Un hogar para todos – La historia de Hiena
Pueblo Luo de Kenya y Tanzania
Todo comenzó cuando Hiena empezó a darle vueltas en la cabeza a la idea de que no sólo estaba solo, sino que, incluso, se sentía solo. Estaba merodeando por el bosque de mopane, en los lindes de la sabana. Quería reír, pero no estaba de humor para ello. Ni siquiera un jugoso trozo de presa ajena le habría hecho sentirse mejor.
De repente, tuvo la sensación de que le observaban. ¡Cielos, León le estaba observando desde la distancia de un salto! Para evitar una incómoda confrontación, Hiena concibió de inmediato un plan de rescate.
―Señor León, todos los días me siento solo. Al amanecer, después de la caza, vuelvo a la nada. Es la desagradable sensación de no sentirme acogido, porque se supone que yo debería formar parte de una manada.
―Tu falta de manadicidad se debe a que siempre te ríes entre dientes con tus propios chistes. Un desagradable hábito ‒dijo León.
―Perdona, pero reírse entre dientes es más civilizado que rugir, ¿no te parece? Sin embargo, León, ¿qué te parecería la idea de compartir una morada? Durante el día, ambos necesitamos dormir; y, por la noche, nos cuidaremos de evitar la compañía del otro. Como mucho, yo podría limpiar las sobras de tus comidas.
―¿Se te ocurre algo? ¿Una madriguera? ¿Una cueva? ¿Un árbol?
―Voy a buscar algo. Espérame aquí durante un día. Encontraré algo.
―Pero, ten en cuenta dos cosas, Hiena. Quiero un lugar espacioso para dormir, un lugar donde nadie me moleste. Cuando regreso a casa tras la caza, exijo poder descansar. Y, en segundo lugar, no me gusta nada que me despierten. Me vuelvo loco, y no me hago responsable de mis actos.
―Es razonable, León, jijiji ‒respondió Hiena‒. Lo tendré en cuenta.
Hiena se alejó dando saltos y se introdujo en la espesura. Pensó en un termitero cuyos habitantes habían desaparecido. Si la reina se va volando, su pueblo se va también. Las termitas habían construido su hogar en torno al tronco de un árbol. Era un bonito lugar, y era suficientemente espacioso.
De repente, Leopardo apareció como de la nada, y Hiena, a quien pillo desprevenido, sólo consiguió apartarse a un lado.
―¡Alto ahí, Leopardo! No he venido a molestarte. Al contrario. ¿Puedo preguntarte algo?
Leopardo gruñó en lo más profundo de sus fauces.
―No me mires, Hiena. No soporto que nadie me mire fijamente. Me pone muy agresivo.
―De acuerdo, de acuerdo. Tranquilízate, por favor ‒dijo Hiena, apartando la mirada humildemente de Leopardo.
―¿Qué quieres preguntar?
―¿Te gustaría vivir en un cubil conmigo y con el señor León? Por aquello de la comodidad y el recogimiento. Ya no estarías solo durante el día, y podríamos irnos a dormir pacíficamente, después de compartir las historias de caza de la noche. Tengo un lugar en mente que es espacioso y muy adecuado para nosotros. ¿Qué te parece?
Leopardo se puso a pensar detenidamente. Al cabo de un largo rato, respondió:
―Podría intentarlo, pero tengo dos condiciones. La primera, que nadie me mire a los ojos. Ya sabes por qué. Y la segunda: no quiero dormir en un cubil, sino en un árbol alto junto a la guarida, desde donde pueda verlo todo.
―Ningún problema, Leopardo. Cuando encuentre el lugar idóneo te lo haré saber.
Y Hiena partió de allí en busca de guarida. Al cabo de un rato, la encontró tras un arbusto: un termitero abandonado cerca de un baobab. Pero, cuando entró, una serpiente salió como una exhalación de debajo de la alfombra de hojas caídas. Hiena se asustó y dio un salto.
―¡Fuera de mi madriguera, Hiena! ¡Ésta es mi casa!
―Pero, ¿cuánto espacio necesitas realmente, Serpiente?
―No es algo que me preocupe. Lo suficiente como para estirarme y echarme una siesta de vez en cuando.
―¿Qué te parecería si León, Leopardo y yo viniéramos a vivir contigo? ‒propuso Hiena‒ Leopardo dormiría fuera, en el árbol.
Serpiente no tuvo que pensarlo demasiado, pues era flexible en sus puntos de vista.
―No hay mejor protección contra los comedores de serpientes ‒dijo finalmente‒. Estoy de acuerdo en que hay bastante espacio, sobre todo porque Leopardo dormirá fuera, en el árbol. Supongo que podríamos intentarlo por cuestiones sociales. ¿Acaso es necesario que todo el mundo duerma solo? Hasta puede que nos ayudemos mutuamente…
»Sin embargo ‒añadió Serpiente‒, tengo dos condiciones. La primera es que me gusta disponer de un espacio seguro bajo las hojas, allí; y la segunda es que nadie deberá pisarme cuando esté allí echado, porque puedo ponerme realmente venenoso. Mi hermosa piel es demasiado preciosa para mí.»
Pocos días después, Leon, Serpiente, Hiena y Leopardo se pusieron a vivir juntos en el cubil. Todos aceptaron las condiciones de los demás y escucharon atentamente los deseos de cada uno. Todos se mostraron de acuerdo en intentarlo. Después de todo, debería ser posible, porque ninguno de ellos era la presa favorita del otro.
Leopardo trepó al enorme árbol cuyas raíces se adentraban en la guarida y se puso a vigilar el lejano perímetro, y Serpiente se metió bajo una gruesa capa de hojas en la misma habitación que León.
―Yo no necesito mucho ‒dijo Serpiente‒, pero estoy muy orgulloso de mi piel. De modo que tenlo en cuenta, León, si vas a dormir aquí.
Por supuesto, a León no le importó.
Hiena señaló que no estaría en casa la mayor parte del tiempo.
―Me gusta merodear por ahí, ya sabéis. De modo que no os preocupéis si no estoy por aquí, en casa, con frecuencia.
Había dicho a los otros animales que no le vigilaran ni le hicieran responsable de nada.
―Simplemente, dejad que haga mis cosas y yo no os molestaré lo más mínimo.
Así pues, los animales vivieron durante un tiempo en aparente armonía, cada uno a su manera; incluso se habituaron a las diferencias de los demás, aunque no sabían aprovechar las diferencias como posibilidades. A veces, hay que respetar las diferencias y no ir más allá.
Una mañana, Hiena llegó a casa cansado de tanto merodear. Ya había algo de luz. Arriba, en el árbol, Leopardo estaba vigilando. Con sus ojos altamente sensibles vio a Hiena venir desde lejos. Mientras tanto, con las primeras luces del alba, Hiena vio a Leopardo en casa.
―¡¿Qué pasa?! ¿Me estás vigilando? ‒espetó Hiena, mirando a Leopardo fijamente a los ojos‒ Te dije que no quiero que me vigiles, que voy y vengo cuando me place.
―Me has mirado a los ojos, a mis sensibles ojos ‒estalló Leopardo‒ ¡Te dije que es la única cosa que nunca deberías hacer!
Y se produjo un feroz altercado. Con Hiena totalmente desbocado, empezaron a pelearse y, en su furia, entraron a revolcones en la guarida, gruñendo y mordiéndose. La pelea despertó a León, que se levantó furioso, rugiendo fieramente a Leopardo y Hiena. En medio de la confusión, Leopardo aprovechó la oportunidad y mordió a Hiena en el cuello. La sangre brotó en todas direcciones y Hiena se desplomó a sus pies.
León rugió colérico.
―¡Lo único que pedía era que no hubiera ruidos en esta morada, y me habéis despertado con vuestra absurda discusión!
León clavó sus garras furiosamente en Leopardo y le asestó un golpe mortal en la cabeza. Leopardo giró sobre su eje, vaciló un instante y, a continuación, cayó muerto sobre León, quien, al retroceder, pisó el follaje del rincón sin pretenderlo. Y Serpiente, que estaba ya en alerta con tanto ruido, reaccionó de inmediato. Antes de que León se diera cuenta de lo sucedido, Serpiente apareció entre las hojas justo debajo de él.
―¿Qué haces pisando mi hermosa piel, tú, bruto? ‒dijo venenosamente.
Y, de pura rabia, Serpiente mordió a León en la pata trasera, sin darle apenas tiempo para percatarse de que estaba muerto.
Pero León se desplomó sobre Serpiente, quedando éste completamente aplastado bajo su peso, sin poder respirar.
Y así fue como todos llegaron a su fin, juntos y solos para siempre.
Según la narración de Simon, en Kenya, registrado y adaptado por Dick de Groot (2022).
Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.
Comentarios
Dick de Groot, un geógrafo social y escritor de los Países Bajos, ha sido profesor y director de centros educativos, y asesor en temas de educación desde 1975 en diferentes países del África Subsahariana. Como adaptador de esta historia, Dick recurre a sus recuerdos para explicar:
Escuché este relato durante una sesión de narración oral de historias en Ukunda, Kwale, Kenya. El narrador fue Simon. Por su contexto, esta historia puede tener su origen en el occidente de Kenya, porque es una historia de animales que viven en aquella región. Quizás se contara a raíz de las dudas que los pueblos nómadas pudieran tener acerca de la posibilidad de tener una convivencia pacífica con otros pueblos. En cualquier caso, para los nómadas es difícil asentarse en un lugar concreto. Viajan con su ganado en busca de pastos. No les interesa el tereritorio, y consideran que todo terreno es de la Tierra y no debe ser propiedad de ningún hombre. Por todo ello, yo sugeriría que este relato pertenece a algún pueblo nilótico, como los Luo. (Groot, 2022)
El Pueblo Luo se distribuye en el oeste de Kenya y la región de Mara, en el norte de Tanzania. Su población se estima en más de 10 millones de personas. Al parecer, constituye una rama escindida de los Pueblos Luo de Uganda, que migraron hacia el oeste en distintas oleadas entre los siglos XV y XX.
Fuentes
- Fuentes orales directas.
- Groot, D. de (2022 Sep. 2). Remarks ‘Story of Ubuntu’. Correo electrónico personal.
- Además, existen otras versiones:
Laird, E. (sf). The Clever Fox. En Ethiopian English Readers. Disponible en https://www.ethiopianenglishreaders.com/15-stories/afar/302-the-clever-fox.
Texto asociado de la Carta de la Tierra
Preámbulo: Los retos venideros.- La elección es nuestra: formar una sociedad global para cuidar la Tierra y cuidarnos unos a otros o arriesgarnos a la destrucción de nosotros mismos y de la diversidad de la vida.
Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar
Preámbulo: La situación global.- Las comunidades están siendo destruidas. Los beneficios del desarrollo no se comparten equitativamente y la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando. La injusticia, la pobreza, la ignorancia y los conflictos violentos se manifiestan por doquier y son la causa de grandes sufrimientos. Un aumento sin precedentes de la población humana ha sobrecargado los sistemas ecológicos y sociales. Los fundamentos de la seguridad global están siendo amenazados. Estas tendencias son peligrosas, pero no inevitables.
Principio 2b: Afirmar, que a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.
Principio 16b: Implementar estrategias amplias y comprensivas para prevenir los conflictos violentos y utilizar la colaboración en la resolución de problemas para gestionar y resolver conflictos ambientales y otras disputas.
El camino hacia adelante: La vida a menudo conduce a tensiones entre valores importantes. Ello puede implicar decisiones difíciles; sin embargo, se debe buscar la manera de armonizar la diversidad con la unidad; el ejercicio de la libertad con el bien común; los objetivos de corto plazo con las metas a largo plazo.