos (1968) y otra rusa, de 72 minutos (1982).

 

Fuentes

  • Heathfield, D. (2013). The drop of honey. Retrieved from http://worldstories.org.uk/stories/the-drop-of-honey/english/.
  • Htin Aung, M. & Trager, H. G. (1968). A kingdom lost for a drop of honey. In A Kingdom Lost for a Drop of Honey, pp. 28-30. New York: Parent’s Magazine Press.
  • MacDonald, M. R. (2005). Not our problem. In Peace Tales: World Folktales to Talk About, pp. 18-20. Little Rock: August House.
  • Pearmain, E. (ed.) (1998). The drop of honey. In Doorways to the Soul. New York: Pilgrim Press.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Preámbulo: Los retos venideros.- Nuestros retos ambientales, económicos, políticos, sociales y espirituales, están interrelacionados y juntos podemos proponer y concretar soluciones comprensivas.