La carga más pesada

Pueblos Batak – Indonesia

 

«Todo el mundo tiene su carga, pero la carga más pesada es la que llevan los más pequeños y humildes.»

 

Había en la Isla de Sumatra un majestuoso árbol frutal, un mango, con unas gruesas ramas que se elevaban como brazos hacia el cielo y un follaje espeso del cual pendían gruesos y carnosos frutos. El árbol, situado junto a un camino, llamaba la atención de todo aquél que pasaba por allí.

         Un día, se escuchó una voz lastimosa emergiendo del suelo, desde los pies del árbol.

         —¡No puedo más! ¡Qué carga tengo que soportar! Tengo que aferrarme fuertemente al suelo para soportar sobre mí el ingente peso del tronco y de sus pesadas ramas, además de la carga añadida de hojas y frutas. A causa de todo ese peso me hallo enterrada viva, sin poder disfrutar de las caricias del sol, de la visión de las noches estrelladas y de la luna. Me muero de curiosidad por ver cómo son el resto de las criaturas que pueblan la Tierra, nuestras hermanas en la vida a las que jamás podré conocer. ¿Por qué me tocó a mí ser raíz? Nadie sabe cuánto sufrimiento supone esto para mí. ¡Sólo con que pudiera llevar la holgada vida del tronco…!

         —¿Cómo que «holgada vida»? ¿Cómo puedes decir eso? —respondió de pronto el tronco sin dar crédito a lo que oía— Mi vida no es nada fácil. Yo también tengo que soportar mucho peso. ¿Has visto esas ramas que se elevan al cielo? ¿Has visto cuántos frutos cuelgan de ellas? Yo transporto el alimento de todas, arriba y abajo, incansablemente, día tras día; y los animales se rascan el lomo en mí y me arrancan la corteza. ¿Y acaso no has visto mi lucha denodada contra los vendavales y los vientos huracanados? Los vientos giran y retuercen mi cuerpo, y tengo que hacer colosales esfuerzos para que no me desgajen una rama; o, peor aún, para que no me partan por la mitad y muramos todos.

         «Además, los humanos me cortan ramas de cuando en cuando con sus hachas, dejándome muñones deformes, y los enamorados graban sus nombres con navajas en mi piel. ¿Y acaso me dan las gracias? Los humanos sólo le dan las gracias a las hojas, que les dan sombra sobre sus cabezas. Ellas sí que llevan una vida festiva, pues se pasan el día bailando con las brisas.”

         —¡Sois unas desagradecidas! —espetaron de pronto las hojas refiriéndose al tronco, las ramas y las raíces— Nosotras os protegemos de los rayos del sol en el verano, y de las lluvias del monzón a finales de otoño y en el invierno. Nosotras os protegemos de los vientos, y hasta damos la vida por vosotras. Muchas de las nuestras son arrancadas y arrastradas hacia la muerte por los vendavales. Y las que conseguimos sobrevivir aferrándonos a las ramas terminamos magulladas y llenas de arañazos, si no somos devoradas por los animales aquéllas que colgamos más bajas. Y si tenemos la suerte de no ser arrastradas por el viento y caemos pacíficamente al suelo, nos encontramos de todos modos con el triste destino de la hoguera que nos reservan los humanos. ¿Cómo puedes decir tú, tronco, que llevamos una vida festiva? Quizás la fruta sí que tenga una buena vida, ahí colgando y balanceándose todo el día.

         —¡Qué tristeza oíros hablar así! —dijeron las frutas al unísono— Somos nosotras las que más compasión deberíamos inspirar. ¿Sabéis lo que es vivir sumidas en el temor? Nos comen los insectos, nos comen los pájaros, nos comen los animales y los humanos vienen a arrancarnos de las ramas para devorarnos enteras. Pero lo más trágico de todo es que nosotras tenemos que aceptar nuestro destino y conservar nuestro buen nombre, nuestro dulzor, por todas vosotras; porque, si no fuéramos sabrosas, los humanos talarían el árbol de raíz por serles inservible. Si los humanos nos plantan y nos dan vida a todas es gracias a nosotras, porque les resultamos deliciosas. ¡Es nuestro sacrificio el que protege al árbol! ¡Y somos nosotras las que posibilitamos que tengáis descendencia a través de nuestras semillas!

         —¡No discutáis, no discutáis! —dijo conciliadora una semilla a los pies del árbol— Discutir nos debilita a todas.

         Y añadió sensatamente:

         —Todas vosotras os esforzáis para crearme a mí y que, de este modo, podamos reproducirnos y sobrevivir. Y para mí tampoco es fácil, ¿sabéis? A mí me entierran viva, y debo abrir mis entrañas para volveros a hacer a todas vosotras.

         —¡Oh, ya basta! ¡Callaos ya! —gritó la raíz— Cierto es que todas juntas formamos el mango y que cada una juega un papel importante. ¡Pero la carga más pesada la llevo yo, pues todas dependéis de mi! Si yo no existiera, ninguna de vosotras estaría aquí. Si yo enfermo, olvidaos del tronco, de las hojas, de los frutos y de las semillas. Yo os doy de comer a todas y tengo que adentrarme en la tierra y la oscuridad para buscar vuestro sustento, ¡mientras vosotras me ignoráis y sólo pensáis en vosotras!

 

Y así ocurre también entre los seres humanos, dicen los batak. Antes de tomar una decisión, piensa en el resto de estratos sociales que componen una sociedad. Para que haya verdadera democracia, raíces, tronco, hojas, frutas y semillas tienen que participar en las decisiones y colaborar entre sí por el bien común. Sin embargo, son las raíces, la capa más numerosa de la sociedad, la compuesta por los pequeños y humildes, la que da sustento y mantiene con vida al resto de estratos sociales. Ellas son las que llevan la carga más pesada.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2018).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Los batak del norte de la Isla de Sumatra, en Indonesia, de quienes parece proceder este relato, constituyen un grupo de pueblos de etnia austronesia con una rica tradición oral. Si bien su cultura ha recibido importantes influencias de la India, se ha transformado en gran medida merced al impacto de los misioneros cristianos y, aunque en menor medida, por la expansión del islam entre sus miembros.

El mango es uno de los árboles más comunes de Indonesia, si bien es una especie originaria de la India. En América fue introducido por los portugueses en Brasil, desde donde se extendió a todas las zonas intertropicales.

 

Fuentes

  • Brand, J. (1991). The Green Umbrella: Stories, Songs, Poems and Starting Points for Environmental Assembles. London: A & C Black – WWF, p. 93.
  • De León, P. (2016, Febrero 29). Everybody has his burden group 14. Presentation in Prezi.com. Recuperado de https://prezi.com/vfwpvnxagpp3/everybody-has-his-burden-group-14/.
  • Limbadan, R. (2010, Agosto 6). Summary of Indonesian folktale: Everybody has his burden [Web log post]. Recuperado de http://raqzsedlim.blogspot.com/2010/08/summary-of-indonesian-folktale.html.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Preámbulo: Para seguir adelante, debemos reconocer que, en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común.

 

Otros fragmentos de la Carta que puede ilustrar

Principio 2b: Afirmar que, a mayor libertad, conocimiento y poder, se presenta una correspondiente responsabilidad por promover el bien común.

 

El camino hacia adelante: Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo. Tal renovación es la promesa de estos principios de la Carta de la Tierra.

 

El camino hacia adelante: La vida a menudo conduce a tensiones entre valores importantes. Ello puede implicar decisiones difíciles; sin embargo, se debe buscar la manera de armonizar la diversidad con la unidad; el ejercicio de la libertad con el bien común; los objetivos de corto plazo con las metas a largo plazo. Todo individuo, familia, organización y comunidad, tiene un papel vital que cumplir. Las artes, las ciencias, las religiones, las instituciones educativas, los medios de comunicación, las empresas, las organizaciones no gubernamentales y los gobiernos, están llamados a ofrecer un liderazgo creativo. La alianza entre gobiernos, sociedad civil y empresas, es esencial para la gobernabilidad efectiva.