Mariang Makiling, el hada de la montaña

Tagalog – Filipinas

 

Al sur del Lago Laguna, en la Isla de Luzón, en Filipinas, se eleva la inmensa y solitaria mole del Monte Makiling, donde la gente de la zona sitúa desde hace siglos a una deidad o espíritu, un hada que cuida de todos los seres que viven en la montaña.

La llaman Mariang Makiling y, según los humanos que la han visto, es una joven alta y esbelta, de una belleza sobrehumana, de piel tostada y grandes ojos negros, con una larga cabellera negra que, dicen, le llega casi hasta los pies. Criatura fantástica, de la estirpe de las ninfas y las sílfides, por su vaporosa túnica blanca la hacen nacida de los rayos de la luna, de las misteriosas nieblas de los bosques, de las brumas del lago.

Una anciana aseguraba haberla visto hacía mucho tiempo, siendo niña, cruzando en la distancia las praderas con tal levedad que las hierbas ni siquiera se curvaban a su paso. Y unos cazadores de ciervos juraron haber reconocido su figura al borde de un acantilado, con el cabello al viento, bajo la luz de la luna. Decían que en alguna ocasión se les había acercado, pasando por delante de ellos, saludándoles ceremoniosamente, para desaparecer después en las sombras del bosque. Nadie se atrevía a seguirla ni espiarla, y todos la reverenciaban.

También dicen muchos haberla visto sentada sobre una roca a la orilla del río, como ensimismada, contemplando el manso paso de las aguas. Incluso, un cazador viejo juraba haberla descubierto bañándose a medianoche en un manantial secreto, cuando los grillos duermen y la luna ilumina el silencio. En las noches claras, la gente de la región afirma haber escuchado un arpa, así como una hermosa voz entonando unos misteriosos y melancólicos cantos. Dicen que es el hada de la montaña, arrullando el descanso de todos los seres que habitan sus dominios.

Durante más de seis generaciones de tagalos, a Mariang Makiling se la ha tenido por un espíritu protector. Dicen que le encanta salir a pasear después de las tormentas y los tifones, para restaurar los troncos rotos de los árboles, devolver los nidos caídos a las ramas, remendar las alas de las mariposas, despejar las entradas de los hormigueros, limpiar los ríos de ramas y troncos caídos. Por donde ella pasa florecen las orquídeas, los pájaros vuelven a cantar, los ciervos se dejan ver para saludarla y de los árboles emergen nuevos brotes.

Pero no sólo cuida de los animales y plantas del bosque, la pradera y la montaña, sino también de los seres humanos que las habitan. Compasiva y de gran corazón, se ha presentado innumerables veces, y bajo diversas formas, a las viejas y pobres aldeanas que se habían adentrado en los bosques en busca de leña o frutos. Sin que se dieran cuenta, les deslizaba en los bolsillos pepitas de oro, dinero o joyas. Y dicen también que muchos aldeanos pobres, pidiéndole ayuda para alguna ceremonia, recibían de ella joyas o ropas de gala, incluso vajillas y cubiertos para las celebraciones, poniéndoles simplemente la condición de que le trajeran a cambio una gallina blanca que no hubiera puesto huevos todavía.

Se dice que un joven cazador, persiguiendo a un jabalí a través de los espinosos matorrales de las praderas, había dado de pronto con la cabaña del hada, donde se había escondido el animal buscando refugio. Poco después había salido de allí una hermosa joven que le había dicho calmadamente: «El jabalí me pertenece. Veo que te has hecho daño persiguiéndolo, que sangras por brazos y piernas, y veo que estás fatigado. Entra, come algo y, después, vete y sigue tu camino». El joven, confuso y sorprendido, pero sobre todo fascinado por su belleza, había obedecido con gusto, y había comido mecánicamente cuanto se le había ofrecido, sin poder pronunciar ni una sola palabra. Pero, antes de partir, Mariang Makiling le había dado unos trozos de jengibre, para que su madre los añadiera a sus salsas en la cocina. Tras dar las gracias, el cazador se había guardado el jengibre en el sombrero, para descubrir al llegar a casa que el jengibre se había convertido en oro.

Sin embargo, hace muchos años que nadie afirma haber visto a Mariang Makiling. Su vaporosa silueta ya no se ve cruzando las praderas, ni bañándose en las cascadas bajo la luz de la luna, ni se escucha su misteriosa arpa, ni los enamorados reciben joyas o regalos de ella en sus bodas. Hay quien dice que es porque los pobladores de una aldea lindante no cumplieron con su acuerdo de regalarle una gallina. Otros dicen que ésa es una excusa mezquina, y que dejó de mostrarse por culpa de los frailes dominicos españoles, que querían apropiarse de la mitad del Monte Makiling. Pero hay quien afirma también que desapareció a causa de un desengaño amoroso con un joven labrador, a quien había ayudado a cuidar de sus progenitores durante muchos años.

Otros más dicen que se ha distanciado de los seres humanos por el exceso de caza y por la tala indiscriminada de árboles.

En cualquier caso, lo que es evidente es que los seres humanos, por uno u otro motivo, la decepcionaron, y dejó de mostrarse ante ellos con su benefactora, misteriosa y hermosa presencia.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2018).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Esta hermosa leyenda tagala, que tiene múltiples versiones (Barile, 1995), la he basado en dos versiones, la de José Rinzal (1890) y la de APCEIU et al. (2010). Sin embargo, la mayor parte de la historia la he tomado de José Rinzal, brillante médico y escritor filipino, al punto que, en muchos fragmentos, sigue textualmente sus palabras. Y he hecho esto por dos motivos. El primero, porque su versión es la que me pareció más hermosa y poética. Y el segundo porque, como español que soy, quería rendir mi más humilde y profundo homenaje a este hombre, que fue fusilado por el ejército español acusado de sedición y rebelión, acusaciones instigadas por las órdenes religiosas españolas presentes en las islas.

Se trata de un caso más entre miles por los que los pueblos de Europa tendremos que pedir perdón algún día a otras muchas culturas y pueblos del mundo.

 

Fuentes

  • APCEIU, SEAMEO, SEMEO INNOTECH & SEAMEO SPAFA (2010). Mariang Makiling, the Fairy of the Mountain. In Telling Tales from Southeast Asia and Korea, pp. 51-53. Bangkok: Advanced Printing Service.
  • Barile, L. (1995). Mariang Makiling: Un análisis histórico de una leyenda filipina. Cuadernos Hispanoamericanos, 544, 87-97.
  • Rizal, J. (1890). Mariang Makiling. International Philippine Philatelic Society website. Retrieved from http://www.theipps.info/Presentations/makiling.pdf.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 2b: Afirmar que, a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Preámbulo: Responsabilidad universal.- Para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales. Somos ciudadanos de diferentes naciones y de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados. Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud.

 

El camino hacia adelante: El proceso requerirá un cambio de mentalidad y de corazón; requiere también de un nuevo sentido de interdependencia global y responsabilidad universal.