Santa Brígida y el lobo

Cristianismo celta – Irlanda

Hace cientos de años, una santa llamada Brígida construyó una pequeña celda bajo un enorme roble en un lugar que, con el tiempo, recibiría el nombre de Kildare, en honor a aquel árbol. Cuando Brígida se trasladó a vivir a aquella celda bajo el roble, aquél era un lugar tranquilo y silencioso, en medio de un bosque, con una pradera cubierta de flores de diente de león y multitud de criaturas silvestres, por las cuales Brígida sentía mucho cariño. Sin embargo, la bondad, la generosidad y el talento curativo de Brígida se difundió por Irlanda, y pronto una multitud de peregrinos emprendió viaje hacia Kildare con la intención de conocerla. Algunas de ellas se enamoraron de Kildare tanto como se había enamorado Brígida, por lo que decidieron quedarse allí a vivir y, con el tiempo, se creó una aldea alrededor de la pequeña celda de la santa. Hasta el rey hizo peregrinación para conocerla, y poco después había construido una cabaña de caza en las cercanías, en el bosque.

         En aquellos tiempos, los lobos todavía merodeaban por los bosques de Irlanda, y se les solía ver en las cercanías de Kildare. Brígida adoraba a los lobos, al igual que al resto de animales, pero la gente de la aldea les tenía miedo. Cuando desaparecía un cordero, acusaban de inmediato a los lobos; aunque, en muchas ocasiones, no les faltaba razón. Un cordero es un sabroso bocado para una manada de lobos hambrientos, sobre todo cuando el rey y sus partidas de caza estaban cazando a tantos ciervos en el bosque.

         Al cabo de un tiempo, el rey se dio cuenta de que comenzaban a escasear los ciervos, y no tardó en culpar también a los lobos de ello; aunque, en muchas ocasiones, no le faltaba razón. Los lobos llevaban siglos alimentándose de los ciervos en aquellas regiones, y no podían saber que, ahora, aquellos ciervos le pertenecían al rey. Pero el rey quería que se les castigara, de modo que se ofreció a pagar una moneda de oro a todo aquél que le trajera un lobo muerto.

         Pero, a pesar del precio que el rey había puesto a las cabezas de los lobos, resulta que él mismo tenía un lobo domesticado como mascota. Lo tenía desde que era un cachorro, pues se lo había regalado un cazador que había matado a su madre, pero que tenía corazón para matar al animalillo. El rey se había esforzado mucho por entrenar al cachorro, y se sentía muy orgulloso de tener un lobo, que caminaba a su lado como un perro fiel.

         El rey llevaba consigo frecuentemente a su lobo amaestrado cuando iba a Kildare; pero, por desgracia, un día, el lobo del rey se perdió. Era un animal muy amistoso, pues estaba habituado a estar con personas, de modo que lo primero que hizo fue ir a darse una vuelta por la aldea. Un leñador lo vio dirigiéndose hacia las casas y, sin saber que era un lobo domesticado y temiendo por la vida de los niños de la aldea, puso una flecha en su arco y le disparó a la pobre criatura entre los omóplatos. Y después, pensando en la recompensa del rey, se cargó el lobo a hombros para llevarlo hasta la cabaña de caza del rey.

         Por sus manchas, el rey reconoció de inmediato a su querida mascota, y el pesar inicial se transformó de pronto en cólera, ordenando a sus guardias que apresaran al leñador y lo arrojaran a una mazmorra. Y, a continuación, mandó llamar al carpintero local y le ordenó que construyera una horca. Fue entonces cuando la gente de la aldea se enteró de lo que había ocurrido con su amigo el leñador.

         Y, cómo no, fueron en busca de Brígida para que le ayudara.

         Brígida se apenó mucho al enterarse de la muerte del pobre lobo y de la inminente muerte del leñador, que no había hecho otra cosa que lo que pensó que era mejor. Pidió prestado un caballo y una carreta a uno de los aldeanos y partió en dirección a la cabaña de caza del rey. Pero, mientras dirigía la carreta por el oscuro camino que llevaba, a través de los bosques, hasta la cabaña del rey, vio, por el rabillo del ojo, una sombra blanca moviéndose entre los árboles. El caballo comenzó a resollar y trastabillar, resoplando con miedo, pero Brígida le dijo suavemente que se tranquilizara y el animal se calmó. La sombra blanca comenzó a correr y, de un salto, aterrizó en el regazo de Brígida. Era un enorme y bellísimo lobo blanco, con los ojos de un color pardo oscuro y una lengua larga y rosada, que utilizaba para lamer a Brígida en la mejilla, haciéndola reír.

         Hacían una extraña pareja mientras se acercaban a la cabaña del rey, sentados uno junto a la otra en la carreta, el enorme lobo blanco sobrepasando en altura a la joven de cabello claro y ojos azules. El rey los recibió a ambos en sus cámaras, mirando fija y codiciosamente al extraño lobo. Los lobos blancos eran tan raros entonces como lo son ahora, y el rey fantaseaba con poseer uno.

         Brígida le preguntó al rey si perdonaría al leñador y que, a cambio, el lobo blanco se ofrecía para ocupar el lugar de la malograda mascota del rey.

         El rey no necesitó pensárselo dos veces. Dejar en libertad al leñador no le costaba nada, y tener un enorme lobo blanco caminando a su lado generaría una impresión duradera en cualquier persona con la que se cruzara.

         Brígida le dijo al lobo en el oído, entre susurros, que tenía que ser un buen sirviente del rey y que, a cambio, sería magníficamente recompensado con los mejores cortes de carne durante su larga vida. El lobo se subió de un salto al lado del rey y posó la cabeza en su regazo. El rey le acarició las orejas al imponente animal, sin poder ocultar una mirada de asombro.

         Brígida llevó consigo al leñador hasta la aldea y, mientras iban por el camino, ella le dijo a él:

         ―Es mejor que dos animales salvajes deambulen por ahí libres a que un inocente sea castigado.

         Ningún lobo fue muerto nunca más en aquella parte de Irlanda mientras Santa Brígida vivió.

 

Adaptación de Alette Willis (2017).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

Fragmento del libro Dancing with Trees: Eco-Tales from the British Isles, de Allison Galbraith y Alette Willis. Stroud, Reino Unido: The History Press.

 

Comentarios

Santa Brígida es una de las santas más populares de Irlanda, y es comparable a San Francisco en cuanto a su preocupación por los pobres y su amor por la naturaleza, de manera que ninguna colección de eco-historias de las Islas Británicas estaría completa sin ella. Los relatos de Santa Brígida suelen entremezclarse con historias más antiguas de la diosa celta Brigid o Bride, que estaba asociada con Imbolc, una de las cuatro grandes festividades del calendario celta, vinculada con rituales de fertilidad y que se correspondería con la celebración católica de la Candelaria.

         Esta antigua leyenda toca muchos temas medioambientales actuales, como la intrusión humana en el hábitat de otros animales; las interacciones problemáticas que pueden tener lugar cuando los animales salvajes se habitúan a los seres humanos y a sus fuentes de alimentación; la competencia entre los carnívoros salvajes y los ganaderos; el problema de las fincas ricas que se gestionan para la caza; y la reintroducción de especies carnívoras. La consideración y la amabilidad de Santa Brígida, tanto hacia las personas como hacia los animales en esta historia proporcionan un modelo al cual todo el mundo debería aspirar.

 

Fuentes

  • Brown, A. F. (1900). Saint Bridget and the King’s Wolf. En The Book of Saints and Friendly Beasts. Houghton, Mifflin and Co., que puede encontrarse en Baldwin Children’s Literature Project: www.mainlesson.com

  • Galbraith, A. y Willis, A. (2017). Saint Brigid and the Wolf. En Dancing with Trees: Eco-Tales from the British Isles, pp. 147-149. Stroud, Reino Unido: History Press.

  • Steedman, A. (1912). Saint Bridget and the King’s Wolf. En Our Island Saints. T. C. & E. C. Jack Ltd., que puede encontrarse en www.heritage-history.comWhy Monkeys Live in Trees and Other Stories from Benin. Evanston, IL: Curbstone Books.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Principio 2a: Aceptar que el derecho a poseer, administrar y utilizar los recursos naturales conduce hacia el deber de prevenir daños ambientales y proteger los derechos de las personas.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Preámbulo: La situación global.- Los patrones dominantes de producción y consumo están causando devastación ambiental, agotamiento de recursos y una extinción masiva de especies.

Preámbulo: Responsabilidad Universal.- Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud.

Principio 1a:  Reconocer que todos los seres son interdependientes y que toda forma de vida tiene valor, independientemente de su utilidad para los seres humanos.

Principio 5c: Promover la recuperación de especies y ecosistemas en peligro.

Principio 15a: Prevenir la crueldad contra los animales que se mantengan en las sociedades humanas y protegerlos del sufrimiento.

Principio 15c: Evitar o eliminar, hasta donde sea posible, la toma o destrucción de especies por simple diversión, negligencia o desconocimiento.