Panrarán yacu

Pueblo Quechua Chanca Hanan – Perú

 

Muchos años atrás, en la comunidad andina de Tapuk, que en quechua significa «el que pregunta», todo era prosperidad. Tenían siembras, animales y las tierras producían en abundancia. Es que existía una gran cantidad de puquiales –manantiales– que abastecían de agua, para que pudieran regar sus campos y criar sus animales.

Dicen que a un lugar donde Tayta Wamany –el Dios Supremo– producía yacu –agua– nadie podía acercarse por ser un lugar sagrado, y aquél que intentaba aproximarse era encantado. Por eso, nadie se acercaba a Jatun Puquio –el gran puquial–, que brindaba sus aguas cristalinas a todos los demás puquiales, y desde allí alimentaba a Tapuk.

Una tarde don Faustino retornaba de un viaje a la ciudad. Ese viaje lo había convertido en una persona prepotente y egoísta, que desconocía y se burlaba de la fe del pueblo. Desde entonces decía que en la ciudad nadie creía en tonterías y vivían de lo mejor, que se alimentaban de cosas ricas, se vestían de lindos trajes y no utilizaban velas sino hermosas luminarias de electricidad; e incluso, decía, el agua salía dentro de las casas. Gritaba a los cuatro vientos que si sembraban e ingresaban a esos lugares sagrados no pasaba nada y que todas las riquezas siempre han existido y existirán.

—El problema –decía– es que somos unos ociosos y no queremos explotar la naturaleza. Por eso, les digo que comencemos a cultivar todas las tierras y verán que no pasa nada.

Efectivamente, sembraron cuanto pudieron y cosecharon como nunca. Luego, aumentaron sus siembras, cosechando en grandes cantidades. Pero, luego de cinco años de explotar, a pesar de las siembras y el trabajo, la tierra ya no producía como antes. Los puquiales se habían secado. Todos se lamentaban de haberle obedecido a don Faustino, quien se había suicidado sintiéndose culpable de la desgracia.

Tapuk, se convirtió en un pueblo abandonado. Las personas se iban a diferentes lugares en busca de mejores condiciones de vida, y los que se quedaban tenían que trasladarse a lugares muy distantes para conseguir agua. Y es que ya no había agua. A primeras horas del día, salían con dirección al único puquio, distante a más de dos horas de camino. Cargando sus porongos de barro, se trasladaban en búsqueda de agua. Los hombres realizaban todo un viaje sólo para abastecer de agua en casa, mientras que las mujeres cocinaban y hacían la limpieza. Los animales se morían de sed y de hambre si no eran llevados de manera especial al puquio para que tomen agua.

En Tapuk, ya sólo dependían de las lluvias para sus siembras. Uno de los ancianos de la Comunidad, pidió una reunión para solucionar el problema causado y, efectivamente, se reunieron en la plaza principal para escuchar al anciano. Fue cuando dijo:

—Hermanos comuneros, durante mucho tiempo observé de cómo maltratamos a la madre naturaleza y nadie nos atrevimos a reparar esos daños. En estos cinco últimos días, sueño que Tayta Wamany, las plantas, los animales y el agua me hablan con mucho dolor y lágrimas sobre el maltrato que hemos causado, y piden el arrepentimiento de todos para que ellos vivan y también nos den vida. Es muy urgente, llevar la ofrenda al cerro sagrado para poder recuperar la riqueza.

—Ja, ja, ja –Eustaquio, uno de los comuneros, rompió en carcajadas–. O sea, nosotros vamos a hacer lo que un anciano soñó. No se pasen. Si para eso nos reunimos, es una pérdida de tiempo.

—¡Un momento! –respondió el anciano– ¿Acaso no somos conscientes del daño causado a la naturaleza? Así como nosotros tenemos vida, también ella tiene vida. Por lo que pido, por favor, formemos un grupo de personas con fe sincera, para dirigirnos al lugar sagrado y hacer los pagos… o nos arrepentiremos.

En silencio, se agruparon diez personas. Curiosamente, eran los mayores, y en ese instante partieron al lugar sagrado llevando frutas, coca quinto, dulces, vino, cigarro y un conjunto de yerbas aromáticas. A la medianoche llegaron al lugar indicado, rezaron con devoción, al tiempo que realizaron las ofrendas respectivas.

Ya al amanecer retornaban al pueblo cuando un sonido tenebroso se escuchó en las montañas:

¡Panrarán! ¡Panrarán!

Los pobladores salieron de sus casas despavoridos, gritando a grandes voces:

—¡Panrarán yacu tujyaramun! ¡El agua reventó como el trueno! –decían buscando refugio.

Momento en el que llegó el anciano pidiéndoles calma, que eso era normal, porque Tayta Wamany había aceptado la ofrenda y ese sonido significaba que el agua había reventado en todos los puquiales, y el agua del río nuevamente bajaba cristalino y abundante.

La riqueza y la felicidad habían retornado a Tapuk. A partir de ese momento, rinden culto y respeto a la naturaleza, porque si no, no volverán a escuchar un «¡Panrarán!».

 

Adaptación de Antony Lizardo Romero Chávez (2008).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

La etnia Chanca Hanan fue una de las tres subdivisiones del Pueblo Chanca, que ocupó los actuales distritos de Apurímac, Huancavelica, Ayacucho y parte de Junín, en Perú, tras el colapso del Imperio Wari (700-1050 e.c.). Sin embargo, su independencia se vio truncada ante la presión del Imperio Inca de Cuzco, que, tras someter a los chancas urin, se encontraron con la feroz resistencia de los chancas hanan, reconocidos como terribles –e incluso crueles– guerreros.

De hecho, los chankas hanan lanzaron un ataque masivo sobre Cuzco en 1438 que, tras hacer huir en un principio al Inca Viracocha, se encontró con la enconada resistencia del príncipe Cusi Yupanqui, que posteriormente adoptaría el nombre de Pachacutec. Finalmente, Cusi Yupanqui lograría vencerles en la Batalla de Yawarpampa, tras la cual los chancas hanan fueron sometidos a una dura represión. Entre otras cosas, tenían que entregar un tercio de sus tierras de labor al imperio, cuyos administradores se hacían finalmente cargo de todas las tierras en su gestión y aprovechamiento. No obstante, las evidencias arqueológicas sugieren que la vida fue más fácil para los chancas durante el Imperio Inca de lo que lo había sido con anterioridad (Hyland, 2016).

No se podría decir lo mismo del período colonial español (1532-1824), durante el cual se produjeron innumerables injusticias sobre el pueblo chanca. Destaca entre ellos el del sacerdote Juan Bautista de Albadán, quien, durante diez años (1601-1611), torturó a los pobladores de Pampachiri mientras amasaba una formidable fortuna. Manipuló los sistemas jurídico y político de tal manera que evitó todo tipo de persecución por sus crímenes, que iban de la tortura y la violación al asesinato.

Existen informes de un incidente en el cual torturó cruelmente a un artista, Don Juan Uacrau, que fue desnudado y colgado boca abajo con correas de cuero en una cruz. En esa posición fue azotado durante horas, abrasando posteriormente todo su cuerpo con velas de sebo. Todo ello por haber protestado por la agresión sexual perpetrada contra sus hijas. Según la investigadora Sabine Hyland, de la Universidad de St. Andrews, «si el artista seguía con vida cuando lo bajaron de la cruz, no debió vivir mucho más» (Hyland, 2016).

Los efectos de la «década de locura», como denomina la doctora Hyland al reinado de Albadán, se prolongarían hasta bien entrado el siglo XVIII, en una época histórica y un entorno donde se daba un agudo contraste entre las atrocidades de algunos colonizadores y los intentos de otros sacerdotes y misioneros «honestos y afectuosos que hicieron todo lo posible por los parroquianos nativos», como señala la misma investigadora, todo ello ante la mirada impasible de la corona española, que sólo se preocupaba por el oro y la plata que pudieran llegar desde las Américas para hinchar sus insaciables arcas.

 

Queremos agradecer encarecidamente a Elena Arquer, estudiante del Máster en Cultura de Paz de la Universidad de Granada, su brillante trabajo en la búsqueda y selección de historias para la Colección, una de cuyas muestras es este relato.

 

Fuentes

  • Hyland, S. (2016 Noviembre 23). Discovering the Chanka. University of St. Andrews News. Disponible en https://news.st-andrews.ac.uk/long-reads/discovering-the-chanka/
  • Romero Chávez, A. L. (2008). Panrarán Yacu: Mitos y leyendas del agua en el Perú. Huancayo, Perú: CEDIN Ediciones. Disponible en https://www.un.org/waterforlifedecade/pdf/panraran_yacu_lizardo_romero_spa.pdf

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 7: Adoptar patrones de producción, consumo y reproducción que salvaguarden las capacidades regenerativas de la Tierra, los derechos humanos y el bienestar comunitario.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Preámbulo: La Tierra, nuestro hogar.- La capacidad de recuperación de la comunidad de vida y el bienestar de la humanidad dependen de la preservación de una biosfera saludable, con todos sus sistemas ecológicos, una rica variedad de plantas y animales, tierras fértiles, aguas puras y aire limpio.

Preámbulo: La situación global.- Los patrones dominantes de producción y consumo están causando devastación ambiental, agotamiento de recursos y una extinción masiva de especies.

Preámbulo: Los retos venideros.- Se necesitan cambios fundamentales en nuestros valores, instituciones y formas de vida. Debemos darnos cuenta de que, una vez satisfechas las necesidades básicas, el desarrollo humano se refiere primordialmente a ser más, no a tener más.

Preámbulo: Responsabilidad universal.- El espíritu de solidaridad humana y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.

Principio 5a: Adoptar, a todo nivel, planes de desarrollo sostenible y regulaciones que permitan incluir la conservación y la rehabilitación ambientales, como parte integral de todas las iniciativas de desarrollo.

Principio 5e: Manejar el uso de recursos renovables como el agua, la tierra, los productos forestales y la vida marina, de manera que no se excedan las posibilidades de regeneración y se proteja la salud de los ecosistemas.

Principio 6c: Asegurar que la toma de decisiones contemple las consecuencias acumulativas, a largo término, indirectas, de larga distancia y globales de las actividades humanas.

El camino hacia adelante: La vida a menudo conduce a tensiones entre valores importantes. Ello puede implicar decisiones difíciles; sin embargo, se debe buscar la manera de armonizar la diversidad con la unidad; el ejercicio de la libertad con el bien común; los objetivos de corto plazo con las metas a largo plazo.