ori

El origen de las historias

Seneca (Iroquesa) – Estados Unidos / Canadá

Esto sucedió hace mucho tiempo, en los tiempos de nuestros antepasados.

         En un poblado seneca vivía un niño cuyo padre y madre habían muerto cuando él tenía sólo unas pocas semanas de vida. Del pequeño se encargó una mujer que había conocido a sus progenitores, y le puso por nombre Poyeshaon, que significa “huérfano”.

         El chico creció sano y vigoroso, y, cuando tuvo la edad suficiente, su madre adoptiva le dio un arco y unas flechas, y le dijo:

         ―Ha llegado el momento de que aprendas a cazar. (…)

         La mujer desgranó unas mazorcas de maíz seco y resecó los granos entre cenizas calientes, y a la mañana siguiente le dio al muchacho un poco de maíz para la comida, se lo envolvió en un trozo de piel de ante y le dijo que se lo comiera cuando tuviera hambre, pues estaría todo el día cazando.

         Poyeshaon partió del poblado y la caza se le dio muy bien. A mediodía buscó un lugar para descansar y comió un poco de maíz seco, y luego siguió cazando hasta mitad de la tarde.

         A la mañana siguiente, la madre adoptiva de Poyeshaon le dio maíz seco para desayunar y, mientras el chico comía, le dijo que tenía que emplearse a fondo en la caza, pues, si se convertía en un buen cazador, tendría una vida próspera.

         El chico tomó su arco y sus flechas, así como el hatillo de maíz seco, y se adentró en los bosques (…). A mediodía se comió el maíz y pensó en lo que su madre adoptiva le había dicho, y se dijo a sí mismo: “Voy a hacer lo que mi madre dice, y así algún día podré cazar piezas grandes”.

         Poyeshaon cazó hasta el atardecer, y luego volvió a casa (…). Su madre adoptiva le dio las gracias y le dijo:

         ―Ahora ya me estás ayudando a conseguir comida.

(…)

         Al décimo día, el muchacho partió del poblado como siempre y, dado que cada vez tenía que ir más lejos en busca de presas, se adentró más que nunca en los bosques. Hacia el mediodía, se le aflojó el tendón que sujetaba las plumas de su arco. Mirando a su alrededor en busca de un lugar donde sentarse para soltar el tendón y volverlo a anudar, vio un claro en el bosque con una piedra en su centro, una piedra redonda, alta y lisa, con la parte superior plana. El muchacho se dirigió a la piedra y, de un salto, se sentó sobre ella. Soltó el tendón y se lo llevó a la boca para ablandarlo. Después, arregló las plumas del arco y, cuando iba a sujetarlas, escuchó una voz cerca de él que decía:

         ―¿Te cuento una historia?

         Poyeshaon levantó la mirada esperando encontrarse con un hombre. Al no ver a nadie, miró hacia atrás y alrededor de la piedra, y luego se puso de nuevo a sujetar las plumas de su arco.

         ―¿Te cuento una historia? –escuchó de nuevo la voz, allí mismo.

         El chico miró en todas direcciones, pero no vio a nadie, y decidió que tenía que averiguar qué pasaba y quién estaba intentando burlarse de él.     Dejó a un lado el arco y escuchó; y, cuando oyó de nuevo la voz decir “¿Te cuento una historia?”, se percató de que la voz venía de la piedra sobre la cual estaba sentado.

         ―¿Qué es eso? –preguntó el muchacho– ¿Qué significa contar una historia?

         ―Es contar algo que sucedió hace mucho tiempo –respondió la piedra–. Si me das los pájaros que has cazado, te cuento algunas historias.

         ―Puedes quedarte con los pájaros –respondió Poyeshaon.

         En cuanto el chico dijo esto, la piedra comenzó a contarle lo que había ocurrido tiempo atrás, y cuando terminaba una historia comenzaba con otra, mientras el niño escuchaba con la cabeza gacha. Al caer la tarde, la piedra dijo:

         ―Ahora vamos a descansar. Ven mañana de nuevo. Si alguien te pregunta por los pájaros, di que has matado tantos que no quedan muchos, y que eso te obliga a caminar mucho rato hasta que encuentras uno.

         En el camino de regreso, el muchacho cazó cinco o seis pájaros; y, cuando su madre adoptiva le preguntó cómo era que había traído tan pocos pájaros, él dijo que no había mucha caza, y que tenía que caminar mucho rato hasta encontrar alguna pieza.

         A la mañana siguiente, Poyeshaon partió de nuevo con su arco, sus flechas y su hatillo de maíz seco, pero se olvidó de cazar, pues estaba pensando en las historias que la piedra le había contado. Cuando un pájaro se posaba en una rama cercana, él le disparaba una flecha, pero el muchacho iba directo al claro del bosque donde se encontraba la piedra. Cuando llegó allí, puso los pájaros sobre la piedra y gritó:

         ―¡Ya he llegado! Aquí están los pájaros. Ahora, cuéntame historias.

         La piedra le contó una historia tras otra y, al caer la tarde, le dijo:

         ―Ahora tenemos que descansar hasta mañana.

         Camino a casa, el muchacho estuvo buscando pájaros, pero ya era tarde y encontró muy pocos.

         Aquella noche, su madre adoptiva comentó con sus vecinas que, cuando Poyeshaon comenzó a cazar, traía caza en abundancia, pero que ahora sólo traía cuatro o cinco piezas, cuando se pasaba el día entero en los bosques. La mujer pensaba que había algo extraño en todo aquello, que o bien el chico se desprendía de los pájaros en algún lado o se los estaba dando a algún animal, o quizás estaba perdiendo el tiempo por ahí, sin cazar, de modo que le pidió a otro muchacho un poco más mayor que siguiera a Poyeshaon y que averiguara lo que estaba haciendo.

         A la mañana siguiente, el chico mayor tomó su arco y sus flechas y siguió a Poyeshaon, sin dejarse ver y cazando de vez en cuando algún pájaro él también. Poyeshaon cazó (…) bastantes pájaros y, luego, a media tarde, cambió de rumbo y se dirigió hacia el este, corriendo lo más rápido posible. El otro muchacho le siguió hasta que descubrió el claro del bosque y vio a Poyeshaon trepando a la piedra para sentarse a continuación. El muchacho más mayor se ocultó en las cercanías e intentó escuchar. Pero no podía ver a la persona que estaba hablando con Poyeshaon, de modo que salió de su escondite, se acercó y preguntó:

         ―¿Qué estás haciendo aquí?

         ―Estoy escuchando historias.

         ―¿Qué es eso?

         ―Es contar cosas que ocurrieron hace mucho tiempo. Deja tus pájaros en la piedra y di, “He venido a escuchar historias”.

         El otro muchacho hizo lo que le había dicho Poyeshaon e, inmediatamente, la piedra comenzó a hablar. Los muchachos estuvieron escuchando historias hasta que se puso el sol, momento en el cual la piedra dijo:

         ―Ahora vamos a descansar. Venid mañana de nuevo.

         Camino a casa, Poyeshaon cazó tres o cuatro pájaros.

         Cuando su madre adoptiva la preguntó al otro muchacho por qué Poyeshaon cazaba tan poco ahora, el chico dijo:

         ―Le seguí durante un rato, luego hablé con él y estuvimos cazando juntos, hasta que llegó el momento de volver a casa. No encontramos demasiados pájaros.

         A la mañana siguiente, el chico más mayor dijo:

         ―Me voy de caza con Poyeshaon. Es un buen tipo.

         De modo que se fueron juntos y, a media tarde, ambos tenían (…) unas cuantas piezas que llevar. Se apresuraron en llegar al claro del bosque, pusieron los pájaros sobre la piedra y dijeron:

         ―Ya estamos aquí. ¡Aquí tienes los pájaros! Cuéntanos historias.

         Los chicos se sentaron sobre la piedra y estuvieron escuchando historias hasta bien entrada la tarde.

         ―Ahora vamos a descansar hasta mañana –dijo la piedra.

         De regreso a casa, los muchachos dispararon a todos los pájaros que se encontraron, pero ya era tarde y no vieron demasiados.

         Pasaron varios días de este modo, hasta que la madre adoptiva pensó, “Estos chicos deben estar cazando más pájaros de los que traen a casa”. De modo que pidió a dos hombres del poblado que les siguieran.

         A la mañana siguiente, cuando Poyeshaon y su amigo se adentraron en los bosques, los dos hombres les siguieron, y cuando los chicos hubieron cazado (…) cierto número de pájaros, dejaron de cazar y se fueron corriendo al claro del bosque. Los hombres les siguieron y, ocultos tras los árboles, les vieron poner los pájaros sobre una gran piedra redonda, les vieron saltar sobre ella y sentarse, para luego bajar las cabezas y escuchar la voz de un hombre, mientras los jóvenes exclamaban cada poco tiempo, “¡Ûn!”.

         ―Vamos allí y averigüemos quién está hablando con los chicos –dijo uno de los hombres.

         Cuando llegaron, preguntaron:

         ―¿Qué estáis haciendo aquí, chicos?

         Aunque sobresaltados por la inesperada aparición, Poyeshaon respondió:

         ―Tenéis que prometer que no se lo diréis a nadie.

         Los dos hombres hicieron la promesa, y entonces Poyeshaon dijo:

         ―Subid a la piedra de un salto.

         Los dos hombres se sentaron sobre la piedra, y entonces dijo el muchacho:

         ―Cuéntanos una historia, estamos escuchando.

         La piedra se puso a contar otra historia, mientras los cuatro escuchaban con la cabeza gacha, hasta que comenzó a oscurecer, y la piedra dijo:

         ―Mañana tiene que venir toda la gente de vuestro poblado a escuchar mis historias (…) y cada hombre tendrá que traer algo que comer. Tendréis que limpiar el claro un poco para que toda la gente se pueda sentar cerca de mí.

         Aquella noche, Poyeshaon le habló al jefe del poblado acerca de la piedra que contaba historias, y le dio su mensaje, y el jefe envió a un corredor para transmitir el mensaje a todas las familias del poblado.

         A la mañana siguiente, muy temprano, todo el pueblo estaba preparada para partir. Poyeshaon encabezó la marcha, y la gente le seguía. Cuando llegaron al claro del bosque, cada uno de los hombres puso lo que había traído, fuera carne o pan, sobre la piedra; limpiaron el claro y se sentaron todos alrededor de la piedra.

         Cuando se hizo el silencio, la piedra dijo:

         ―Ahora os voy a contar historias de lo que sucedió hace mucho tiempo. Antes de éste, hubo otro mundo, y las cosas que os voy a contar sucedieron en ese mundo. Habrá quien recuerde todo cuanto yo diga, habrá quien recuerde una parte de lo que yo diga y habrá quien no se acuerde de nada. Así es como van las cosas, pero cada persona (…) tendrá que hacerlo lo mejor que pueda. A partir de ahí, os tendréis que contar las historias unos a otros. Ahora, escuchad…

         Y todos bajaron la cabeza y escucharon lo que la piedra decía. De vez en cuando los muchachos decían “¡Ûn!”; y, cuando el sol estaba a punto de ponerse, la piedra dijo:

         ―Ahora vamos a descansar. Venid mañana y traed carne y pan.

         A la mañana siguiente, cuando el pueblo se congregó alrededor de la piedra, se encontraron con que la carne y el pan que habían dejado allí el día anterior habían desaparecido. Pusieron sobre la piedra la comida que habían traído y luego se sentaron en círculo y esperaron. Cuando se hizo el silencio, la piedra comenzó, y una vez más estuvo contando historias hasta que el sol estuvo a punto de ponerse. Entonces, dijo:

         ―Venid mañana. Mañana terminaré con las historias de lo que pasó hace mucho tiempo.

         Por la mañana, muy temprano, el pueblo se reunió en torno a la piedra y, cuando se hizo el silencio, la piedra comenzó a contar historias, y estuvo contando historias hasta bien avanzada la tarde. Entonces, dijo:

         ―¡He terminado! Tenéis que conservar estas historias en tanto en cuanto dure el mundo. Contádselas a vuestros hijos e hijas, a vuestras nietas y nietos, de generación en generación. Habrá personas que las recuerden mejor que otras. Cuando vayáis a un hombre o una mujer a que os cuente historias llevadle algo a modo de pago, pan o carne, o cualquier otra cosa que tengáis. Yo sé todo lo que ha ocurrido en el mundo antes de ahora, y os lo he contado a vosotros. Cuando os hagáis visitas unos a otros, tenéis que contaros estas cosas, y conservadlas siempre. He terminado.

         Y así ha sido. De la Piedra vienen todos los conocimientos que los senecas tienen del mundo que hubo antes de éste.

 

Contado por Henry Jacob y editado por Jeremiah Curtin (1922).

Dominio Público.

 

Comentarios

Es éste un relato de primera mano del pueblo seneca, una cultura iroquesa que pobló en sus orígenes las costas del Lago Ontario. Esta historia fue recogida por Jeremiah Curtin, un agente de la Oficina de Etnología del Instituto Smithsoniano que, en 1883, estuvo recogiendo al dictado de los ancianos senecas cuantos relatos pudo con el fin de preservarlos para la posteridad. En este caso, el anciano seneca había adoptado el nombre de Henry Jacob. Por otra parte, hay que señalar que Curtin terminaría siendo aceptado como miembro del pueblo seneca bajo el nombre de HI-WE-SAS, Buscador del Conocimiento.

En la versión que se ofrece aquí hemos optado por eliminar algunos muy breves fragmentos que podían entrar en contradicción con los principios y valores de la Carta de la Tierra. Por lo demás, el relato se ajusta exactamente a la edición que aparece en la website Sacred Texts.

 

Fuentes

  • Curtin, J. (ed.) (1922). The Origin of Stories. En Seneca Indian Myths (pp. 70-75). New York: E. P. Dutton & Company. Recuperado de https://www.sacred-texts.com/nam/iro/sim/sim14.htm.
  • Planet Ozkids (2012). The Storytelling Stone – How Stories Began. Animals Myths & Legends: Educational website. Retrieved on 05/08/2013 from http://www.planetozkids.com/oban/legends/storytelling-stone-legend.htm.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 14a: Brindar a todos, especialmente a los niños y los jóvenes, oportunidades educativas que les capaciten para contribuir activamente al desarrollo sostenible.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Principio 8b: Reconocer y preservar el conocimiento tradicional y la sabiduría espiritual en todas las culturas que contribuyen a la protección ambiental y al bienestar humano.

 

Principio 9b: Habilitar a todos los seres humanos con la educación y con los recursos requeridos para que alcancen un modo de vida sostenible y proveer la seguridad social y las redes de apoyo requeridos para quienes no puedan mantenerse por sí mismos.

 

Principio 12b: Afirmar el derecho de los pueblos indígenas a su espiritualidad, conocimientos, tierras y recursos y a sus prácticas vinculadas a un modo de vida sostenible.

 

El camino hacia adelante: Las artes, las ciencias, las religiones, las instituciones educativas, los medios de comunicación, las empresas, las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos, están llamados a ofrecer un liderazgo creativo.