En tus manos
Tradición Judía, India, Benín
Muchos tenían por un profeta al viejo rabí. Aparte de sus cualidades espirituales, de su sencillez y su bondad, muchas de las personas que le seguían afirmaban haberle visto hacer cosas extraordinarias, «milagros», decían algunas; en tanto que otras sostenían que era capaz de ver el futuro y de adivinar lo que albergaba el corazón de las personas.
Un día llegó a la comunidad un predicador errante que, harto de dar tumbos de aquí para allá, había decidido sentar la cabeza y llevar una vida más tranquila. El predicador podría haber destacado como charlatán de mercado callejero, vendiendo elixires o cualquier otro artilugio innecesario, pero había decidido desde joven que quería llevar a las almas de vuelta a su Creador, aunque sin tener que pasar por las penurias del estudio y la erudición exigibles a cualquier rabino. Y, claro está, estaba acostumbrado a que todo el mundo le escuchara con atención en las plazas, y a que la gente valorara sus palabras por encima de las de cualquier otro charlatán.
Sin embargo, no tardó mucho en percatarse de que las gentes de la comunidad preferían escuchar al viejo rabí antes que a él, hasta el punto de sentirse eclipsado en presencia del anciano, ignorado por todos, que sólo tenían oídos para las palabras de aquél.
Tan mortificado llegó a sentirse por su irrelevancia e invisibilidad dentro de la comunidad, después de tantos años siendo el centro de atención, que, finalmente, su corazón se enturbió. De modo que comenzó a maquinar la manera en que las gentes de la comunidad pudieran comprender que él tenía mucho más que ofrecer que aquel anciano trasnochado.
A cuenta de la fama de profeta y de vidente del viejo rabí, el predicador trazó un artero plan para desprestigiarlo y, de paso, hacerle quedar a él como a aquél que había desenmascarado al supuesto hombre justo. Pensó en comprar un pajarillo cantor de los que vendían en el mercado y presentarse con el ave oculta tras su espalda ante el anciano rabí y su concurrencia, para decirle, delante de todos, «Rabí, tengo un pajarillo entre mis manos. Vos que todo lo sabéis, sin duda podréis responder a esta pregunta: ¿El pájaro está vivo o está muerto?» Si el anciano respondía que estaba vivo, el predicador le quebraría el cuello sin que nadie se diera cuenta y lo presentaría inerte ante la audiencia. Si el anciano respondía que estaba muerto, no tendría más que mostrarlo ante todos y soltarlo para que emprendiera el vuelo. Su plan no podía fallar.
A la mañana siguiente fue al mercado y, tal como había planeado, compró un jilguero a un mercader de las montañas del sur, y por la tarde se presentó ante el viejo rabí y sus seguidores con el pajarillo bien sujeto entre sus manos a la espalda. Y, tal como había planeado y se había repetido la noche anterior una y otra vez, dijo:
―Rabí, tengo un pajarillo entre mis manos. Vos que todo lo sabéis, sin duda podréis responder a esta pregunta: ¿El pájaro está vivo o está muerto?
El anciano lo miró fijamente a los ojos con una profunda tristeza, y no más que aquella mirada dejó al predicador profundamente confundido.
―Eso, mi querido y joven amigo –respondió finalmente el anciano–está en tus manos, depende exclusivamente de ti.
El predicador sintió una profunda vergüenza y, sacando de detrás de su espalda al pequeño jilguero, le dejó en libertad a la vista de todos para, a continuación, sentarse en la última fila de la audiencia para convertirse en el más humilde de los discípulos del viejo rabí.
Adaptación de Grian A. Cutanda (2020).
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
Comentarios
Esta historia se ha convertido en un arquetipo del inconsciente colectivo de la humanidad, por cuanto puede encontrarse bajo diversas formas en muchos lugares de la masa continental que conforman Asia, África y Europa. Según Dan Keding (2008), hay versiones de este relato en la tradición judía y en África, concretamente en Benín (Mama, 2006), mientras que Margaret MacDonald (2005) nos ofrece una versión procedente de la India.
Sólo esto es ya un indicio del valor universal de la enseñanza profunda de este relato, resaltando con una imagen y una metáfora la importancia decisiva de asumir la responsabilidad por todo aquello que hagamos, pero, sobre todo, por todo aquello que aún no hemos hecho, pudiendo elegir nuestro curso de acción. Algo que la Carta de la Tierra recalca en su texto al menos en tres ocasiones (véase abajo).
Fuentes
- Feldman, C y Kornfield, J. (1991). Stories of the Spirit, Stories of the Heart. New York: HarperCollins.
- Keding, D. (2008). In your hands. En Elder Tales: Stories of Wisdom and Courage from Around the World (p. 8). Wesport, CT: Libraries Unlimited.
- MacDonald, M. (2005). In your hands. En Earth Care: World Folktales to Talk About (p. 124). Little Rock: August House.
- Mama, R. (2006). Why Monkeys Live in Trees and Other Stories from Benin. Evanston, IL: Curbstone Books.
Texto asociado de la Carta de la Tierra
Preámbulo: Los retos venideros.- La elección es nuestra: formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida.
Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar
Preámbulo: Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro. A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas.
Preámbulo: Responsabilidad Universal.- Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales.