La extraña gaviota

Pueblo Buriato – Rusia, Mongolia y China

 

Hace mucho, mucho tiempo, hubo un anciano llamado Shono, que vivía en un ger cubierto de fieltro a orillas del Lago Baikal. Un día de otoño, tras el paso de un terrible temporal que le tuvo encerrado en su ger durante varios días, escuchó un graznido desgarrador llegando del cielo sobre su cabeza. Saliendo al exterior, giró la cabeza a un lado y a otro hasta que consiguió localizar la fuente de aquellos insólitos gritos. Era una extraña gaviota como nunca había visto en el Lago Baikal, y parecía lamentarse con un graznido triste y angustiado.

Aquel año, el otoño estaba siendo extraordinariamente frío y gris, por lo que las aves habituales del Baikal habían partido antes de lo acostumbrado en su migración anual hacia el sur. Pero aquel pájaro era inusualmente grande para el lago, por lo que supuso que el temporal debía haberlo arrastrado con sus fortísimos vientos desde el lejano Océano Ártico.

Pero, ¿por qué graznaba de forma tan lastimera? A Shono se le rompía el corazón, a pesar de estar habituado a ver agonizar animales cada vez que salía de caza para buscar su sustento.

La extraña gaviota debía verse incapaz de regresar por sus propias fuerzas hasta el Océano Ártico, con más de 2.000 kilómetros de bosques y tierras áridas de por medio y con aquellos intensos vientos en contra, por lo que terminó convirtiéndose en un habitante más del paisaje costero del Lago Sagrado. Sin embargo, el ave debía sentir nostalgia por su océano y por los hielos perpetuos del Ártico, pues no dejaba de graznar, día y noche, con aquellos angustiosos gritos de desesperación. Quizás echaba de menos a su bandada o a sus seres queridos en ella. Esto llegó a pensar todo el mundo en la zona, fueran familias pescadoras del Lago Sagrado o cazadores de la taiga como Shono. Lo cierto es que todo el mundo sentía una inmensa pena al escuchar a la Extraña Gaviota, como llegaron a llamarla.

Hasta los chamanes terminaron por venir a ver a tan exótico animal, demasiado grande para lo que ellos conocían y trataban en los mundos del espíritu, y algunos de ellos comenzaron a decir que debía ser un espíritu malvado, o bien un alma atormentada; en cualquier caso, un mal augurio que anunciaba desgracias o futuras catástrofes. Aquellos chamanes, ciertamente, le tenían miedo.

Llegó un día en que Shono vio a la gaviota intentando alejarse hacia el norte, pero aquel otoño estaba siendo una maldición, y los vientos, intensos y rugientes, la traían de vuelta antes de que pudiera desaparecer por el horizonte. Y así estuvo durante semanas, intentando vencer los obstinados vientos que azotaban aquel año las montañas de Baikal, y viéndose una y otra vez arrastrada y vencida por las fuerzas de la naturaleza. Para entonces, sus lastimeros gritos se habían convertido ya en una fuente de angustia para todos los pobladores de la zona.

Ellos podían comprender su dolor, podían imaginar lo que estaría pasando por el corazón del ave. Sí, en el Lago Sagrado disponía de peces en abundancia, y no tenía que competir con nadie por la comida, pero ellos se ponían en la piel del pájaro y pensaban en los lamentos que sus corazones lanzarían al cielo si, por cualquier lance del destino, se vieran forzados a tener que vivir en un ambiente extraño para ellos.

Finalmente, un día, la extraña gaviota decidió hacer su último intento por regresar a casa con los suyos. Elevándose en el cielo, intentó franquear con toda su alma aquellos vientos furiosos que no la dejaban volver a su hogar. Forzó sus alas hasta el extremo y gritó con una mezcla de furia y de tristeza, de rabia y desesperación, como nunca antes lo había hecho …

Y en ese momento, Shono, con el corazón hecho pedazos, salió al exterior de su ger con su arco de caza y, apuntando a la hermosa ave, le disparó una flecha que, fugaz y certera, fue a clavarse en el corazón de la gaviota.

Se hizo el silencio de pronto en el Lago Sagrado, y muchos vieron caer del cielo a la extraña ave, inerte como una piedra.

Shono se acercó al lugar donde había caído la gaviota con los ojos empañados en lágrimas y, cuando la vio, no pudo evitar lanzar un gemido de dolor. Con las blancas plumas anegadas con el rojo intenso de la sangre, la gaviota yacía muerta con los ojos abiertos, unos ojos en los que pudo advertir las lágrimas de desesperación que había embargado a aquel ser en su último esfuerzo contra el viento.

Y, echándose a llorar como un crío, cubriéndose el rostro con aquellas manos encallecidas que tantas vidas habían arrebatado para procurarse alimento, Shono se arrepintió en lo más profundo de su alma por haber dado muerte a la extraña gaviota.

—Tenía que haberte dejado culminar tu último intento –le dijo al ave en un murmullo–. Tenías derecho a luchar hasta que te abandonaran todas tus fuerzas… ¡pero me dolía tanto escucharte!

Se sentó en el suelo junto a la gaviota y durante mucho rato estuvo allí, mirándola fijamente, con los ojos anegados en lágrimas, sintiendo el dolor que aquella extraña ave había estado sintiendo desde que el temporal la arrastrara hasta el Baikal.

Pero, al cabo de un largo tiempo absorto en la tristeza y la lúgubre belleza del ave abatida, una idea emergió en la mente de Shono. ¿Y si la llevara al milagroso manantial de aguas termales que había no muy lejos de allí, en las orillas del Lago Sagrado? Los chamanes decían que aquellas aguas venían en realidad desde el Océano Ártico, pero que se calentaban al sumergirse profundamente bajo tierra antes de emerger en el Lago Baikal.

¿Y si el aroma del salitre del Ártico pudiera hacer volver a la extraña gaviota del otro mundo al que él mismo la había enviado con su flecha?

Shono se levantó de un salto, le extrajo la flecha al ave abatida y, tomándola en brazos, se la llevó hasta su bote. Soltó la amarra y remó con todas sus fuerzas hasta el manantial sanador; y, una vez allí, tomó una gran cuchara de palo, llenó su cazoleta de agua y se la echó en la cabeza a la malograda gaviota con un cuidado exquisito, como una madre que le lavara la cara a su bebé recién nacido…

—¡Oh, Esege Malan! –murmuró entre labios Shono, invocando al dios creador de los buriatos– A ti te llamo. Ven desde las estrellas hermanas y la luna, y devuélvele la vida a la Extraña Gaviota, para que pueda volver a su hogar en los hielos.

Las lágrimas volvían a caer por sus curtidas mejillas cuando, de repente, le pareció ver que el ave movía ligeramente la cabeza. Y, sin darle tiempo a percatarse de lo que ocurría, la gaviota se removió entre sus brazos y saltó de ellos ante sus atónitos ojos para elevarse en el aire como si nada hubiera ocurrido.

Y Shono se echó a reír como tomado por un ataque de locura, mientras sus lágrimas se convertían en el llanto gozoso de un niño, viendo a la Extraña Gaviota remontarse en el cielo con más fuerzas que nunca para, venciendo la furia de los vientos, alejarse en dirección al norte y perderse definitivamente por el horizonte.

 

La Extraña Gaviota ya no regresó. Y, aunque nadie podía albergar certeza alguna, en el Lago Sagrado todos quisieron creer que finalmente había regresado a su hogar, que había vuelto a ser feliz en su mar helado, con su bandada y sus seres queridos. Todos quisieron creer que la extraña gaviota nunca más volvió a graznar con aquella tristeza tan profunda que había lastimado el alma de todos los pobladores de la región.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2022).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

El Lago Baikal es la mayor reserva de agua dulce superficial del mundo, siendo además el más profundo y antiguo de los lagos de la Tierra, pues se estima que se formó hace 25 millones de años. Por otra parte, es una joya de la biodiversidad, pues alberga en sus aguas y sus riberas a en torno a 1.700 especies vegetales y animales autóctonas (Mitiaen, 2008). Esto quizás se deba a la visión del mundo del Pueblo Buriato, para quien el Lago Baikal es su dalai, su «mar», un mar que, además, consideran sagrado.

Las creencias tradicionales de los buriatos les llevaron desde antiguo a la sacralización de la naturaleza, con un enfoque animista del que se nutrió extensamente el chamanismo siberiano, el tengerismo, del que ya hablamos en otras dos historias del volumen 1 de esta Colección. Este culto a la naturaleza, surgido de la ancestral vida nómada de los buriatos, les ha hecho muy conscientes de la fragilidad de los equilibrios en los ecosistemas y les ha llevado a una relación especial con el resto de especies (Dugarova, 2013).

Un ejemplo de ello lo tenemos en el culto al oso, al cual consideran el más fuerte de los chamanes. Se dice que, cuando los chamanes buriatos eligen cortezas de árbol para sus rituales, dan prioridad a las que llevan arañazos de oso. A los árboles arañados por un oso los denominan baabgain ongolhon modon, que significa «árbol consagrado por el oso». Y, al igual que ocurre con otros pueblos de Siberia e, incluso, con el Pueblo Sami en Escandinavia (véase el relato «La leyenda de Bonki», en el volumen 1 de esta Colección), la sacralidad del oso no estaba reñida en el pasado con su caza, si bien siempre era una caza ritual. Antes de iniciar una partida de caza del «Maestro de la Taiga», como le llamaban, le pedían al espíritu (burkhan): «Nandikan, permítenos tomar el oso, no el Maestro mismo, sino un oso común». Del mismo modo, tras matar al animal, se le pedía perdón y se realizaban una serie de ritos para el entierro de sus restos. Tenían la creencia de que ese oso no moría definitivamente, sino que su espíritu quedaba en el bosque durante un tiempo hasta que entraba en el cuerpo de otro oso. De este modo, creían mantener el equilibrio natural (Key to Baikal, 2018).

Esta visión del mundo de los buriatos, en modo alguno especista, se ejemplifica en el nombre que se le da al oso en el idioma buriato, babagai, que es una combinación de los términos baabai, «antepasado», y abgai, «hermano». De hecho, babagai se utiliza también para designar a los parientes ancianos, vivos o fallecidos (Key to Baikal, 2018).

Por desgracia, esta visión del mundo no la comparten los estamentos políticos y económicos de la Federación Rusa, como ocurre en tantos otros lugares de este mundo industrializado. En los últimos decenios, las arremetidas del «progreso» están sometiendo a los ecosistemas del lago sagrado de los buriatos, el Lago Baikal, a un grave deterioro. Se estima que el total de emisiones contaminantes procedentes de las instalaciones energéticas existentes en el territorio natural del Baikal ascienden a 280-300 mil toneladas al año, dato comparable, e incluso mayor, a las emisiones anuales de algunos países europeos (Maysyuk, 2019). No sólo eso, sino que entre estas instalaciones se halla una peligrosa planta de enriquecimiento de uranio (Dolgov, 2015).

 

Nuestro más sincero y profundo agradecimiento a Martí Plà, estudiante del Máster de Cultura de Paz de la Universidad de Granada, por su magnífico trabajo de búsqueda y selección de relatos siberianos para la Colección, y por su documentación y contextualización adicional para estos comentarios.

 

Fuentes

  • Dolgov, A. (2015 Octubre 7). Radioactive-waste processing plant endangers Russia’s Lake Baikal. The Moscow Times. Disponible en https://www.themoscowtimes.com/2015/10/07/radioactive-waste-processing-plant-endangers-russias-lake-baikal-a50114
  • Dugarova, E. (2013). Buryatia: a symbol of Eurasia in the heartland of Baikal. UN Special, 724 (Enero, 2013), pp. 26-27.
  • Key to Baikal (2018 Diciembre 23). The master of the taiga: The cult of the bear among the indigenous peoples of Siberia. Key to Baikal. Disponible en https://1baikal.ru/en/istoriya/khozyain-taygi-kult-medvedya-u-sibirskikh-korennykh-narodov
  • Maysyuk, E. (2019). Energy sector of the Baikal natural territory in terms of impact assessment on the ecosystem of Lake Baikal. International Scientific Journal “Security & Future”, 3(2), 59-62.
  • Mitiaen, V. (2008 Mayo 2). Saving the sacred sea: Russian nuclear plant threatens ancient lake. New Internationalist. Disponible en https://newint.org/columns/currents/2008/05/01/environment/
  • Ontokhoshin (2018 Julio 10). An unusual seagull: A sad fairy tale with a happy ending. Key to Baikal. Disponible en https://1baikal.ru/en/istoriya/chayka-neobychayka-grustnaya-skazka-s-kheppi-endom.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 2: Cuidar la comunidad de la vida con entendimiento, compasión y amor.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Principio 15: Tratar a todos los seres vivientes con respeto y consideración.