La semilla del baniano

Hinduismo

 

El baniano o higuera de Bengala es un árbol inmenso, majestuoso, que desde sus ramas lanza infinidad de nuevas raíces hacia el suelo. Estas raíces se convierten en troncos suplementarios que dan apoyo a las gigantescas ramas, permitiendo así al árbol seguir creciendo, expandiendo su copa hasta alcanzar más de cien metros de diámetro en algunos casos.

         Junto a uno de estos inmensos banianos vivía un humilde zapatero. Hombre devoto del dios Vishnú, todos le tenían por una persona de una honestidad ejemplar, además de compasivo, pues siempre encontraba el modo de ayudar a los más pobres, a pesar de que su trabajo le daba poco más de lo justo para sustentar a su familia.

         Un día, mientras remendaba calzado a la sombra del baniano, el santo Narada fue a hacerle una visita. Narada Muni es bien conocido en la tradición hindú como músico y storyteller errante. Siendo amigo y mensajero personal del dios Vishnú, Narada recorre el universo para llevar noticias del dios, así como para instruir en la sabiduría a sus devotos.

         Reconociendo al santo, el zapatero se levantó de inmediato para recibirle con todos los honores, tras lo cual no pudo evitar asaltarle con una pregunta:

         —¿Habéis estado recientemente en el Reino Espiritual de Vaikunthá, morada del Señor Supremo Narayana?

         —Sí. Es él el que me envía a verte –respondió Narada con una sonrisa.

         El zapatero abrió los ojos sin poder dar crédito a lo que oía. ¡El dios Vishnú había enviado a Narada a verle, cuando él pensaba que ni siquiera habría pensado más de dos veces en él!

         —Pero… –balbuceó– ¿por qué quería Narayana que vinierais a verme?

         —El Señor Supremo pensó que quizás tuvieras alguna pregunta que hacerme –respondió Narada.

         —¿Alguna pregunta? –musitó el zapatero mirando a Narada con la boca abierta.

         «¿Y qué le pregunto yo ahora al mensajero de Vishnú?» –se dijo el zapatero no sin cierta angustia. Si al menos se lo hubieran dicho el día anterior, habría tenido toda la noche para preparar una pregunta para su dios. Pero así, de pronto, tener que pensar en una pregunta ingeniosa, una pregunta digna de un sabio…

         El silencio se prolongaba incómodamente entre el zapatero y Narada, de modo que, al final, al pobre hombre no se le ocurrió otra cosa que decir…

         —¿Y qué hacía Vishnú cuando lo encontrasteis?

         Narada levantó una ceja mientras echaba el cuerpo atrás. Vishnú le había dicho que eso exactamente sería lo que el zapatero le preguntaría, tras lo cual le había dado instrucciones precisas de lo que debería responderle.

         —El Señor Vishnú estaba pasando un elefante por el ojo de una aguja –respondió Narada lo acordado, sin poder evitar un gesto de incomodidad ante lo peregrino de aquella respuesta.

         Y de pronto, para sorpresa del sabio Narada, el zapatero se puso a llorar.

         —Supongo que no me has creído –dijo Narada poniéndole la mano sobre el hombro para intentar consolarlo–. No pretendía burlarme de ti ni engañarte…

         —¡Claro!¡Sólo mi Señor Vishnú podía hacer eso! –le interrumpió el zapatero, que parecía no haber oído a Narada.

         Narada se detuvo en seco. ¡El humilde zapatero se había creído lo del elefante y la aguja!

         —¡No hay nada imposible para Vishnú! –exclamó el zapatero entre lágrimas de gozo– ¿Acaso no hace milagros imposibles, más grandes que pasar a un elefante por el ojo de una aguja? ¿Cómo se explica, si no por su mano, el cegador brillo del sol, la danza de los árboles con el viento, los celestiales colores de las flores y las mariposas? ¿De dónde vendría, si no es de él, la dulzura del amor que sentimos por padre, madre, esposas e hijos, la belleza de la fidelidad y la entrega de nuestros amigos? Pero mirad…

         El zapatero se dio la vuelta de pronto y, regresando adonde había estado sentado remendando zapatos, se agachó y recogió algo del suelo.

         —Mirad la semilla del baniano –le dijo a Narada al volverse–. Dentro de esta minúscula semilla hay un árbol tan inmenso, tan gigantesco como el que nos cubre con su sombra. No lo podemos ver todavía, pero ese árbol está ahí dentro con toda certeza.

         Y mirando fijamente a los ojos a Narada, añadió:

         —Si Vishnú puede comprimir un gigantesco baniano en esta minúscula semilla, ¿cómo no va a pasar a un elefante por el ojo de una aguja?

         Ahora el que lloraba era Narada. ¡Qué gran enseñanza de sabiduría le había dado el humilde zapatero! Y ahora entendía por qué su amigo y señor, Narayana, Vishnú, le había enviado a hablar con él, instruyéndole exactamente con las palabras que le había indicado. Esta vez, el mensajero de la sabiduría no había sido él, sino un zapatero, y Vishnú se las había ingeniado bien para enseñarle una gran lección.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2018).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Comentarios

Es ésta una versión reducida de un relato védico titulado en algunos lugares como «El brahmán y el zapatero», en la que se utiliza el recurso didáctico de comparar dos modelos de espiritualidad y comportamiento. La adaptación que se ofrece aquí está inspirada en la que hiciera Ranchor Prime en 1992, que se ciñe exclusivamente al personaje del zapatero, obviando la sección del brahmán.

En algunos casos, y ya que estamos hablando de la semilla del baniano, yo sugeriría acompañar este relato con otro, más breve, que aparece en el Changdoya Upanishad 6.8.7, y que, editado y resumido, viene a decir lo siguiente:

 

Tat Tvam Asi

Hace muchos años, en un pueblo de la India vivía un niño llamado Shvetaketu, hijo de un hombre sabio de nombre Uddãlaka. Cuando alcanzó la edad de doce años, Uddãlaka envió a su hijo a estudiar los libros de sabiduría con grandes maestros y, cuando alcanzó los veinticuatro años, tras profundizar eruditamente en todos los Vedas, Shvetaketu regresó a casa. Pero Uddãlaka percibió un cambio preocupante en él: el joven creía saberlo todo.

         Un día, Uddãlaka le pidió a su hijo que le acompañara al huerto familiar. En él crecía un viejo y frondoso baniano, que había dado sombra a su padre, a su abuelo, a su bisabuelo y quién sabe a cuantos antepasados más.

         —Shvetaketu, hijo mío –dijo Uddãlaka llevando al joven bajo la sombra del anciano árbol–, me pregunto si has aprendido de verdad las enseñanzas de los Vedas. ¿Puedes escuchar lo que no puede ser escuchado con el oído? ¿Puedes ver lo que no se puede ver con los ojos? ¿Conoces lo que la mente no puede conocer?

         Shvetaketu parecía confuso. Ninguno de sus maestros le había hablado de eso.

         —¿Qué queréis decir, querido padre? Explicaos, por favor.

         —¿No te han enseñado eso? ¿No te han dicho que, si conoces un puñado de arcilla, ya conoces todo lo que está hecho de arcilla?

         —No conozco esa enseñanza –dijo Shvetaketu humildemente–. Por favor, padre, enseñadme.

         —Como desees, hijo mío –respondió el padre–. Tráeme una fruta del baniano.

         Shvetaketu se dirigió a una rama baja y tomó un higo maduro.

         —Aquí lo tenéis, padre.

         —Ábrelo –dijo Uddãlaka–. Dime, ¿qué ves dentro?

         —Veo muchas semillas.

         —Abre una semilla, Shvetaketu –dijo el padre– Dime qué ves.

         —No veo nada en absoluto –respondió el joven.

         —Hijo mío, esa «nada» es la esencia sutil de todos los seres vivos, que parecen nada porque no puedes percibirla. Pero de esa nada ha surgido este magnífico y viejo árbol.

         «Esa nada, hijo mío, esa esencia invisible, es el Espíritu del universo entero, el Yo de todo cuanto existe, el océano de consciencia pura. Eso es la Verdad. Eso es la Realidad. Eso es el Yo no-manifestado. De eso surgiste tú, al igual que el baniano surgió de esa nada.»

         Y con un leve murmullo, Uddãlaka añadió:

         —Tat tvam asi. Tú eres eso, Shvetaketu.

 

Adaptación de Grian A. Cutanda (2018).

Bajo licencia Creative Commons CC BY-NC-SA.

 

Esta adaptación está basada en Egenes & Reddy (2002) y Spiritual Heritage Education Network (1999).

 

Fuentes

  • Egenes, T. & Reddy, K. (2002). Eternal Stories from the Upanishads. New Delhi: Smriti Books.
  • Prime, R. (1992). The banyan seed. In Hinduism and Ecology: Seeds of Truth, pp. 2-3. London: Cassell & World Wide Fund of Nature.
  • Spiritual Heritage Education Network (1999). The Story of Svetaketu. Retrieved from https://www.spiritualeducation.org/library/story/svetaketu.

 

Texto asociado de la Carta de la Tierra

Preámbulo: Responsabilidad universal.- El espíritu de solidaridad humana y de afinidad con toda la vida se fortalece cuando vivimos con reverencia ante el misterio del ser, con gratitud por el regalo de la vida y con humildad con respecto al lugar que ocupa el ser humano en la naturaleza.