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La diferencia entre el cielo y el infierno

Judaísmo hasídico – Lituania

 

Se dice que el sabio rabino Haim de Romshishok, que era un predicador itinerante, estuvo muchos años rebuscando en los libros de la sabiduría hebrea en busca del modo de atravesar el velo que nos separa del otro mundo. Deseaba saber cómo era “el otro lado”, a fin de poder explicar mejor a su audiencia los misterios más profundos de la vida espiritual. Finalmente, un día, tras décadas de incansable búsqueda en gruesos tomos y profundas meditaciones, consiguió alcanzar su objetivo: creó una afilada cuchilla con propiedades mágicas, capaz de rasgar el velo que separa ambos mundos. Y, así, el rabino Haim de Romshishok se adentró en el mundo del más allá.

         Se sintió embargado de una extraña dicha al verse en medio de una soleada pradera verde cubierta de flores. Ante él se extendían filas y más filas de mesas rodeadas de gente, como en un banquete nupcial, llenas a rebosar de manjares y de las más finas y delicadas bebidas que se puedan imaginar. De hecho, al rabí se le hizo la boca agua ante tanta exquisitez y ante el aroma de los finos guisos de los que podía disfrutar aquella multitud. Pero de pronto se dio cuenta de algo que le sorprendió enormemente: la gente no se mostraba dichosa en modo alguno, como habría sido el caso en un banquete nupcial. Todo lo contrario. Se veía a las personas tristes y angustiadas, anhelantes, casi desesperadas. Y lo que es más, con tanta comida como tenían ante sí, estaban flacas y demacradas, casi en los huesos. ¿Qué estaría ocurriendo allí?

         Súbitamente, el rabí se percató del problema. Todas aquellas personas tenían los codos inmovilizados merced a unas trenzas de cabellos de ángel firmemente sujetas, de tal modo que no podían doblar los brazos, y los únicos cubiertos de los que podían disponer eran unas largas cucharas y tenedores de plata, con los cuales no podían llevarse la comida a la boca debido a que tenían los codos inmovilizados. ¡Estaban pasando un hambre atroz! Y la tortura era aún más cruel debido al hecho de tener ante sí tan deliciosos y abundantes manjares que, sin embargo, no podían llevarse a la boca de ningún modo.

         El rabí se sintió consternado ante tanto sufrimiento como se le había revelado y, no pudiendo soportar la contemplación de tanto dolor, volvió a este mundo para mitigar su pena y poner en orden sus pensamientos. Lo que había visto debía de ser el infierno, sin duda. Pero el infierno no era como él hubiera imaginado.

         Al día siguiente, recuperado en gran medida de su pesar, decidió pasar de nuevo al otro lado del velo, pero esta vez rasgando el aire en una dirección distinta. Sorprendentemente, volvió a encontrarse en el mismo lugar, o al menos eso parecía. Sobre la gran pradera verde bajo el sol, había de nuevo filas y más filas de mesas con los más suculentos alimentos y bebidas que cualquier ser humano pudiera imaginar. Pero aquí el banquete sí parecía adecuarse al típico banquete nupcial. La gente charlaba animadamente, reían e incluso cantaban en alguna zona. Eran personas dichosas, que irradiaban su felicidad hasta tal extremo que el rabí sintió que su corazón se elevaba hacia el sol.

         Sin embargo, curiosamente, la gente también tenía los codos sujetos fuertemente con trenzas de cabello de ángel, y también tenían inmovilizados los brazos. Además, sus cubiertos de plata eran asimismo excesivamente largos. ¿Por qué aquí las personas eran extremadamente dichosas, cuando se hallaban en las mismas condiciones que en el infierno?

         Y entonces se dio cuenta de la diferencia: vio a una mujer que, tomando una cucharada de estofado, le daba de comer al hombre que había enfrente de ella. Por todas partes, las personas se daban de comer unas a otras a través de las mesas, de tal modo que nadie pasaba hambre. ¡Sin duda, esto debía de ser el cielo!

         Súbitamente, una idea pasó por su cabeza.

         Ágilmente, sacó la mágica cuchilla y rasgó diestramente el aire en la misma dirección en que lo había hecho el día anterior, abriendo de ese modo una puerta entre el cielo y el infierno, y a continuación pasó limpiamente al otro lado. Se dirigió corriendo a las primeras mesas del infierno y, tomando por el brazo a la primera alma sufriente que encontró, le dijo:

         ―¡No tenéis por qué seguir sufriendo! ¡Dale de comer a tu vecino de enfrente y, con toda seguridad, él te dará de comer a ti!

         Pero aquel hombre no le quiso hacer caso, ni tampoco la mujer a la que se dirigió después, ni la siguiente, ni el anciano al que acudió finalmente, y que le respondió con una mueca de desagrado:

         ―¿Dices que le dé de comer al estúpido ése que tengo enfrente? ¡Jamás! ¡Prefiero pasar hambre que satisfacer a alguien tan mezquino!

         Y, entonces, Haim comprendió que la diferencia entre el cielo y el infierno se hallaba en el corazón de las personas, conociendo así el gran secreto que se ocultaba al otro lado del velo.

         Bajando la cabeza, profundamente conmovido, salió del otro mundo pensando en la profunda lección aprendida… pero no se dio cuenta de que había dejado el velo desgarrado y abierto entre el cielo y el infierno.

         No mucho después, los habitantes del cielo vieron a través de la hendidura la abrumadora tortura que padecían las personas que se hallaban en el infierno, y tomaron conciencia de que ya nunca más podrían volver a sentirse dichosos, sabiendo que, justo al otro lado de aquel tenue velo, había tantas personas sufriendo indeciblemente.

         Finalmente, su profunda compasión les llevó a pasar al otro lado para intentar aliviar el padecimiento de sus vecinos. No fueron bien recibidos, claro está. Pero pensaron que, con el tiempo, terminarían acostumbrándose a ellos y terminarían viendo su error.

         Así comenzó el fin de todos los infiernos.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2019).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Conocida como la Alegoría de las Cucharas Largas, esta parábola se puede encontrar en muy distintas tradiciones, además de la tradición judía hasídica, como en el hinduismo, el budismo, el cristianismo y en relatos de Oriente Próximo. De hecho, la historia aparece tanto en la Europa medieval como en la China tradicional, donde las cucharas se convierten en unos largos palillos.

 

Fuentes

  • Allegory of the long spoons (2019). In Wikipedia. Retrieved from https://en.wikipedia.org/wiki/Allegory_of_the_long_spoons.
  • Anonimous (s.d.). The long-handled spoon story. Forward Steps [Blog post]. Retrieved from http://www.forwardsteps.com.au/LongHandledSpoon.html.
  • Kranc, M. (2004). The Hasidic Master’s Guide to Management. Devora Publishing.
  • Prince, S. (2017, April 27). A cautionary tale. Linkedin post. Retrieved from https://www.linkedin.com/pulse/cautionary-tale-shel-prince/.
  • Yuzgul, D. [Caritas Internationalis] (2014, September 1). One human family, food for all [Video file]. Retrieved from https://youtu.be/qhU5JEd-XRo.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

El camino hacia adelante: El proceso requerirá un cambio de mentalidad y de corazón; requiere también de un nuevo sentido de interdependencia global y responsabilidad universal.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Preámbulo: En torno a este fin, es imperativo que nosotros, los pueblos de la Tierra, declaremos nuestra responsabilidad unos hacia otros, hacia la gran comunidad de la vida y hacia las generaciones futuras.

 

Preámbulo: Responsabilidad universal.- Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados. Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud.

 

Principio 2b: Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.